El USS H-1 Seawolf, modelo estadounidense de principios del Siglo XX, patrulló las costas atlánticas durante la confrontación bélica
Agencias
Especialistas trabajan en el estudio y conservación de un submarino estadounidense que encalló en aguas nacionales en 1920, después de la 1a Guerra Mundial.
Casi un siglo después, la historia del submarino H-1, utilizado por la Marina estadounidense durante la Primera Guerra Mundial, ha resurgido de las profundidades marinas mexicanas. Arqueólogos subacuáticos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) registraron, a 15 metros de profundidad, los restos de la embarcación que encalló en aguas sudcalifornianas en 1920.
Justo en la Playa Occidental de la Isla Santa Margarita, en Baja California Sur, los especialistas han podido definir las dimensiones y el estado del único submarino histórico hallado, hasta este momento, en aguas nacionales. Se trata del USS H-1 (SS-28) construido en 1909, en Union Iron Works, en San Francisco, California (EU), llamado originalmente Seawolf y renombrado como H-1, en 1911.
Considerado el modelo estrella de la marina para el patrullaje de su costa atlántica de Long Island, durante la Gran Guerra, el submarino regresaba, junto con el H-2, a California, cruzando por el canal de Panamá. Al anochecer del 12 de marzo de ese mismo año, una tormenta dejó sin posibilidad de maniobra al H-1, que encalló a 365 metros de Punta Redonda, en Isla Santa Margarita.
El comandante James R. Webb ordenó a la tripulación abandonar la nave y nadar hacia la playa; en el trayecto cuatro de los 25 tripulantes, incluido Webb, fueron vencidos por el mar. A 400 metros de distancia, en medio de la oscuridad, el H-2 logró cambiar curso, sin embargo, su posición impidió ayudar al H-1. A pesar de los intentos por poner a flote al USS H-1 en los días posteriores, se fue a pique y al paso de los años se volvió imposible localizarlo.
No fue sino 2016, que el INAH recibió un aviso sobre la presencia de un submarino; pobladores de Puerto Alcatraz volvieron a identificarlo cuando guiaron a un pescador deportivo a lo que ellos pensaban era una roca; el sitio ya había sido víctima de saqueo para apropiarse de los componentes de bronce y fue el fotorreportero Alfredo Martínez quien lo relocalizó y dio aviso a los especialistas.
Científicos de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del INAH desarrollan ahora un proyecto para estudiar los restos. De acuerdo con Roberto Junco, titular de la SAS, informó que hasta el momento se han realizado dos temporadas de inmersión: la primera en 2017, con una
exploración en la que se tomaron fotos y medidas del pecio.
“La estructura se colapsa y se observa el área de controles y de torpedos; la parte de la torreta también está colapsada. El estado del casco es malo y donde éste se ha perdido hay agujeros que dejan ver su esqueleto”, explicó.
En 2018, la segunda exploración permitió hacer un registro puntual del submarino utilizando, por primera vez en México, el método de la fotogrametría en una embarcación, llevado a cabo por el arqueólogo Korato Yamafune. El modelo en tercera dimensión ahora servirá para monitorear su estado de conservación.