Con más de un año de trabajo para Médicos Sin Fronteras, Paola se enfrenta a la crisis humanitaria que aqueja a miles de personas en Centroamérica y aporta su granito de arena para hacer más ligero el viaje de los migrantes con rumbo al norte.
Redacción
Coatzacoalcos, Ver.
Paola trabaja con Médicos Sin Fronteras (MSF) desde hace un año en el punto de atención a migrantes, en Coatzacoalcos. Todos los días escucha historias sobre la violencia, la pobreza y la falta de oportunidades que enfrentan estas personas que huyen en su mayoría del Triángulo Norte de Centroamérica.
En entrevista, la enfermera oriunda de Veracruz reflexiona sobre la violencia que estas personas enfrentan también en su paso por México, y nos habla sobre el rechazo y la estigmatización que los acompaña durante su viaje.
¿Qué te motivó a ser enfermera en MSF?
Un día vi que pasaban por la televisión el trabajo de Médicos Sin Fronteras alrededor del mundo. Me impactó. Me impresionó ver lo que una persona puede hacer por otra. Cuando me gradué de la carrera de enfermería comencé a trabajar en un hospital, y cuando tuve la experiencia necesaria y reuní mayores conocimientos decidí aplicar a una de las vacantes de MSF. Para mi sorpresa la posición de trabajo era en México y en mi ciudad natal.
¿Cuál es tu rol como enfermera en el proyecto de MSF en Coatzacoalcos?
Como enfermera de MSF en la clínica móvil, mi rol principal consiste en ser el primer contacto de los pacientes con el área médica. Clasifico a los pacientes de acuerdo a la urgencia de atención que requieren, pero también llevo a cabo consultas en atención primaria de enfermería, así como charlas de educación de la salud con la intención de ayudarles a prevenir enfermedades o padecimientos que se puedan presentar durante su viaje.
¿Qué es lo más desafiante de tu trabajo?
El desafío de trabajar con personas que se encuentran en movimiento es el tiempo del que disponemos para hacerlo, debido a la dinámica de atención de nuestras clínicas móviles, la cual consiste en buscar los puntos en donde se concentran la mayoría de ellos, como son el puente principal por donde pasa el tren y uno de los principales albergues que acoge a los migrantes de Coatzacoalcos, la Casa del Migrante.
Coatzacoalcos es una ciudad de paso para los migrantes, es una de las paradas, por así decirlo, que utilizan para descansar y continuar su camino hacia el norte.
Una vez que llegamos al punto de atención tenemos que hacer lo mejor con el tiempo que disponemos. En los últimos meses, el número de migrantes que pasan por este punto ha aumentado considerablemente, así que tratamos de atenderlos, lo más rápido y mejor posible, ya que apenas es el comienzo y tienen que estar en las mejores condiciones a nivel físico y emocional para continuar su recorrido.
¿Cuáles son los padecimientos médicos más comunes que sufren estas personas?
Las principales afectaciones o padecimientos que atiendo se deben a las condiciones del viaje. Son personas que tienen que viajar durante días y con muy poco descanso. Llegan con los pies destrozados a consecuencia de días sin parar de caminar. No duermen bien. Los cambios de temperaturas les provocan enfermedades respiratorias. Comen lo que se puede y algunos presentan enfermedades gastrointestinales e infecciones en la piel. Algunos me mencionan que se sienten pesados o les duele la cabeza; a menudo esos dolores están relacionados con afectaciones emocionales como la angustia, el miedo de haber sufrido un evento violento o el riesgo de sufrirlo más adelante. La incertidumbre por no saber qué pasará con ellos o con sus familias. Cuando detecto esas situaciones, los refiero con el psicólogo del equipo para que los escuche y los atienda.
¿Cuál es la historia que más te ha impactado?
Trabajando con MSF en la ruta migratoria he conocido muchas historias que me han marcado, una de ellas me la contó un señor de Honduras que tenía los pies llagados porque había caminado siete días sin parar. Mientras lo estaba atendiendo, me comenzó a contar su vida. Me contó que tenía que continuar como fuera su camino. Me contó que era campesino pero que la tierra dejó de producir como antes y que encima tenía que pagar extorsiones. Hubo temporadas que no tenía qué darle de comer a su familia. Un día encontró a su hija de seis años comiéndose las hojas de un árbol con sal, su hija le dijo que lo hacía porque no quería que gastara dinero en comida porque su hermanito estaba muy enfermo y que prefiriera que mejor le compraran medicinas para que se curara. Y fue entonces que decidió salir. Me contó que no le importaba todo lo que tenía que caminar o todo lo que le tocara sufrir en el camino y que el dolor que estaba sufriendo (el de sus pies) se le hacía menos cuando pensaba en un mejor futuro para su familia.
¿Cómo describes la situación actual de las personas que asistes en la ruta?
Muy difícil. Lo que más me preocupa es la estigmatización hacia las personas migrantes. La mayoría de las personas no son conscientes de todas las historias que hay detrás de estas personas que vienen con su mochila al hombro; del por qué salen desesperadamente de sus países, solos o con sus familias. No obstante, me asombra la fuerza que tiene cada uno para buscar un futuro mejor sabiendo que su camino está minado de riesgos. Me preocupa mucho la poca empatía que hay con ellos, que no se conozca la violencia que sufren aquí en México.
En MSF, sé que estamos haciendo algo más por visibilizar ese sufrimiento, las condiciones y los riesgos a los que se enfrentan; por humanizar esta crisis.