La Primera Bailarina Absoluta del Ballet Nacional de Cuba y un símbolo cultural de su país, falleció ayer a los 98 años
Alicia Alonso, una de las más grandes figuras del ballet falleció ayer a los 98 años. La única latinoamericana en ostentar el título simbólico de prima ballerina assoluta (otorgado a las bailarinas más excepcionales), falleció a causa de una “enfermedad cardiovascular”.
“Alicia Alonso se ha ido y nos deja un enorme vacío, pero también un insuperable legado. Ella situó a Cuba en el altar de lo mejor de la danza mundial. Gracias Alicia por tu obra inmortal”, tuiteó el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel.
Muchos evocan a la bailarina de cuello de cisne, disciplinada y temperamental, como pocas, que seducía al público con sus giros virtuosos, así como a la coreógrafa exigente que hacía repetir incansablemente los movimientos en busca de la perfección.
Otros la ven como la gran dama cubana que entregó su alma a la Revolución de Fidel Castro, y que se codeaba con reyes, poetas y políticos. Fue con el apoyo de Castro que su escuela creada en 1948 tomó impulso.
Su discípulo Carlos Acosta, quien fundó su propia compañía, Acosta Danza, y dirigirá el Ballet Real de Birmingha desde el próximo enero, dijo que “en estos momentos no puedo dejar de pensar en todo lo que le debemos, en el extraordinario legado” que dejó.
Alonso, que debutó en Broadway en 1938, se quedó casi ciega a los 20 años después de sufrir un doble desprendimiento de retina, y bailó casi toda su vida guiándose por las luces sobre el escenario. Colgó sus zapatillas de punta en noviembre de 1995 a los 74 años.
La reinterpretación que hizo durante medio siglo de Giselle la elevó a los altares de la danza clásica. Al respecto la crítica fue unánime: Alicia Alonso nació para que Giselle no muriera.