23 de Noviembre de 2024

Revelaciones: La Historia se repite

Margarito Escudero Luis

Hace 46 años México vivió uno de sus episodios más tristes, dramáticos y sangrientos; un cambio brusco en su devenir Histórico, un golpe frontal con su propia realidad.

A casi medio siglo, el México que cambió bruscamente, parece que vuelve sobre sus pasos sin haber aprendido la experiencia.

 

Parece que los muertos del 68 no fueron suficientes y la Historia reclama más sacrificios hasta que cada mexicano entienda cuál es su papel en esta comunidad.

El dos de octubre de 1968, miles de estudiantes, apoyados por las autoridades educativas de ese tiempo, reclamaban oídos al gobierno, pero este prefirió continuar con la sordera institucional, con la soberbia del poderoso.

Gustavo Díaz Ordaz no defendía el estado de derecho, sino el principio de autoridad, no representaba al pueblo, sino a la élite nacional que buscaba quedar bien en el ámbito internacional.

Entonces la ingenuidad juvenil llevó a creer en los postulados democráticos de la Revolución que, se suponía el PRI y sus cómplices defendían.

Esos “herederos de la Revolución” pasaron a ocupar el lugar que dejaron vacantes los terratenientes, hacendados y señores de horca y cuchillo y así, se transformaron en verdugos del pueblo que los encumbró.

En una simbólica Plaza de las Tres Culturas, fueron acorralados los cientos de universitarios, niños, ancianos, amas de casa y masacrados por las balas de quienes aún no se conoce completamente su identidad.

LA PEDRADA

Díaz Ordaz asumió toda la responsabilidad de la matanza, por lo menos fue un gesto valiente, dejando en libertad a Luis Echeverría, que sería el candidato presidencial al año siguiente.

Echeverría Álvarez jamás se bajó de su soberbia y, siendo candidato presidencial, se atrevió a entrar a la Universidad Nacional Autónoma de México, cuando la herida del dos de octubre aún supuraba, cuando el dolor todavía estaba en el alma de los universitarios.

Ahí, los estudiantes volvieron a dar muestra de coraje, se atrevieron a demostrar una vez más, que los personajes encumbrados por el gobierno no son todopoderosos ni invencibles y armaron una gran protesta en contra del candidato oficial que los ofendía con su presencia.

Luis Echeverría Álvarez fuer corrido de la UNAM a pedradas y esas piedras marcaron el declive de un sistema autoritario y soberbio, obligándolo a volver sus ojos al pueblo.

REFORMAS POLÍTICAS

Una de las consecuencias del dos de octubre, fueron importantes cambios en la política oficial, aunque no quisieran, tuvieron que hacer modificaciones en la cuestión electoral, hubo importantes aperturas que vinieron a cuajar durante el sexenio de José López Portillo, quien fuera el sucesor de Echeverría.

Antes de eso, solamente tronaban los chicharrones del PRI y por ahí se escuchaba un partidito comparsa llamado PPS.

La apertura política fue real, legal y los primeros opositores reales al sistema lograron colarse a la Cámara de Diputados.

Pero, la legalidad en México es algo que todavía nos falta asimilar bien. Pues a pesar de que ahora se permiten partidos de oposición, sus dirigentes han optado por negociar con el sistema para no perder privilegios.

Quienes en algún momento se ostentaron como defensores del pueblo, como militantes de izquierda, olvidaron sus principios y se entregaron a las mieles del poder.

Con esa actitud permitieron que renaciera ese poder soberbio, sordo y autoritario, la sociedad volvió a quedar relegada, los gritos y protestas ni se ven, ni se oyen; todos ellos en complicidad solidaria, arrebatan al país lo que le corresponde y lo entregan a extranjeros.

DERRUMBAR AL IPN

Y no sólo las riquezas naturales de México, sino también su principal riqueza pretende ser puesta en charola de plata, al intentar modificar planes de estudios, quitar el sentido científico a una de las instituciones educativas de mayor prestigio en México, para que se convierta en una fábrica de mano de obra barata y ponerla al servicio de inversionistas extranjeros.

Hasta el momento, la estrategia no pegó. Los estudiantes del Instituto Politécnico Nacional (IPN) no lo permitieron y el resto de los mexicanos no deberíamos permitirlo.

Las calles de la capital del país vuelven a escuchar los gritos estudiantiles. Hace 46 años fueron estudiantes de la UNAM los que llevaban la voz cantante. Hoy corresponde a los del Poli protagonizar su momento.

Pero, aunque las autoridades hagan como que escuchan, hasta este momento, eso no deja de ser una pose.

El dos de octubre del 1968 no puede olvidarse; al contrario, renace ahora, ante los gobernantes que antes de proteger a los mexicanos, prefieren quedar bien con los extranjeros.