28 de Abril de 2024

PLATA O PLOMO

¿QUÉ LE PEDIMOS A LOS GRINGOS?

ALEJANDRO HOPE

El presidente Andrés Manuel López Obrador irá a Washington esta semana para reunirse con Donald Trump.

Muchos especialistas han opinado que es un mal momento para una cumbre bilateral, pero, de cualquier forma, va a suceder e, inevitablemente, los temas de seguridad van a formar parte de la agenda. Y para ese momento, propongo humildemente que se incluyan las siguientes peticiones específicas al gobierno estadounidense:

1. Relanzar la Iniciativa Mérida, con nombre distinto para remover cualquier sonoridad calderonista, como un mecanismo de institucionalización de la relación bilateral en materia de seguridad y justicia.

2. Realizar una evaluación conjunta de los programas de cooperación y fortalecer los que han funcionado razonablemente bien (p.e., el programa de USAID de asistencia a la reforma del sistema de justicia penal)

3. Crear un mecanismo de intercambio directo de información de inteligencia, encabezado del lado mexicano por la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana (SSPC), con una contraparte de alto nivel del lado estadounidense (¿La Oficina del Director Nacional de Inteligencia?)

4. Integrar a más personal mexicano en centros de fusión de inteligencia (p.e., EPIC, JIATF).

5. Establecer unidades conjuntas de combate al tráfico de armas y trasiego de dinero que operen en territorio estadounidense, a la manera de los llamados grupos BEST.

6. Crear o fortalecer grupos de trabajo binacionales, presididos del lado mexicano por la SSPC, para agilizar la interacción entre agencias estadounidenses y dependencias mexicanas

7. Establecer un grupo binacional de planeación, orientado a la reducción de violencia, y lanzar programas piloto de disuasión focalizada en comunidades fronterizas, empezando tal vez en Tijuana

8. Reorientar los recursos de la Iniciativa Mérida (o como se le quiera denominar) al fortalecimiento de las capacidades de a) las fiscalías estatales y b) las policías municipales, vinculándolos expresamente al Modelo Nacional de Policía y Justicia Cívica.

9. Aumentar la asistencia estadounidense a programas de prevención del delito e iniciativas de corte social, particularmente en comunidades fronterizas.

10. Invertir recursos adicionales para la ampliación de la infraestructura fronteriza, así como de programas de precertificación de viajeros y mercancías.

Nada de lo anterior es particularmente revolucionario, ni cambiaría radicalmente los términos de la relación bilateral en materia de seguridad. Pero no es una agenda trivial y, más importante, bien puede sobrevivir en el (probable) caso de una victoria demócrata en las elecciones de noviembre. No se me ocurre ningún tema de los esbozados arriba que no pudiera continuarse, con algunas modificaciones, en una administración presidida por Joe Biden.

Hay que partir además de un principio de realidad: el actual gobierno estadounidense no va a encabezar una transformación radical de la política pública en materia de drogas y armas. No cuando está bajo asedio, no a cinco meses de la elección, no cuando necesita que cada votante conservador vaya a las urnas sin falta.

En esas circunstancias, hay que apostarle por una agenda modesta, pero sustancial, construída sobre los cimientos institucionales existentes y con potencial de mejoría incremental.

Entiendo que eso no encaja muy bien con el ethos del actual gobierno mexicano, pero es tal vez lo mejor que se puede obtener en estos momentos.


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