* Cuando respiras y piensas que ya pasaste el susto, de la nada se aparece el espectro de un monje; es el ex convento del Desierto de los Leones.
* En Xochimilco, mientras recorres el canal apaciblemente, unas muñecas sucias y tétricas aparecen a la vista, y a lo lejos escuchas una mujer que se lamenta por sus hijos.
Naldy Rodríguez
Ciudad de México
En medio de la obscuridad y rodeada de un gran bosque de oyamel y ocotes, de repente el miedo recorre todo el cuerpo, se sienten escalofríos y aprietas con más fuerza la mano del compañero.
Los sonidos y después los movimientos refuerzan ese pánico a lo incierto y poco a poco se va convirtiendo en una risa liberadora, pero de miedo. Cuando respiras y piensas que ya pasó el susto, de la nada aparece el espectro de un monje.
Del otro lado de la Ciudad de México (CDMX), mientras se recorre un canal de aguas apaciblemente, unas muñecas sucias y tétricas aparecen a la vista, y a lo lejos se escucha una mujer que se lamenta “por sus hijos”, no por los propios, sino por toda la humanidad.
El Desierto de los Leones y Xochimilco, son dos de las zonas más representativas de la CDMX, en el día tienen un hermoso paisaje, pero en la noche dan paso a las historias de terror que sin duda se convierten en momentos inolvidables.
Los dos espacios son ejemplo de otro tipo de turismo que le encanta el terror…
Adrenalina y terror en el desierto
El Desierto de los Leones es un parque nacional, un bosque en medio de la gran megalópolis que es la CDMX, digno de visitarse por su inmensidad y su paisaje natural en mil 866 hectáreas. Y justo en medio se encuentra una vieja construcción, un convento que data del siglo XVII.
Es ahí, el lugar que habitaron decenas de monjes de los Carmelitas Descalzos, donde la piel se empieza a poner “chinita” y los bellos se erizan si se recorre por la noche, solo iluminado por la luz de la luna, las estrellas y en ocasiones un candil que parpadea.
En medio del denso bosque, desde hace cuatro años, un grupo de frailes –algunas veces caracterizados y otras, dicen que, en apariciones- recorren por las noches el ex monasterio para llevar a un grupo de curiosos por los rincones de este inmueble construido entre 1606 y 1611.
Se trata de una representación en la que cuentan las leyendas de algunos monjes que habitaron el lugar y que seguían los principios máximos de la orden religiosa: obediencia, pobreza en la soledad y meditación. No por ser actuación se deja de sentir miedo, la inmensidad de la obscuridad y lo desconocido, hace vivir momentos de adrenalina y terror.
“Este lugar tiene más de 400 años de que fue construido, hace 200 años fue abandonado por los Carmelitas Descalzos, después sirvió como cuartel de la Revolución Mexicana y posteriormente en una fábrica de vidrio hasta que es rescatado por el gobierno”, explica Mario Flores Pavón, narrador de las leyendas.
Son 20 personas las que están involucradas en la escenificación de las fábulas en el Desierto de los Leones, con funciones los días jueves, viernes y domingo, con la finalidad de rescatar la cultura e historia de la CDMX, añade.
El recorrido de 90 minutos es una experiencia sensorial que pondrá los pelos de punta, sin soltar la mano del compañero, pues de lo contrario, podrían sentir ese presencia en medio de la obscuridad acercarse…
El color y la magia en Xochimilco
A una hora de distancia de los vestigios de los Carmelitas Descalzos, por las aguas del canal de Xochimilco ronda el ajolote -anfibio endémico, que dicen que cura mil y una enfermedades- con su leyenda prehispánica.
Este “pedacito” de la CDMX es hoy en día Patrimonio Cultural de la Humanidad que conserva uno de los sistemas de cultivo más antiguo: chinampa, pequeñas islas en medio del lago donde se siembra 12 diferentes tipos de lechuga, rábano, betabel, quelites y una gran variedad de flores.
A lo largo de ese canal de 180 kilómetros, instalado desde hace 232 años, nace y crece el ajolote, el “alimento de la humanidad” desde la época de los Mexicas cuando de ser un Dios se convirtió en el monstruo del lago por no querer trabajar ni competir contra Teotihuacán y Nanahuatzin.
“Es endémico y ahora escaso, se dice que regenera y es bueno para las vías respiratorias. Ese ser vivo está en los canales de Xochimilco”, explica la antropóloga María Teresa Herrera Ortiz, quien también se encarga de capacitar a las “flores más bellas del ejido”, las jóvenes que representan a cada delegación en un concurso anual y después representan a la Ciudad de México en atrás latitudes.
Pero volvamos a Xochimilco. Con 17 barrios y más de14 pueblos, conserva muchas historias de la época prehispánica y de la fundación de la Ciudad de México, quizá la que más se ha transmitido de boca en boca es la de “La Llorona”.
Mientras se observa la vendimia de elotes, diademas, flores y se escucha la música de marimba, mariachi, salterio y la redova, la mujer vestida con ropa tradicional relata que La Llorona prehispánica no llora solo por sus hijos sino por toda la humanidad.
“La Llorona es deidad de Xochimilco, que quiere decir mujer serpiente, es la creadora del género humano… Llora de impotencia de decir ‘pobres de mis hijos’, por la humanidad que comete errores”, rememora.
La historia de la mamá de xochimilcas fue desvirtuada por los Franciscanos, quienes llegaron a decir que su alma penaba por matar a sus hijos. En lo que sí coincide es que aún se le puede oír por los extensos canales. Si se escucha lejos puede ser presagio de que habrá una gran muerte de personas y si el lamento es cerca, un familiar o ser querido podría perder la vida.
Las más de mil trajineras no paran los 365 días del año, en cualquier horario, y además de la diversidad de color, sonidos y sabores, otro atractivo es la “Isla de la muñeca”, con sus sucias y lúgubres caras de niña.
El padre de todas esas figurillas ya murió, dicen que en el mismo lugar donde una pequeña perdió la vida años atrás al caer una trajinera. En ese mismo sitio fue encontrado sin vida en el 2004 don Julián.