18 de Abril de 2024

LA ‘QUEMA DEL VIEJO’ EN COSOLEACAQUE

Florentino Cruz Martínez

 

Transcurrida la Navidad, la atención de los pueblos del Sotavento veracruzano, como el caso de Cosoleacaque, se centra en los festejos de fin de año. Éstos celebran de manera peculiar la culminación del año civil: con la elaboración de muñecos, monigotes o “viejos” los cuales colocan frente a las viviendas, sentados en sillas o mecedoras; mismos que son quemados a las 12 de la noche del 31 de diciembre, en estruendosos rituales familiares.

El “viejo” es elaborado por niños y jóvenes, bajo la dirección de algún adulto. Se confecciona con pantalones y camisas raídas y se rellenan con hojas secas de plátano; colocándoles zapatos viejos, guantes, sombreros de palma y un “testamento” o letrero que le cuelga del cuello, en el que escriben su nombre, preferentemente el de algún personaje que por sus desatinos se distinguió en el año.

Hace algunas décadas, al caer la noche, grupos de varones sacaban a “parrandear al viejo”, es decir, recorrían las casas y comercios del vecindario, solicitando un aguinaldo. Con ese propósito uno de ellos cargaba el “viejo”, recostado en una silla de madera; otros se disfrazaban de “mujer”, simulando uno de ellos un avanzado embarazo; y el resto portaba pequeños botes con piedras o alambre con una serie de corcholatas, a los que agitaban como sonaja. Al llegar a la puerta de las viviendas, cantaban versos de inspiración popular alusivos al fin de año, repitiendo a ritmo de conga la siguiente estrofa:

 

Una limosna para este pobre viejo,

que ha dejado hijos

para el Año Nuevo.

 

Mientras las “mujeres” acariciaban y lloraban al “viejo” por su inminente deceso, el resto de los varones interpretaba sones jarochos o canciones comerciales de la temporada. Hace muchos años, este cuadro se complementaba con la inclusión de un “médico” que, después de valorar el estado físico del “viejo”, anunciaba a sus “mujeres” la proximidad de su muerte, por lo que estallaban en sonoro llanto.

A escasos minutos de la medianoche del 31 de diciembre, el “viejo” es acostado a la mitad de la calle, le vierten petróleo y esperan que el reloj marque las 24:00 horas para prenderle fuego. Entonces la gente contempla cómo los cohetillos, colocados previamente en el interior del monigote, hacen que éste explote en pedazos y arda lentamente. Al término del estruendoso ritual, las personas intercambian felicitaciones con sus familiares, vecinos y amigos, deseándose recíprocamente un año nuevo y manifestando sus esperanzas de felicitarse nuevamente el siguiente año.

En la actualidad esta tradición ha sufrido algunas modificaciones, por ejemplo, ya no se “parrandea” al “viejo”. En su lugar, diversos grupos de varones principalmente de Oteapan recorren los barrios de la ciudad solicitando un aguinaldo. Varios hombres enmascarados visten de mujeres y uno de ellos representa al “viejo”, evitando así cargar el monigote. Estos grupos portan equipos de sonido, atrapando la atención del vecindario con la música y el baile.


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