18 de Abril de 2025

Los fósiles que hablan

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  • Revelan formas de crecimiento y adaptaciones al ambiente. Mediante la paleoecología podemos aproximarnos a las especies para indagar cómo vivían, qué comían, cómo se reproducían y qué relaciones tenían con otras, destacó Pedro García Barrera, de la FC.

Redacción
Ciudad de México

Suman miles de años en lo que fuera la parte de un organismo o un hueso de algún esqueleto. Son los fósiles, evidencias de vida que permiten conocer el pasado de la Tierra y de especies que han evolucionado y hoy son distintas a sus ancestros.

“Los fósiles revelan modos de vida, formas de crecimiento y adaptaciones al ambiente”, afirmó Pedro García Barrera, doctor en Biología y profesor de la Facultad de Ciencias (FC) de la UNAM.

Los organismos con partes duras, como huesos y conchas, tienen más posibilidad de convertirse en fósiles y ayudar así a realizar estudios evolutivos, de anatomía comparada, de datación y de condiciones ambientales, señaló.

García Barrera ofreció la conferencia “Registro fósil y evolución: establecimiento de relaciones ecológicas”, dentro del segundo ciclo Perspectivas contemporáneas de la evolución, organizado por el Seminario Universitario de Evolución (SUE) de la UNAM.

En el anfiteatro Alfredo Barrera de la FC, el académico destacó que, en el sentido tradicional, la paleoecología se define como la utilización de la información biológica, obtenida de los fósiles y capas sedimentarias, para poder determinar las características de los ambientes sedimentarios antiguos.

En un contexto moderno de investigación, dijo, la paleoecología es la forma en que la ecología ha resuelto las interacciones entre las especies a través del tiempo, considerando para ello la influencia de la evolución y de los cambios ambientales.

La ecología se divide en autoecología, cuando se refiere a la influencia de los factores del ambiente sobre los individuos de una especie; y sinecología, cuando aborda las poblaciones y comunidades que forman una unidad dinámica.

En el ecosistema participan factores bióticos, como bacterias, virus, hongos, peces, helmintos, anfibios, moluscos y reptiles, además de factores abióticos, entre ellos la luz, salinidad, PH, altura, presión, temperatura, radiación, agua y suelo, detalló.

“Los llamados controles ambientales interactúan entre sí para regular la distribución y abundancia de las especies en los diferentes ecosistemas”, mencionó.

Por ejemplo, la presión que se genera en las profundidades del océano no sólo afecta la forma y la fisiología de las distintas especies que las habitan, sino también la distribución y abundancia de los nutrientes, gases, iones, luz, etcétera, agregó.

El especialista reiteró que los fósiles permiten estudiar la morfología adaptativa, es decir, los modos de vida, formas de crecimiento y adaptaciones al ambiente.

“Mediante la paleoecología podemos aproximarnos a las especies para indagar cómo vivían, qué comían, cómo se reproducían y qué relaciones tenían con otras especies”, indicó.

Estos estudios permiten a los expertos realizar comparaciones con especies análogas modernas, elaborar modelos teóricos, computaciones o físicos, y tener evidencias circunstanciales.

El científico explicó los casos de los bivalvos (moluscos con caparazón, casi siempre marinos), en los que se identificó mediante los fósiles a aquellos que vivían fijos al sustrato en el fondo del mar, y a otros que eran nadadores.

También identificó diferencias en los ojos de una especie extinta de artrópodos que vivieron en el Cámbrico, llamados radiodontos, cuyas características visuales les ayudaban como depredadores y también como una forma de reconocimiento sexual entre individuos de la misma especie.

Los fósiles también han revelado que los Pterosaurios de gran tamaño tenían adaptaciones importantes para volar, a diferencia de las aves actuales que caminan y saltan utilizando únicamente sus patas traseras.

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Mrisol Montellano Ballesteros, del Instituto de Geología, habló de las distintas especies que se han encontrado a lo largo de nuestro país, la era en la que vivieron, sus características y sus particularidades.

