Unas 500 familias sin sustento solicitan la creación de granjas acuícolas para sostenerse
Rafael Meléndez Terán
Minatitlán, Ver.
A pesar de las numerosas solicitudes de los integrantes del sector pesquero, ningún organismo, público ni privado, ha conseguido apoyar en la erradicación del pez diablo, especie que acaba con los peces comestibles y comercializables.
Uno de los puntos críticos, por la proliferación de esta especie, es la laguna Mezcalapa, que se encuentra tan sobrepoblada del también denominado pleco, que de los diez kilos semanales que se lograban capturar, en la actualidad logran sacar solo tres, pero de forma semanal.
Este fenómeno es resentido por más de 500 familias que se dedican a pescar, actividad que representa la única forma de sustento de todos ellos.
La carencia de especies como mojarra tilapia, negra colorada, bagre y carpa, se intensificó pasada la inundación del año 2010, cuando, al encontrarse todo anegado, se permitió el libre tránsito del pez diablo.
La señora Rosa Reyes informó que tiran las redes y el 90 por ciento de lo capturado es ese pez, pero se devuelve al agua porque no le dan ningún uso, pues a pesar de ser comestible, no es demandado en las pescaderías, por lo que su pesca no es rentable, ni para comercio, ni para consumo propio, dado que los lugareños también han preferido no comerlo, pues, aseguran que tiene un sabor raro.
Refirió que este problema ha sido expuesto a las autoridades municipales, a diputados, a escuelas, a empresas, pero no le han prestado atención.
Detalló que les han otorgado recursos a manera de indemnización, “pero lo que queremos es que lo quiten de aquí; de qué sirve que te den un dinerito de vez en cuando si nosotros al otro día no tenemos que pescar”, cuestionó la líder rural.
Detalló que el diputado local Flavino Ríos Alvarado les planteó la posibilidad de procesarlo en harina para alimento de ganado, pero finalmente el proyecto no se ha podido concretar.
El fenómeno migratorio también comienza a tomar fuerza, ya que la falta de productividad pesquera obliga a los jefes de familia, principalmente, a buscar oportunidades de trabajo en la cabecera municipal, incluso algunas familias han abandonado la congregación.