La reciente ampliación del grupo de los "BRICS", (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) aparenta ser un intento concertado de empezar a ofrecer alternativas al predominio de los países occidentales, esto es las naciones desarrolladas, con un liderazgo repartido en áreas geopolíticas.
Los casos más obvios son Rusia, por un lado, y China, por otro. La Federación Rusa para tratar de romper el frente de sanciones económicas determinado por Estados Unidos y sus aliados ante la invasión de Ucrania. Beijing, por su parte, desarrolla un proyecto propio que incrementa su influencia económica y política a través del comercio y las finanzas.
Pero no son los únicos. La presidencia india de la reunión anual del Grupo de los 20, en Nueva Delhi, permitió al gobierno del primer ministro Narendra Modi reclamar el papel de líder y portavoz del "Sur Global", un todavía amorfo, pero numeroso bloque de países en desarrollo que reclaman una voz mayor en los asuntos mundiales y una menor injerencia de los países desarrollados en sus asuntos internos.
La ausencia de los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y, sobre todo, de China, Xi Jinping, restó espectacularidad al encuentro, pero favoreció el protagonismo de India, que, a querer o no, es vista como una fuerte competidora de Beijing sobre todo en el sureste y sur del Asia, ahora, y global en el futuro previsible.
Brasil, a su vez, se presenta ya a la cabeza de un bloque compuesto por sus países vecinos en América del Sur, convocados con una combinación de activismo y "poder blando" y con el prestigio personal del presidente Luiz Inácio Lula da Silva como punta de lanza.
Entre los países recién incorporados (Arabia Saudita, Irán, Argentina, Emiratos Árabes Unidos, Egipto y Etiopía) se vislumbran también metas geopolíticas: Arabia Saudita parece cada vez más buscar un camino aparte de su tradicional alianza con Estados Unidos y Europa Occidental, mientras su vecino y tradicional rival geopolítico regional, Irán, busca caminos alternativos para romper también con sanciones comerciales impuestas por las naciones occidentales.
Tanto China como Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos son presentados como posibles socios para romper con el monopolio financiero de las instituciones occidentales como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI), y sin sus condicionamientos políticos, de democracia a derechos humanos, al menos en principio.
La potencialidad económica de los países involucrados les permite pensar al menos en la posibilidad de aprovechar mecanismos como el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), que se basaba en la formidable economía china y ahora tiene posibilidades de acceso a fondos árabes, que desplacen al dólar como moneda de intercambio comercial, al menos
entre ellos.
Algunos afirman que la nueva formulación de los BRICS abre una nueva etapa de revanchas y nuevos acomodos en el orden internacional.