La investigadora se apoyó en diversas imágenes para demostrar las diferencias entre los mamíferos, resaltar la inmigración de fauna sudamericana al norte de América, así como algunos ejemplos de la megafauna del cuaternario en México: elefantes, bisontes, perezosos, lobos, caballos, venados, y osos, pertenecientes a 146 géneros, 44 familias y 13 órdenes.

“Hace más o menos 10 mil años se dio la gran extinción, justamente de la megafauna, se discute si fue ocasionada por el hombre o si tuvo que ver la parte climática, se habla también de un meteorito; son las hipótesis que se manejan, lo real es que efectivamente la megafauna se extinguió quedando las formas (especies) mucho más pequeñas o medianas, que es lo que vemos actualmente”, explicó.

México tiene un registro de mamíferos fósiles rico y diverso, aunque hay un vacío en ciertas temporalidades, su posición geográfica es importante para comprender el evento del intercambio faunístico entre América del Norte y América del Sur y qué pasó con las faunas durante las glaciaciones.

Se han hecho estudios y cálculos, pero todavía no hay una certeza si la gran extinción de se dio por el humano, ¿cuál sería la población humana para que pudiera realmente exterminar a toda la fauna? No da. Se ha argumentado que fue el humano, porque cuando surgió, migró y pobló todos los continentes, supuestamente la extinción va detrás de que aparece, afirmó la responsable del Departamento de Paleontología del Instituto de Geología.

“Esto tiene muchas incógnitas, uno de los grandes problemas es determinar cuándo se extinguieron los grupos, no hay suficientes dataciones radiométricas para decir realmente cuál fue el último, no hay evidencias, por ejemplo, cuando se halla un hueso que está marcado, automáticamente su muerte se le atribuye al hombre, pero no se sabe si lo cazó o lo utilizó a su paso”, añadió.

También se habla de la hiperenfermedad, cuando el humano fue poblando la Tierra no iba solo, probablemente estaba acompañado de ciertos animales como el perro, que lleva sus propios bichos, parásitos, virus y el hombre también, al entrar en contacto con la fauna de cada lugar, pudo ocasionar una enfermedad, supuso.

A pregunta del público, informó que en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, de acuerdo con la revista Arqueología Mexicana, se ha hecho una revisión sobre la posible presencia de restos fósiles. “Sí, hay un proyecto y se recolectaron muchísimos fósiles que están resguardados, no se sabe cuándo estarán disponibles para su preparación y estudio, hay que saber si se encontraron ejemplares jóvenes de elefantes o sólo grandes, porque ¿podría ser que ahí se iban a morir?”.

Consideró que la importancia de este lugar no son sólo los fósiles, también se han hecho dataciones radiométricas y de sedimentología, para saber exactamente de qué momento se habla, si es antes de la llegada del hombre, porque no han encontrado restos humanos, aseguró.

La profesora consideró que hace falta crear conciencia acerca de la importancia de los fósiles:

“son patrimonio nacional, pertenecen a la nación, no son propiedad privada y es nuestro deber preservarlos, conservarlos y darlo a conocer para que las personas locales y las comunidades conozcan su valor, mucha gente piensa que por encontrar el esqueleto de un elefante pueden crear un museo y hacerse de una cantidad impresionante de dinero, no es así. Falta más labor del INAH con las comunidades, para sensibilizar sobre la importancia y el valor de los fósiles”.

Al referirse al trabajo de campo con la crisis de inseguridad en el país, la investigadora comentó que durante varios años se trabajó en Chihuahua, frontera con Estados Unidos: “cuando empezamos a trabajar ahí, inició todo este problema, siempre íbamos con la gente local, acampábamos a unas cinco horas de la población más cercana, no había señal de celular, siempre viajábamos en camionetas con el escudo de la UNAM”.

“Teníamos de esas banderas grandísimas, compradas en el estadio, que poníamos en el campamento, porque estábamos tan cerca de Estados Unidos, desde donde nos vigilaban, pero éramos muy cuidadosos en los retenes, los militares nos identificaban y sabían dónde estábamos, nunca hubo un problema, hasta que en una ocasión nos comentaron que por ahí habían ametrallado, decidimos no ponernos en peligro por unos fósiles. En Baja California no hemos tenido ningún problema, llegamos a una localidad donde nos conocen y no se meten con nosotros”, sostuvo.


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