20 de Abril de 2024

Defendía a su marido

AGENCIAS

XALAPA, Ver.

En público y privado eran parcos e incluso fríos. No había apelativos amorosos entre ellos, simplemente “Javier” y “Karime” o “Karime” y “Javier”. Así se dirigían entre sí el ex gobernador de Veracruz y la ex primera dama.

Sus nombres de pila y nada más. Ella siempre defendía a su esposo de las acusaciones sobre corrupción que comenzaban a aflorar a la mitad del sexenio; y él siempre tenía palabras de reconocimiento para su esposa.

Karime trataba siempre de mostrar una posición sumisa cuando estaba frente a secretarios de despacho o colaboradores de la administración estatal, pero muchas veces se hacía notorio que tomaba decisiones.

Era frecuente observarlos, en sus viajes en aeronaves oficiales que hacían con compañía, absortos en sus pensamientos y en sus teléfonos celulares, incluso apartados físicamente en cada extremo de los asientos.

En las camionetas blindadas en las que se transportaban de Casa Veracruz, la residencia oficial de los gobernadores, hacia el aeropuerto "El Lencero", pocas veces cruzaban palabras y sólo se daban reportes de actividades menores. Javier tenía más comunicación con el chofer y su escolta.

Si bien se recibían siempre con un beso en la boca, era raro verlos mostrando otro tipo de afectos físicos, pero siempre con una sonrisa se presentaban en actos públicos y en las reuniones de gabinete.

Karime y Duarte sostenían una relación distante también con sus familiares cercanos. Ambos se quejaban del padre de ella, Antonio Macías Yazegey, a quien consideraban como un hombre “insaciable” a pesar de los negocios que tenía, como la venta de terrenos del parque tecnológico del puerto de Coatzacoalcos.

Su mayor cercanía era con Mónica Giham Macías Tubilla, hermana de Karime, y su esposo Armando Rodríguez Ayache. La relación de Karime con su suegra, Cecilia Ochoa, y con sus cuñados era distante. Se veían poco, lo estrictamente necesario.

Karime cocinaba algunas veces para Javier y sus tres hijos —Javier, Carolina y Emilio—, aunque regularmente contaba con dos niñeras. Ella tenía peinadora y maquillista personal.

En Casa Veracruz, la pareja tenía oficinas distintas desde donde operaban acciones de gobierno y de comunicación con un grupo importante de colaboradores y familiares que convivían con los tres hijos, quienes algunas veces aparecían con las niñeras.

En público, ambos sonreían cuando tenían cerca a los tres descendientes, pero Karime era especialmente dura con Javier, el primogénito, a quien sólo le permitía ver la televisión media hora y podía jugar cuando terminaba sus tareas escolares.

El matrimonio compartía también asesores: confiaban ciegamente en Enrique Jackson, José Murad y Rubén Aguilar, quienes estuvieron juntos incluso el día de la elección en que el PRI perdió la gubernatura.

Eran parcos e incluso fríos, pero se apoyaban en todo, encabezaban reuniones de amigos y fiestas oficiales, y defendían sus proyectos personales, como cuando un día después de haber perdido la elección de gobernador, Karime llamó a algunos allegados y les dijo que la batalla aún no estaba perdida, que pelearían en los tribunales para arrebatarle el triunfo al panista Miguel Ángel Yunes Linares.


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