“Las llantas no son de fierro, por ello hay hombres que se encargan de arreglarlas o cambiarlas, es un trabajo peligroso, pero si te gusta tu trabajo, de eso puedes vivir”,
YANDDERITH RODRIGUEZ
Coatzacoalcos
Lo que a muchos perjudica, a otros beneficia, daños en el asfalto, baches enormes, hoyancos que dañan los neumáticos de los vehículos, y que se convierte en una fuente de empleo para cientos de personas. Se trata del oficio de talachero, un trabajo honrado, cansado y un tanto riesgoso y el cual se encarga de arreglar cualquier desperfecto en las llantas, un trabajo que amerita mucha fuerza y condición física.
Bastan unas herramientas, un espacio pequeño sobre las calles y avenidas más concurridas de la ciudad, y sobre todo la experiencia, la cual se gana con el paso del tiempo, así como incidentes y hasta desvelos.
Santiago Marcial, es padre de familia, de él depende su esposa y cuatro hijos. Originario de Catemaco, desde muy pequeño enfrentó la pobreza, comenzando a trabajar desde los 7 años de edad para ayudar a sus padres.
"No había trabajo, ya tenía 17 años y yo quería hacer algo más, sentí que en mi ciudad natal no avanzaría, por eso decidí venir a vivir a Coatzacoalcos, a buscar un futuro mejor", reiteró.
Pero al llegar a Coatzacoalcos, enfrentó pruebas aún más difíciles, el vicio por el alcohol.
"La misma desesperación, falta de trabajo me orillaron al vicio, me volví alcohólico, mi vida no era la que yo esperaba, no era lo que yo quería”, dijo.
"DIOS APRIETA PERO NO AHORCA"
Orillado por su misma depresión, falta de trabajo y oportunidades, el camino fue más difícil de lo que pensó, los obstáculos eran aún mayores.
"Es difícil salir del vicio, la gente que me veía me decía que estaba mal lo que estaba haciendo, yo mismo lo veía, pero no podía salir del alcoholismo. Esa fue una de las pruebas más difíciles de mi vida", reiteró.
Pero bien dicen que tanto en las buenas como en las malas, es cuando los verdaderos amigos surgen, y que buscan de ti un bien. Ese amigo, le propuso dedicarse al oficio de talachero, ofreciéndole algunas de sus herramientas, en cuestión de meses pudo aprenderlo, y tiempo después lo puso en práctica.
"Fueron meses de desesperación, porque a veces no me salían las cosas, y tenía que llevar comida a la casa, pagar los estudios de mis hijos, eso era lo que más me preocupaba", dijo.
Al principio se colocaba por algunas horas en las calles más concurridas de la ciudad, sobre las banquetas, en espera de un cliente que solicitara su labor.
Bajo el sol o la lluvia, trabajar más de 12 horas diarias, eso no era impedimento para continuar con su vida y seguir luchando contra el alcoholismo.
"Poco a poco fui librándome de ese vicio. También me tomé tiempo para ir al grupo de alcohólicos anónimos, gracias a mi familia, a mis hijos, a Dios y a mi trabajo que me mantiene ocupado, así he salido adelante", agregó.
PELIGROS QUE ACECHAN
El oficio de talachero está rodeado de peligros, el ubicarse sobre las calles prestando dicho servicio, puede terminar en una tragedia, las herramientas también se convierten en objetos que pueden ser mortales si no se utilizan con la debida precaución.
"Es un trabajo muy peligroso, muchos talacheros han muerto. Pero es más peligroso cuando se trabaja con llantas grandes como el de los tráiler o camiones grandes, por el disco que tienen las ruedas a veces salen disparados, por eso hay que trabajar con mucho cuidado", reiteró.
Hasta el momento don Santiago no ha sufrido algún accidente, sin embargo se arriesga a diario al colocarse en las calles para reparar y colocar los neumáticos, ya que puede toparse con algún imprudente conductor. Las ganancias pocas veces son buenas, otras, no tanto, sin embargo según don Santiago, es preferible trabajar honradamente a andar robando por las calles.
“Cada reparación cuesta entre 45 y 60 pesos, dependiendo el tipo de neumático. Al día a veces gano 200 o 300 pesos, otras solo alcanza para la comida, porque también hay que pagar renta de este local, pero me gusta mucho mi trabajo”.