- Al ir con el actual ritmo de consumo, la humanidad necesitaría casi tres planetas Tierra para satisfacer sus demandas en este campo y en energía en 2050.
Redacción
Ciudad de México
En el tema de la alimentación, el panorama es crítico y el reto enorme, en especial porque el modelo de producción vigente no es sostenible, afirma Julieta Ojeda Gómez, encargada del despacho del Programa Universitario de Alimentación Sostenible (PUAS) de la UNAM.
Al ir con el actual ritmo de consumo, dice al citar al Fondo Mundial para la Naturaleza, la humanidad necesitaría casi tres planetas Tierra para satisfacer sus demandas en este campo y en energía en 2050. A mediados de 2024, el número de habitantes alcanzó los ocho mil 200 millones y va a seguir aumentando, “y con ello habrá crecientes requerimientos de producir alimentos para todos”.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la cantidad de personas en el cosmos aumentará a nueve mil 700 millones en 2050, pudiendo llegar a un pico de cerca de 10 mil 400 millones para mediados de 2080, y los recursos son finitos.
Independientemente de dónde vivimos, debemos tener más conciencia del uso que hacemos de ellos para nutrirnos y dejarles condiciones adecuadas a las próximas generaciones, recalca la encargada del PUAS.
En ocasión del Día Mundial de la Alimentación, que se conmemoró ayer 16 de octubre, menciona que las cifras referentes al hambre y la desnutrición son preocupantes. Según ese organismo internacional, en 2022 aproximadamente 735 millones de personas (9.2 % de la población mundial) se encontraban en estado de hambre crónica.
Además, se estima que dos mil 400 millones se enfrentaron a inseguridad alimentaria de moderada a grave, lo que significa que carecen de acceso a víveres suficientes. Este número se elevó en 391 millones en comparación con 2019.
El hambre y la malnutrición se traducen en individuos más propensos a enfermedades que les generan condiciones que les impactan como población económicamente activa, y por tanto, en sus medios de subsistencia. Dos mil millones de personas en el orbe carecen de acceso habitual a comestibles seguros, nutritivos y suficientes; en 2022, 148 millones de niñas y niños sufrieron retraso en el crecimiento y 45 millones de menores de cinco años presentaron emaciación (insuficiencia de peso respecto a la talla), añade la ONU.
Entre los problemas que se enfrentan para la producción, alerta Ojeda Gómez, se encuentran los factores ambientales: el cambio climático incrementa los fenómenos meteorológicos extremos como las sequías y las inundaciones, que afectan cultivos y cosechas, y encarecen los productos, haciéndolos inaccesibles para numerosas personas; a ello se suma el agua (su calidad, disponibilidad, sobreexplotación, contaminación) o la erosión de los suelos, lo cual va en detrimento de la calidad de lo que consumimos.
Otro elemento es el geopolítico: los conflictos bélicos, como la invasión de Rusia en Ucrania o la situación en Medio Oriente provocan crisis en cuanto al sustento para las personas en las zonas de conflicto, como la franja de Gaza (donde hay bloqueos para la ayuda humanitaria) y para el resto del mundo, por la escasez de insumos como el trigo, por ejemplo.
Uno más es la inseguridad, por ejemplo la violencia y el cobro de piso generan aumento en su costo y provocan cierre de establecimientos como pollerías, tortillerías, etcétera. Es un problema serio que dificulta el cumplimiento del lema de este año de la efeméride, que es: “Derecho a los alimentos para una vida y un futuro mejores”, asevera Ojeda Gómez.
Impulsar cambio de paradigma
A la agenda de la alimentación se agrega el concepto de la sostenibilidad. “Como humanidad debemos impulsar ese cambio de paradigma, en el cual se cubran las necesidades de una población creciente, pero además se preserven los recursos para las generaciones futuras. Sin esa óptica, será todavía más complejo lograr que todos ejerzan este derecho”, sostiene.
Julieta Ojeda refiere que a pesar de que la producción actual es suficiente para todas las personas, hay un problema de desperdicio que ocurre en todas las etapas, desde la producción hasta la distribución y el consumo.
