24 de Abril de 2024

“Nosotros también somos familia”

Jaime y Felipe, casados por la vía civil, son la primera pareja gay en México en adoptar

 

Cristina Pérez- Stadelmann
CIUDAD DE MÉXICO

Es un hecho. En México existen familias homoparentales y lesbomaternales que no responden a una lógica conservadora y han decidido salir de los estereotipos y de los roles preestablecidos de ser padre y madre, a partir de las leyes aprobadas, y de la certeza jurídica que han obteniendo las parejas del mismo sexo en los últimos años.

Para estas familias “la realidad es más compleja, más diversa y va más allá de la estructura tradicional constituida por madre, padre e hijos”.

“Estamos dando la batalla frente al constante rechazo de la jerarquía de la iglesia católica, empeñada en señalarnos como aquellos que privan a sus hijos del derecho de ser formados entre un hombre y una mujer ‘normales’, a pesar de lo aprobado por las leyes y los jueces del país”, expone Felipe Nájera, esposo de Jaime Morales y padre de Alejandra de 5 años de edad.

Jaime Morales, productor de teatro, y Felipe Nájera, actor, se casaron en 2010 en la Ciudad de México, primera capital latinoamericana en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo, decidieron aprovechar esta coyuntura y casarse por la vía civil.

Dos años después, acudieron al Centro de Estancia Transitoria para Niños y Niñas de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), donde después de un riguroso análisis se determinó que la pareja era apta para adoptar. Se convirtieron así, en la primera pareja gay a la que el Estado mexicano confió una niña en adopción.

“Alejandra tenía cuatro meses cuando llegó a casa, fue un proceso muy seguro para ella; lo que siempre procuró la PGJDF fue encontrar la mejor familia para la niña, y en su momento hubo mucho énfasis en la gran responsabilidad que asumiríamos para toda la vida frente a ella”, refiere Jaime.

Fuera de casa, el camino no ha sido fácil. Felipe explica que las batallas que han dado como familia homoparental están relacionadas con la discriminación que han vivido por parte de las instituciones religiosas; “por lo demás llevamos una excelente relación con los padres de familia de la escuela de Alejandra, una institución incluyente y liberal donde es aceptada como una niña que tiene dos padres. Hemos hecho un gran equipo como miembros de una comunidad escolar”.

“En lo cotidiano nos preocupamos como cualquier otro padre de familia por su educación, por acompañarla en sus emociones, en su crecimiento, es la batalla que nos interesa dar; aunque como activistas, no podemos quedarnos callados ante la intolerancia del clero hacia nuestra comunidad. Buscamos se respete la forma que hemos elegido de ser familia”, dice.

Cuestionan que la iglesia exija que se retire la iniciativa presidencial a nivel nacional de matrimonio sin discriminación con la que las bodas entre personas del mismo sexo se podrán realizar en todas las entidades federativas del país sin restricción de género o preferencia sexual.

Jaime señala que es inadmisible que la iglesia afirme que se trata como mascotas a los niños por un capricho “homosexualista” de adoptar. La familia que ellos han forjado con Alejandra, demuestran que la realidad es muy distinta a como la concibe la iglesia.

Felipe deja claro: “Para nosotros Alejandra no es un trofeo, tampoco una bandera. ¿Con qué moral dicen que tenemos mascotas en lugar de hijos, con qué moral sentencian que los hijos adoptados por familias homoparentales o lesbomaternales se convierten en objetos? Son ellos los que promueven un discurso de odio”, enfatiza.

“Ignoran cómo vivimos, desconocen los derechos de la población homosexual. En lugar de subir al púlpito para decir que nosotros somos una aberración, deberían fomentar una educación sexual, sana, adecuada y preventiva, que evitara que tantos niños estuvieran en condiciones de ser adoptados o en abandono social; hoy existen dos millones de niños en condición de calle, no es una cifra menor”, agrega Nájera.

Ambos dicen estar viviendo una etapa de mucho amor hacia su hija, de búsqueda de conocimiento para darle a Alejandra las herramientas para que sea un ser humano que se aprecie a sí misma, que se respete, y que respete su entorno. “Ella sabe que tuvo una madre; sabe dónde y cuando nació, se lo dijimos cuando Alejandra nos lo preguntó. Vamos respondiendo los que quiere saber, no le vamos a mentir, pero tampoco nos hemos adelantado a informarle aspectos que no corresponden a su edad. Ya surgirán otras preguntas…” comentan Felipe y Jaime quienes se apoyan en un terapeuta para salir de ciertas dudas que van surgiendo en el camino respecto a la crianza “como le puede ocurrir a cualquier padre o madre de familia”.

