Músicos tradicionales de la nación triqui, narran el significado de la música en su cultura y cómo poco a poco las nuevas generaciones dejan de darle valor.
El Universal
JUXTLAHUACA, Oaxaca
Con nostalgia y también alegría, Pedro Ávila y Manuel Martínez, músicos tradicionales de la nación triqui, narran el significado de la música en su cultura y cómo poco a poco las nuevas generaciones dejan de darle valor, lo que pone en riesgo una parte de su cosmovisión.
Cada canción tiene un significado: hablan sobre los animales, las flores, el bosque, el Dios del trueno, de la lluvia. Otras hablan sobre las despedidas, el inframundo y los muertos. También hay sones que narran el enamoramiento, las ceremonias de pedida de mano, el matrimonio y el compadrazgo.
"Cada son es un conjunto de conocimientos para los que aún no saben escuchar la música tradicional", cuenta a EL UNIVERSAL Manuel Martínez, músico tradicional de San Miguel Copala, zona triqui baja.
Por ejemplo, el son Tchrá ya a yo on o Flor de nochebuena "habla de que los hombres están enamorados. Esta canción era una forma de conquistar a las mujeres en aquellos tiempos. Antes de que aprendieran a leer español o leer libros de poesía, mi papá siempre me decía que nosotros los hombres vemos a las mujeres como una flor. Como las flores del campo, las mujeres son como las flores creadas por la misma naturaleza".
Don Manuel cuenta que Flor de nochebuena es uno de los sones que se pueden tocar en cualquier espacio de convivencia.
"Cuando las mujeres entienden la música, ellas se ponen contentas, mientras que los músicos tocan", añade.
Música que enamora
"El Jarrito" fue la primera canción que Pedro Ávila aprendió a tocar con el violín de su hermano. Dice que los memorizaba con sólo escuchar las canciones. Esta canción se toca en las pedidas de mano: "Hay canciones para el yerno, para la novia, también cuando se visten. Los sones van cambiando conforme va avanzando la boda", explica.
Don Pedro Ávila Flores es uno de los pocos músicos tradicionales que toca armónica, guitarra, violín, tambor e incluso hojas de plantas: "A mí me gusta mucho tocar", dice entre risas.
Explica que en una ceremonia de pedida de mano se comienza con la música desde muy temprano y es hasta el siguiente día cuando todo concluye: "Hay música que habla sobre la molida de chile; el violín se acompaña con el tambor. En esas fiestas uno no debe de parar, por eso hay que llevar reemplazo, pero eso es difícil porque ahora son pocos músicos.
"Yo creo que en cada pueblo hay un músico, pero sólo sabe lo básico, no como los viejos", señala Pedro Ávila Flores, originario de Coyuchi Copala.
Antídoto contra la tristeza
Entre el rezago social por la falta de infraestructura y servicios, los conflictos sociales y la ausencia de trabajos con pagos dignos en las comunidades triquis, además de la migración, don Pedro Ávila calma su angustia y sus preocupaciones con guitarra, violín y armónica.
Aunque las carencias son muchas, a don Pedro la música le ha proporcionado la paz y supervivencia necesarias para darle estudios a sus hijos: "El violín me tranquiliza, no pienso en otra cosa, me gusta mucho tocar, pueden pasar horas sin que me sienta cansado", comenta.
El músico, con voz fuerte y clara, disfruta tocar todos los instrumentos: "Siempre estoy feliz, desde pequeño hasta ahorita. No sirve de nada pensar y ponerse triste, eso no sirve.
"No hay que sentir tristeza, siempre es ver hacia adelante, no importa lo que haya pasado. Siempre hay que estar tranquilo con la familia, con los amigos, no importa la edad que uno tenga", dice sin titubear.
A Pedro le enseñó su único hermano, quien sabía tocar la guitarra y el violín. Recuerda que aprendió a tocar a los siete años de edad. Mientras dormía su hermano, él tomaba sin permiso su instrumento.
"A mí me gustaba mucho escuchar el violín, cuando mi hermano dormía, a eso de las dos de la madrugada, yo entraba a su cuarto por el violín y salía afuera a tocar", recuerda.
A los 10 años tuvo que irse a Veracruz a cortar caña y desde entonces aprendió a ganar su propio dinero y a comprar sus instrumentos. Más tarde, también se dedicó al corte de algodón en los estados del norte.
Su madre lo casó a los 15 años para que se estableciera. Cuenta que el dinero que ganaba era para los gastos de su familia y apoyar a su madre, porque desde pequeño quedó huérfano de padre. Después de una larga charla sobre su vida, vuelve y señala lo importante y reconfortante que es la música: "La vida es para vivirla con alegría, no vivirla con amargura, porque no es bueno para la salud", explica.
La extinción de la alegría
Don Pedro resalta que son pocos los músicos tradicionales que quedan en la zona triqui, también lo dice don Manuel, quien asegura que son al menos cinco y que hay otros, pero ellos no conocen por completo los sones de la nación triqui.
Al igual que Pedro Ávila, don Manuel Martínez salió de su comunidad a los 12 años con el fin de aprender a hablar y leer en español; sin embargo, también por los constantes conflictos en la zona triqui.
La migración obligó al músico a dejar su comunidad, pero no la música. Actualmente, don Manuel radica en la capital oaxaqueña y tiene varios estudiantes, a quienes enseña en línea y de manera presencial.
El músico indica que parte del desinterés por la música tradicional se debe a los problemas que viven las familias: "A veces se preocupan más por los problemas o la falta de dinero; en lugar de mantenerse en sus hogares para continuar tocando, dejan sus casas y se van a otro lado para buscar trabajo o estudiar, entonces los jóvenes ya no crecen en la familia, se casan fuera del pueblo y todas las costumbres desaparecen", dice.
Recuerda que a los seis años ya sabía tocar el violín; le enseñó su padre, quien fue músico tradicional al igual que su abuelo.
"Recuerdo que el violín no alcanzaba mi brazo y yo lo ponía a la mitad de mi hombro para poderlo tocar. Después de que salí de mi pueblo, yo continué tocando y practicando, así anduve y hasta estos tiempos no se me ha olvidado", cuenta.
Don Pedro Ávila coincide en que por la falta de jóvenes interesados en la música podría olvidarse parte de su cultura: "Los pocos músicos que quedan no saben todos los sones, lo cual es una pérdida de lo que somos".
Manuel Martínez comparte la misma opinión: "Los señores siguen tocando lo suyo, pero se van muriendo y la música se va acabando y los jóvenes que quedan no saben de qué habla la música y cuando los músicos mueran, ¿[de] dónde van a salir más músicos?, a los jóvenes les ha dejado de interesar la música", comenta preocupado.
En este contexto, Manuel Martínez invita a las personas que quieran aprender y les sea accesible el lugar, a que lo contacten para enseñarles.
"Estoy para enseñarles y estoy dispuesto a contarles sobre nuestra cultura... Urge hacer saber que es importante esta música, platicarles y enseñarles ese camino porque a través de ello hay mucha historia, leyendas, poesía", comparte el músico tradicional Manuel Martínez.