Según un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado en marzo de 2024, los hogares de todos los continentes desperdiciaron el equivalente a más de mil millones de comidas cada día durante 2022.
Del total de las desperdiciadas ese año, 60 % se desechó en los hogares, mientras que 28 % correspondió a los proveedores de servicios alimentarios y 12 % al comercio minorista, detalla la entrevistada. Y en México la situación no es menos alarmante porque el desaprovechamiento anual es de 94 kilos por persona al año, cuando el 23.5 % de la población vive en pobreza alimentaria, detalla el Informe del Índice de Desperdicios de Alimentos 2021 de ese Programa.
En esta efeméride recordemos que nos asiste un derecho, pero también debemos hacernos responsables de nuestro consumo, acota Ojeda Gómez.
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EN TODOS LADOS
Modificar patrones de consumo y formas de producción es indispensable para construir medidas integrales capaces de afrontar los principales retos de la humanidad, que son sociales, económicos, políticos, culturales e integralmente ambientales, advirtió Julia Carabias Lillo, profesora de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM e integrante de El Colegio Nacional.
“La tecnología puede ayudar, pero no se trata de resolver por pedacitos, sino de tener políticas integrales y voluntad política para atender los problemas ambientales de fondo”, alertó.
La bióloga, activista y exsecretaria de Medio Ambiente y Recursos Naturales dijo que la humanidad ha impactado casi tres cuartas partes de la superficie terrestre y dos tercios de los océanos. “Pero existe una capacidad finita del planeta para sostener el bienestar humano”, subrayó.
Explicó que el modelo de desarrollo actual del planeta es desigual e intensivo en la extracción de recursos naturales, además de que degrada y sobrepasa la capacidad planetaria.
Carabias Lillo ofreció la conferencia inaugural del Coloquio La geografía ante los principales retos de la humanidad, que fue parte de los festejos por los 100 años de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL).
En el Aula Magna de la FFyL, ante la directora de la entidad Mary Frances Teresa Rodríguez Van Gort y colaboradores del Colegio de Geografía y del Departamento de Geografía del Sistema de Universidad Abierta (SUA) que organizaron el evento, Carabias Lillo resaltó que la biodiversidad del planeta debe importarnos “porque somos parte de ella, porque nos dota de alimentos, porque bebemos y respiramos biodiversidad y somos absolutamente dependientes de ésta. Sin biodiversidad no hay bienestar, porque es la garantía del derecho humano a un ambiente sano”, subrayó.
La científica universitaria, galardonada con la medalla Belisario Domínguez del Senado de la República, explicó que el planeta funciona en un equilibrio entre redes tróficas que mantienen la vida de los organismos y recursos como el agua y la energía, indispensables para todos.
“Pero por la actividad del hombre se han rebasado varios umbrales planetarios y otros están en proceso de llegar a una situación de riesgo, pues hay un impacto humano en los sistemas biofísicoquímicos”, indicó.
Desde el surgimiento del Homo sapiens que evolucionó de predecesores homínidos hace entre 200,000 y 300,000 años, la afectación al planeta ha sido creciente y cada vez más acelerada.
“Fenómenos como la Revolución industrial, hace 250 años, y la explotación de hidrocarburos como principal fuente de energía, desde el siglo XIX hasta nuestros días, han modificado la composición de la atmósfera y contaminado a la Tierra, en la que además vivimos cada vez más personas, sumando 8 mil millones de individuos para noviembre de 2022 y estimando que habrá cerca de 11 mil millones de habitantes en 2050, todos necesitando agua, energía, alimentos y materiales para sobrevivir”, señaló.
Carabias Lillo destacó que extraemos de la naturaleza más de lo que ésta puede renovar, y desechamos más de lo que puede absorber.
“Las crisis ambientales tienen un origen antropogénico. Si las generamos nos toca resolverlas mediante políticas públicas a todas las escalas, con todos los actores y con bases científicas”, consideró.