- Los jumiles o chinches de la montaña forman parte de la amplia gastronomía de comunidades completas de la nación Nij See Xánh a o triqui, asentada en la parte alta de la Mixteca de Oaxaca quienes los consumen por su sabor picante.
El Universal
SANTIAGO JUXTLAHUACA, Oax.
No todas las chinches se relacionan con plagas o alergia en las personas, algunas son ingredientes que se consideran verdaderas joyas para la gastronomía de Oaxaca, caracterizada por encontrar en los insectos una forma de ampliar la riqueza culinaria.
Los jumiles o chinches de la montaña forman parte de la amplia gastronomía de comunidades completas de la nación Nij See Xánh a o triqui, asentada en la parte alta de la Mixteca de Oaxaca quienes los consumen por su sabor picante.
Para las familias Nij See Xánh a, es común consumir los jumiles durante los meses de octubre a marzo, una costumbre que nació, confiesan, del hambre y la necesidad que por siglos ha padecido esta nación originaria, la misma cuyos habitantes son identificados por el éxodo y desplazamiento que los ha llevado a dejar su territorio y a buscar la sobrevivencia casi en todo el país.
"Pues antes no había mucho que comer, así que buscábamos insectos, larvas, hierbas y otros alimentos que ofrece nuestro bosque, para irla pasando. Aun consumimos mucho de todo eso, aunque en menor cantidad", dice don Miguel López, con un gesto de acidez en el rostro mientras absorbe el líquido de un jumil, algo que para algunos puede ser hasta irritante y desagradable.
En Yosoyuxi Copala, comunidad del municipio de Santiago Juxtlahuaca, la tradición es consumir los chinches de montaña después del día 29 de septiembre, pues es en esa fecha cuando se bautiza al bosque y todos los animales que en el habitan, cuenta el hombre de 58 años de edad, quien asegura que el chinche del monte es un insecto sagrado que alimenta a las personas, por lo que hay que guardarles respeto.
Sólo existe una excepción, los chinches no deben consumirse durante la celebración de Todos los Santos, añaden las otras personas que acompañan a don Miguel en este recorrido en busca de estos insectos.
Los jumiles o chinches del monte, se pueden consumir crudos e incluso vivos. Mientras están vivos, el líquido que expulsan puede ser anestésico al grado de adormecer la lengua, quitando el hambre. Esa es precisamente la cualidad por la que se integró a su gastronomía, pues esta región de Oaxaca es considerada como la más pobre del estado y por ello la mayor expulsora de migrantes.
Actualmente el chinche es parte de la dieta de los pobladores de Yosoyuxi, así como de las otras comunidades de Nij See Xánh a, por lo que se les busca con regularidad en el bosque. Consumen el líquido de estos insectos generalmente en una tortilla, como taco, o simplemente directamente a la boca, sorbiendo el líquido.
Herencia y conocimiento que se enseña
Abel aprendió a comer y a recolectar los chinches desde muy pequeño. Cuenta que al igual que don Miguel, lo experimentaron en compañía de sus abuelos, otras personas mayores, o vecinos, pues su consumo debe ser supervisado. "Todas las personas lo comen, pero en cierta temporada. Se mastica de poco a poco, porque uno se puede ahogar con el sabor tan intenso. No se recomienda a los niños", explica.
En la cosmovisión de las familias triquis se dice que, si el insecto tiene el sabor desagradable, es porque el agua va a continuar o seguirá lloviendo fuera de tiempo. En cambio, cuando está bueno, significa que la lluvia se irá pronto.
Para poder encontrar estos insectos, es necesario caminar unos cuatro o cinco kilómetros de distancia, hacía el bosque donde el jumil habita entre la hojarasca, en la corteza de los árboles secos o en las raíces de las plantas. En esta ocasión, los recolectores de chinches, principalmente hombres, caminan a las orillas de un río para atraparlos.
Los pobladores saben el lugar exacto donde pueden encontrar a los insectos, por los años de experiencia de recorrer sus bosques. "Pues conocemos cada parte de nuestros bosques, nuestros caminos, porque no donde sea se pueden conseguir", mencionan entre risas.
Durante el proceso, prenden fuego con hojas secas y verdes para que se genere humo y entonces los insectos salen volando. "Tiene su técnica para poder atraparlo, no sale así nomás", dice uno de los recolectores mientras prende el fuego. Los otros están atentos para ver por dónde vuelan los chinches.
Otro de sus lugares predilectos son los platanares, y por ello con el tiempo los chinches de la montaña han ido escaseando, porque se han ido dejando en abandono las parcelas de esta fruta, señala don Miguel.
"Antes había más platanares, había más chinches, ahora como ya no han limpiado los terrenos de plátano, pues ya hay menos chinches", explica.
"No los comemos por puro gusto, sino por el sabor. Con una tortilla caliente o blanda se le embarra el líquido", agrega otro de los vecinos de Yosoyuxi. Esa es precisamente la característica de los habitantes de esta nación, que consume al insecto sin otros ingredientes o acompañamiento.
Otras comunidades como Ñuú Savi o pueblo de la lluvia que también habitan la Mixteca preparan estos insectos en salsa, con chile y tómate; otros, en guacamole. Y a veces, agregan el líquido a los frijoles o caldos por su sabor picante.
De hecho, los chinches de la montaña y otras especies son comunes en las distintas zonas de estados como Morelos, Guerrero, Hidalgo, México, Veracruz, y los pueblos de Oaxaca no son los únicos que los consumen, pues muchas comunidades los comen como parte de su dieta diaria, en distintos platillos y presentaciones.
En alguno de estos lugares, los chinches se llegan a vender en los pequeños tianguis. Por ejemplo, en Santiago Juxtlahuaca, los jumiles pueden llegar a costar hasta 15 pesos cada uno, cuando se escasean; a veces tres por 20 pesos. Pese a ello, los pobladores de Yosoyuxi prefieren ir a recolectarlos para comerlos en familia y sólo para su consumo, no para comerciarlos.