28 de Marzo de 2024

La palestra

Yo veo un México...: Colosio

(23, 23, 23, 23)

José Luis Pérez Negrón

Era un 6 marzo de 1994, la Plaza de la República (donde está ubicado el monumento a la Revolución) lucía llena en toda su capacidad, la campaña por la contienda a la presidencia de la República, ya estaba en marcha (Luis Donaldo Colosio Murrieta por el PRI, Diego Fernández de Cevallos por el PAN, Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano por el PRD, y Cecilia Soto por el Partido del Trabajo); los priistas se habían convocado en el marco de su 66 aniversario para respaldar a su candidato. Luis Donaldo hacía su arribo a la plancha de ese escenario, que lo mismo ha sido desde protestas del magisterio, que para eventos oficialistas; ahí pudimos ver a un Colosio dispuesto a romper esquemas, hasta entonces tradicionales.

Desde su llegada se notaba una diferencia entre lo acostumbrado en esos eventos, Luis Donaldo llegaba solo con unas cuatro gentes de su equipo de campaña (entre ellos Ernesto Zedillo, a la postre candidato sustituto y presidente de la República), se rompía el esquema tradicional en que el candidato llegaba acuerpado por dirigentes sindicales, dirigentes partidistas y líderes de los sectores de ese instituto político, entre otros. Al escenario sube el candidato solo, con una sonrisa franca y con entusiasmo, seguro de que él sería el próximo Presidente de México, todo parecía de mero trámite.

Lejos de ser el clásico discurso de reconocimientos y lisonjas al sistema, desde el inicio se nota autocrítico: “Aquí está el PRI que reconoce los logros, pero también el que sabe de insuficiencias, el que sabe de los problemas pendientes”, ese era solo el preámbulo de una pieza de oratoria enérgica, severa, si se le contextualiza en el México de hace 23 años, parecía más la retórica de un candidato de oposición y no del partido oficialista.

Fue muy enfático al referirse a la deuda pendiente con los indígenas de México, con los campesinos, con la falta empleos de calidad y bien pagados, sobre todo para los jóvenes que carecen de oportunidades para estudiar. Mención aparte las mujeres para quienes las oportunidades reclaman una participación más plena y justa; los empresarios que tienen que enfrentar el burocratismo y la discrecionalidad de las autoridades; profesionistas, maestros, técnicos que buscan oportunidades.

Sin embargo, el punto agudo de aquel discurso y que es la expresión que más se ha repetido después de aquel lamentable suceso en Lomas Taurinas, solo 16 días después del evento en la Plaza de la República, fue lo que dijo textualmente: “Yo veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley, quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.

El resto del discurso fue en el mismo tenor, autocrítico como ninguno de los anteriores candidatos de su partido, reconociendo los errores, pero proponiendo una solución. Hay quienes afirman que el gran error de Colosio, fue haber diseñado un mensaje muy revelador de todos sus planes para gobernar, la franqueza de expresión pudo haber sido el factor que detonó todo lo que se fraguó en los 17 días siguientes y que se materializó aquel aciago 23 de marzo en un barrio de Tijuana llamado Lomas Taurinas.

A 23 años de aquel suceso que abortó un rumbo que pudo haber sido diferente para el país, las palabras de Colosio están más vigentes que nunca, todos y cada uno de los conceptos encajarían perfectamente en las condiciones por las que atraviesa el país y los estados de la República.

Para Mario Aburto, esa mano criminal que apretó dos veces el gatillo que segó la vida del sonorense, la libertad puede llegar en cualquier momento, dicen los que conocen de leyes que ya habría cumplido con las tres quintas partes de la condena y que eso le pudiera dar el beneficio de la libertad.

A Colosio habría que darle el beneficio de la duda, si una vez que hubiera sido electo como Presidente de la República (que así sería porque tenía una ventaja inalcanzable) habría de llevar adelante todos los propósitos expresados el 6 de marzo. Eso quedará ahí para siempre en una quimera, mientras tanto, seguimos viendo un “México con hambre y sed de justicia”.

Por cierto, hoy se cumplen 23 años de aquel trágico 23 de marzo y el asesino de Colosio solo tenía 23 años de edad y si sumamos los números del año 1994, el resultado es 23.


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