Para ambos Alejandra no está confundida. “Para ella está perfectamente claro quiénes somos sus padres. Los padres no son buenos o malos por su orientación sexual, ni los homosexuales seremos los mejores padres, como tampoco los heterosexuales lo son por el solo hecho de serlo; esto lo determina nuestra educación, nuestra ética, nuestro entorno y no nuestra condición sexual.

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ANOTADO 1

 

“Nuestros hijos tienen derecho a un registro”

 

Leonardo y Juan se ampararon para que la ley reconozca a sus gemelos

 

El camino ha sido más sinuoso, más desafiante para Leonardo Rodríguez, contador público de 46 años, y para Juan Francisco Torres, informático, de 42. En unión desde hace una década y casados por lo civil desde hace tres, en 2012 decidieron ser padres a través de un óvulo donante de una mujer anónima, la inseminación con sus espermas, y un vientre subrogado de la sobrina de uno de ellos que decidió ayudarlos a ser padres.

Se acercaron a la Clínica Pronanhi “que se encargó de darnos la orientación para llevar a cabo este procedimiento que decidimos llevar en México, puesto que en Estados Unidos resultaba muy costoso”, explica Leonardo.

“Un día mientras iba en el Metro, vi una propaganda de fertilidad asistida y llamé. Expliqué que éramos dos hombres y no tuvieron problema. Gabriela, la terapeuta y sicóloga de todo el proyecto, fue quien nos explicó que el método existía”, que el sueño era posible.

Después de nueve meses de gestación nacieron dos mellizos: Leonardo Franze y Staycy Eillem, que están por cumplir 2 años de edad el 22 de junio. “Sólo esperamos que Dios nos dé vida para verlos crecer. La mamá sustituta era mamá previamente, tiene dos hijos y ahora se acaba de embarazar de nuevo y tuvo a un niño. El trabajo sicológico para ella, para su esposo, para nosotros fue integral, y total”, comentan.

“El problema en nuestro caso es que nuestros hijos no están reconocidos ante el Registro Civil de la Ciudad de México, esta instancia se dice rebasada ante nuestro caso, puesto que no pueden registrarlos como hijos de dos padres varones; resulta que no hay legislación para que dos papás registren a sus bebés con sus dos apellidos”, explican.

En el Registro Civil “nos han dicho que no pueden registrar a nuestros hijos, porque no hay legislación para nuestro caso. Es por esta razón que iniciamos un juicio de amparo, que está por resolverse”.

El caso de Juan Francisco y Leonardo fue atraído por la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal con el objeto de buscar otras alternativas u opciones jurídicas de registro, “por ejemplo, que uno de nosotros lo registrara en Tabasco y otro de nosotros lo adoptara en la Ciudad de México; no accedimos puesto que ambos somos padres biológicos, y no adoptivos”, explica la pareja.

“Nos hemos enfrentado a un problema de incompetencia ante nuestro caso como dos padres de dos niños que son nuestros biológicamente, de hecho nos casamos por esta razón; espero que nuestro caso se defina con el amparo que promovimos”, detalla Leonardo.

“Estamos bajo el legítimo derecho de registrar a nuestros hijos; se incurriría en discriminación si continúa sin ser posible; nuestros hijos no pueden estar sin registro; además el gobierno, en el tiempo que ellos nacieron, promovió una campaña para que ningún niño careciera de un registro.

Leonardo añade que “lo contradictorio de todo esto es que dos mujeres si pueden dar sus apellidos a sus hijos; en nuestro caso porque no tenemos vientre, pero contamos con el procedimiento legal bajo el cual se logró el embarazo con una mujer que renunció a todo derecho sobre nuestros hijos... nos hicieron inclusive pruebas de ADN; pero por ahora, por ejemplo nuestros hijos no tienen derecho a seguro social, a pesar de que ambos trabajamos… hemos tenido que acudir a hospitales particulares, porque al final no hemos podido acudir al sector salud porque no tenemos actas de nacimiento”.

“Hemos respondido perfectamente a las necesidades de nuestros hijos, nuestra conexión y entrega hacia ellos es total; nos han abierto un mundo emocional que desconocíamos. Todo ha sido natural, cambiarles el pañal, los quehaceres de casa, darles una mamila, hacerles la papilla, lavarles su ropa, asearlos, vestirlos, llevarlos al parque; yo no tengo que ser mujer ni desarrollarme como tal para responder a las necesidades de nuestros hijos, hemos evolucionado en ese proceso junto con ellos, y no hay nada de diferente respecto a una pareja heterosexual”, asegura Leonardo.

“Ahora la iglesia nos discrimina, nos hace a un lado, porque piensa que somos pecado y están equivocados, rechazo totalmente el punto de vista de la iglesia, somos una familia feliz de tener a nuestros hijos”, dicen Juan Francisco y Leonardo, el primer caso de padres varones en la Ciudad de México que se enfrentan a este proceso legal para el registro de sus hijos.


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