1 de Agosto de 2025

ENTRE OVNIS Y ALIENS / EL TERCER TESTIGO / MARCIANO DOVALINA

19a

El 1 de julio de 2025, algo entró a nuestro sistema solar. No fue una sonda de la NASA, ni una nave secreta china, ni mucho menos un meteorito cualquiera, fue una cosa que venía de tan lejos que ni el Sol podría reclamarla como suya, los astrónomos lo bautizaron con el nombre técnico de 3I/ATLAS, aunque a mí me gusta pensar en él como el tercer testigo.

Porque este no es el primer objeto que nos visita desde afuera, en 2017 fue Oumuamua, el que parecía una galleta de almendra lanzada por Dios con un tirachinas galáctico, luego vino 2I/Borisov, más clásico, más cometón y ahora aparece esta nueva figura: ATLAS, un cometa interestelar que —según los científicos— tiene más pinta de vagabundo cósmico que de turista accidental.

Pero ¿y si no es un cometa?

¿Y si es otra cosa?

Primero, vamos con los datos fríos (aunque esto venga de zonas ardientes del universo).

ATLAS fue detectado desde el hemisferio sur por el sistema ATLAS, una red de telescopios de alerta temprana diseñada para avisarnos si algo nos va a partir en dos, desde su aparición, quedó claro que este objeto no pertenece al sistema solar, su trayectoria es hiperbólica: no orbita, atraviesa, su excentricidad orbital ronda el 6.2, cuando todo lo que es “nuestro” gira entre 0 y 1, su velocidad es de 58 kilómetros por segundo, eso equivale a más de 210,000 kilómetros por hora, algo así como cruzar de la Tierra a la Luna en menos de tres horas si fuera en línea recta.

Dicen que mide entre 8 y 11 kilómetros, más grande que Oumuamua, más brillante, más escurridizo, se acercará a su punto más cercano al Sol el 29 de octubre de 2025. Pero, curiosamente, en ese momento la Tierra estará al otro lado del Sol, como si el objeto evitara mostrar su verdadero rostro, desde este ángulo, nos quedaremos sin verlo de cerca por ahora.

¿Te suena sospechoso?

A mí también.

Lo que sospechan algunos locos —y algunos genios

El primero en levantar la ceja fue el físico Avi Loeb, el mismo que aseguró que Oumuamua podría ser tecnología alienígena degradada o, mejor aún, una vela solar abandonada, ahora, Loeb vuelve a la carga: dice que 3I/ATLAS podría estar evitando deliberadamente a la Tierra, que tal vez, solo tal vez, no sea un cometa, sino un objeto artificial disfrazado de uno.

¿Exagerado?

Tal vez.

¿Descabellado?

No tanto, si consideramos que este visitante galáctico:

Cambia de brillo de forma anómala.

Tiene una trayectoria que lo aleja de toda observación óptica clara.

Parece repetir el patrón de los anteriores: llegar, sorprender y desaparecer sin dar tiempo a tomar una selfie.

Loeb lo compara con el principio del “bosque oscuro”: una teoría que dice que el universo está plagado de civilizaciones ocultas, silenciosas y paranoicas, que nadie quiere ser encontrado, y que tal vez 3I/ATLAS no viene a visitarnos sino a espiarnos.

La tercera señal

Primero fue Oumuamua: una piedra sin cola y sin coma, que se fue más rápido de lo que llegó.

Después, Borisov: el cometa clásico, pero con una química que no encajaba con ningún otro.

Y ahora ATLAS.

Tres objetos en menos de una década, tres señales que nos recuerdan que no estamos tan solos como creemos, que tal vez el silencio del universo no es tal, sino un eco calculado, un eco que nos observa.

¿Y si estamos siendo cartografiados?

¿Y si están midiendo nuestra tecnología, nuestra química atmosférica, nuestra respuesta social?

¿Y si esta es la manera elegante de una civilización avanzada de decir: “Sabemos que están ahí, estamos viendo si están listos”?

Una oportunidad que se va, pero deja huella

ATLAS seguirá su camino, no chocará con nosotros, no nos iluminará el cielo como un segundo Sol, no causará terremotos ni abrirá portales.

Pero sí nos está dejando algo:

preguntas.

Y, con suerte, más preguntas que respuestas, porque los objetos interestelares no son peligrosos por su tamaño ni por su velocidad, sino por el espejo que nos ponen frente a los ojos, nos obligan a ver hacia arriba, a salir de TikTok por un segundo, a recordar que vivimos en una roca flotante que está siendo visitada por cosas que vienen de otras estrellas.

Y eso, es más revolucionario que cualquier reforma electoral.

Así es que, si tienes un telescopio y el cielo despejado, puedes intentar buscarlo estos días antes de que se esconda tras la luz solar, no esperes un espectáculo de fuegos artificiales, espera algo más sutil: el destello fugaz de lo imposible.

Y si no lo alcanzas a ver, no te preocupes.

En unos años vendrá el cuarto.

Porque ya estamos en la lista.