20 de Junio de 2025

Olivia y Yania dan la batalla por su familia lesbomaternal

Juntas crían a sus dos hijos; “si enseñas prejuicios, tendrás niños prejuiciosos”.

 

Cristina Pérez Stadelmann

CIUDAD DE MÉXICO

 

Olivia Rubio es criminóloga, abogada con especialidad en derecho penal, trabaja en el Senado de la República como asesora de la Comisión de Derechos Humanos y contrajo matrimonio en el año 2008 con Yania Córdoba, médico con maestría en criminalística y fundadora de la asociación civil Familia Diversas. Olivia tiene 46 años, y Yania 40, y ambas son madres de Oliver y Andrea de 5 años de edad recién cumplidos.

Contrajeron matrimonio en España el 14 de noviembre del 2008 cuando en la ciudad de México aún no podían casarse las parejas del mismo sexo; ambas vendieron sus autos para poder viajar, después de casi dos años regresaron a México pues la mamá de Olivia fue diagnosticada con cáncer, y comenzaba una crisis económica en España que repercutió en su economía y trabajo. Ya en la Ciudad de México, solicitaron la inscripción de su matrimonio al modificarse el Código Civil del Distrito Federal; obtuvieron el reconocimiento legal de su matrimonio por lo civil después de un proceso de juicio de amparo.

Al poco tiempo decidieron ser madres. Optaron por un proceso de inseminación asistida, eligieron a un donador en un banco de espermas y Yania se embarazó; “ya habíamos planeado que fuera yo quien me embarazara porque soy menor que Olivia. Al recurrir al banco de espermas observamos las características físicas del donador, su nivel académico, su historia clínica, descartando enfermedades crónicas”.

“Me hacen un ultrasonido, y es cuando nos dicen que estamos esperando gemelos; yo estaba terminando la maestría en criminalística en el Instituto Nacional de Ciencia Forenses cuando nuestros hijos nacieron”, narra Yania, mientras su hija Andrea con su vestido blanco y azul le demanda su atención. Andrea quiere galletas. Ambos menores cumplieron años el 2 de mayo pasado; salieron de viaje a la playa, sus madres les organizaron un desayuno en su escuela y una fiesta en su casa.

“Son niños que se han desarrollado en el mundo que le hemos mostrado; hoy están en una escuela que respeta la diversidad, lejos de aquellos que han expresado que una familia como la nuestra es una aberración. Todos los días damos la batalla por la equidad, por la igualdad que merecemos contra aquellos grupos ultra-conservadores que opinan que está comprobado que científicamente lo nuestro es una anomalía, una aberración”.

Comentan que muchas parejas que no cuentan con la información que ellas tienen, viven su relación en el anonimato; “supimos por ejemplo de una pareja que dijo abiertamente que eran personas lesbianas, y al día siguiente la fachada de su casa apareció pintada con la palabra lesbianas en letras mayúsculas a lo largo de toda la barda. Este es el tipo de parejas a quienes apoyamos a través de Familias Diversas A.C. Muchas de ellas —que tiene a sus hijos en escuelas públicas—, no pueden ostentarse como parejas que viven en la diversidad, pues inmediatamente son discriminadas, sobre todo si viven en provincia”.

“El mundo es diverso, pero hay quienes insisten en fomentar únicamente la familia nuclear; pero nosotras tenemos derechos y vamos a seguir yendo por ellos. En el pasado reciente no teníamos derecho a casarnos por lo civil, pero ya lo tenemos. No teníamos derecho a adoptar como familia lesbomaternal; y fue algo que ganamos”.

“Los amigos de mis hijos en la escuela no son prejuiciosos, nuestros hijos viven en la diversidad desde muy pequeños, su realidad es ésta, ellos asumen perfectamente que tienen dos mamás; les hemos explicado que existe una diversidad y ellos aceptan esta diversidad sin problema”, continúa Yania.

 

Discriminación contra el matrimonio igualitario

Sin embargo, para ambas la lucha es continua frente a la discriminación que persiste: en fechas recientes Yania y Olivia decidieron retirar a sus hijos de la escuela a la que iban, pues fueron discriminados por un profesor y por la directora de la misma. “Oliver, comentó que él tenía dos mamás. El profesor respondió: —“Si tienes dos madres, pues seguramente debes tener dos padres...”— Oliver llegó a casa, nos lo comentó; en seguida pedimos una cita con la directora y con el profesor para explicarle que ese tipo de comentarios eran discriminatorios. La cita nos fue negada. Pedimos hablar con la psicóloga; sin éxito.

Una mañana Olivia se presentó a la escuela para exigir hablar con la directora, lo hizo; y lo que escuchó fue que la directora no estaba de acuerdo: “yo no tengo la culpa de que ustedes estén enfermas; y de la confusión que están generando en los niños”; sentenció.

Olivia salió de la escuela y se comunicó de inmediato con Yania para solicitarle buscaran otra escuela para sus hijos, no sin antes interponer una queja ante el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación, Conapred por los comentarios homofóbicos, y lesbofóbicos a los que aseguran fueron expuestas.

Hoy, Olivia ha podido integrarse para dar pláticas sobre la diversidad sexual en la nueva escuela a la que asisten sus hijos con material de familias por la Diversidad A.C. “Cuando nuestros hijos sean mayores no tendrán conflicto en aceptar a nadie; si fomentamos prejuicios en los niños, creamos niños prejuiciosos; ellos, nuestros hijos, ya aceptan la diversidad, y lo mismo sus compañeros”, asegura Yania.

Mientras tanto, las preguntas de los niños van surgiendo y continúan: “Un día mi hija me preguntó por qué no tenía papá, y yo le respondí: ‘porque tienes la fortuna de tener dos mamás’, es así; vamos respondiendo a sus preguntas con la verdad por delante, sin mentiras, pero tampoco sobreinformándolos”.

Desde el primer momento en que decidieron ser madres, Olivia no quiso fungir como la probable tía de los niños o la prima, sino realmente ejercer su rol legal de madre. Oliver y Andrea llevan los apellidos de ambas. “Cada una de nosotras tuvo que dar su propia batalla con sus familias: padre, madre, hermanos previo a presentarnos como familia y vivir juntas para después casarnos”, comenta Olivia.

“Como abogada creo que tengo una ventaja pues sé qué derechos nos asisten, conozco los caminos para poder exigir nuestros reconocimientos legales; pero, para ello hemos invertido más tiempo y recursos económicos que muchas parejas heterosexuales; y eso, en sí mismo, es injusto”, dice.

Comentan que hoy la vida de ambas está dedicada 100 por ciento a sus hijos. “Hay quienes preguntan cómo pudimos ser tan egoístas para traer hijos al mundo bajo nuestra forma de familia. Yo respondo que no conozco otro ejercicio de mayor donación y entrega que el ser madre… no tengo tiempo más que para ellos, no me importa nada que sea para mí sino para ellos,… en realidad quienes nos juzgan no nos conocen, no saben cómo vivimos, no saben cómo nos entregamos.

“Cuando la iglesia usa términos como castigo divino hacia las familias abominables, —como dicen que somos—, lo único que están haciendo es fomentar un discurso de odio, confrontar a nuestros hijos. Si acaso hubiera un castigo por lo que hemos decidido como pareja y familia que ese castigo en todo caso sea para mi… y no para mis hijos”, reclama Olivia, quien se formó en un colegio católico, de monjas.

“A pesar de haber crecido en un familia tradicional, desde muy pequeña decidí dejar de ser católica, sin atacar a la iglesia en lo absoluto, pero sí lejos del discurso culpígeno, de control del cuerpo, y control sobre las personas que suelen tener. La iglesia no se da cuenta del daño que hacen a nuestros hijos al expresarse como lo hacen respecto a nuestras familias”, interviene Yania.

Hoy ambas se preguntan: "¿Cómo educar a nuestros hijos en un mundo laico, donde ellos no crezcan bajo el manto culpígeno de la iglesia, para que a ellos no les parezca importante lo que los jerarcas de la iglesia dicen; para que nuestros hijos no terminen afectados por la constante violencia verbal hacia diversidad sexual por parte de la iglesia católica?

“Vivimos en un país con un estado laico, en el cual las decisiones de los tres poderes de la Unión no deben tomarse en base a creencias religiosas, sino en todo caso, a los derechos humanos universalmente aceptados y no a partir de las campañas orquestadas por los altos jerarcas de la iglesia católica y su violencia verbal hacia nuestra comunidad”, concluye Olivia.

"Aquellos que no nos conocen deberían saber que nuestros hijos están tan bien criados y educados como el de cualquier familia heterosexual: viven bajo una estricta rutina; entre semana se levantan a las 6.45 de la mañana, les sirvo el desayuno y vamos hacia la escuela mientras Olivia se alista para salir al trabajo. Los recojo en la escuela de lunes a jueves a las 15 horas, y los viernes a las 13 horas. Andrea asiste a clases extras de ballet y pintura; y Oliver toma clases de karate y desarrollo de la creatividad. Comemos todos los días en casa, con comida guisada por mí, tiene un lapso de juego de una hora y media, y a las 7 los estoy bañando, lavando los dientes para que estén en cama máximo a las 20:30 de la noche. Entre semana está prohibida la televisión, tablets, o celulares; y por supuesto no cuentan con un celular propio”, concluye Yania, mientras el pequeño Oliver abre la puerta de su cuarto de juegos, perfectamente ordenado, y nos muestra su colección de dinosaurios.


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