El Sumo Pontífice hizo oficial la declaratoria de santos a sus predecesores ante miles de personas que abarrotaron la Plaza de San Pedro
EL VATICANO
El papa Francisco lanzó ayer un potente mensaje de unidad y abogó por regresar a los orígenes de la Iglesia “con simplicidad y fraternidad”, en la canonización de dos papas de estilo diferente pero que contaron con un gran predicamento dentro y fuera de la Iglesia, Juan XXIII y Juan Pablo II.
En la vida real apenas se conocieron, pero el polaco Karol Wojtyla, Juan Pablo II (1978-2005), llegó a la cúpula de la Iglesia católica 15 años después de la muerte del italiano Angelo Roncalli, Juan XXIII (1958-1963).
Ronacalli, un hijo de campesinos humildes que llegó a lo más alto del Vaticano tras haber vivido la Gran Guerra como médico y capellán, y la Segunda Guerra Mundial en Turquía, Grecia y Francia, soñó con reformar la Iglesia católica y lo hizo con el Concilio Vaticano II, que modernizó y transformó la anquilosada Iglesia
católica.
Por su parte, Wojtyla, un hombre conservador que tuvo que hacer frente a la ortodoxia soviética en su Polonia natal y que intentó llevar su mensaje hasta los confines del mundo con sus más de un centenar de viajes, se vio obligado a aplicar una serie de disposiciones del Concilio que no siempre compartió.
Francisco intentó aproximar ambas visiones con esta canonización, en la que destacó, sobre todo, los puntos en común de los dos pontífices ahora santos. Fueron “dos hombres valerosos”, aseguró Francisco durante la homilía en la que elevó a los altares a los dos Pontífices.
El argentino destacó el Concilio Vaticano II como el gran “servicio a la Iglesia” prestado por Roncalli. “Juan XXIII y Juan Pablo II colaboraron con el Espíritu Santo para actualizar la Iglesia según su fisonomía originaria”, insistió Francisco.
Roncalli, recordó Francisco, “fue el papa de la docilidad al Espíritu Santo”, concluyó en referencia a la labor transformadora dentro de la Iglesia que realizó el italiano, conocido como el “Papa bueno”.
De Juan Pablo II (1920-2005) dijo que fue “el Papa de la familia”. “Él mismo, una vez dijo que le habría gustado ser recordado como el Papa de la familia. Me gusta subrayarlo ahora que estamos viviendo un camino sinodal sobre la familia y con las familias, un camino que él, desde el cielo, ciertamente acompaña y sostiene”.
Y es que Francisco pidió en la homilía para la comunidad cristiana “simplicidad y fraternidad”, valores que necesitará también para afrontar todos los desafíos que afronta el líder de una Iglesia con más de mil 200 millones de creyentes en todo el mundo.
En la homilía, Bergoglio también recordó que Juan XXIII y Juan Pablo II fueron “dos hombres valerosos”. “Fueron sacerdotes, obispos y papas del siglo XX. Conocieron sus tragedias, pero no se dejaron abrumar por ellas”, indicó.
El argentino dijo que está claro que los dos nuevos santos son un modelo para los cristianos porque, recordó, los santos “llevan adelante” a la Iglesia.
El Pontífice consideró que Roncalli y Wojtyla “llevaron al catolicismo valores de amor, misericordia, sencillez y fraternidad, unidos a una esperanza y alegría” que les hizo conectar mediante el papado a los católicos contemporáneos con sus hermanos originales en la misma fe.
Para declararlos santos, Francisco pronunció en latín la fórmula eclesiástica prevista: “A honor de la Santísima Trinidad, para la exaltación de la fe católica y el incremento de la vida cristiana, con la autoridad de nuestro señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo
y nuestra”.
“Después de haber reflexionado, invocado muchas veces la ayuda divina y escuchado el parecer de nuestros hermanos en el episcopado, declaramos y definimos santos a los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II”, continuó.
Ordenó que sean inscritos en el Registro de los Santos y estableció que en toda la Iglesia ellos sean devotamente honrados entre los santos, antes de concluir con la frase: “En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo”.
Después de declarar santos a Juan XXIII y Juan Pablo II, decenas de voluntarios repartieron entre los fieles presentes 1.2 millones de estampas de los Pontífices.
Aplauden a Benedicto XVI
El papa emérito, Benedicto XVI, reapareció ayer en la ceremonia de canonización de Juan XXIII y Juan Pablo II.
Lo hizo media hora antes del inicio de la ceremonia, a las 10:00 horas, tiempo local, vestido completamente de blanco y con su mitra.
A su llegada fue recibido por un caluroso aplauso y saludado por las autoridades que llegaban a la zona preferencial para concelebrar la ceremonia.
El Papa emérito se sentó entre los cardenales, a la izquierda del altar mayor en el que el papa Francisco ofició el rito de ascensión a los altares de sus predecesores Juan XXIII y Juan Pablo II.
Benedicto XVI, de 87 años, presidió con Francisco la santificación del pontífice polaco, con el que colaboró por casi 25 años, como prefecto de la Doctrina de la Fe, es decir guardián del dogma.
La idea de dos papas santos y dos papas vivos suscitó muchas expectativas, ya que el de ayer se convirtió en el “día de los cuatro papas”, un momento inédito para la milenaria institución.
“Será un momento emocionante”, comentó el miércoles pasado el religioso Liberio Andreatta, presidente de la Obra Romana Peregrinaciones, organizador del evento.
“Dos papas vivos y dos papas santos. Imagino qué emoción sentirán Benedicto XVI y Francisco”, comentó Andreatta.
La presencia del primer Papa que renuncia en siete siglos a la ceremonia no había sido confirmada “debido a la edad”.
El Papa emérito asistió el pasado 22 de febrero a la ceremonia de proclamación en la Basílica de San Pedro del Vaticano de los primeros 19 cardenales del pontificado de Francisco.
Se trataba de la primera vez que el Pontífice alemán, que renunció en febrero de 2013, asistía a una ceremonia pública presidida por el Papa argentino.
Y es que Joseph Ratzinger vive tras su renuncia, el 28 de febrero de 2013, en un monasterio en los jardines vaticanos. Desde aquel día, el ahora Papa emérito decidió pasar a un segundo plano, tal y como anunció durante su renuncia sin precedentes en la historia reciente.
En América Latina ya les rezan
Varios países de América Latina, la región con el mayor número de católicos del mundo, celebraron con vigilias y misas masivas la canonización de los papas Juan Pablo II y Juan XXIII para honrar con devoción a los nuevos santos.
“Ahora podemos decir: San Juan XXIII y San Juan Pablo II, rueguen por nosotros”, dijo con énfasis en su homilía el arzobispo de la capital argentina, Mario Poli, a quien Jorge Mario Bergoglio designó como su reemplazo cuando fue nombrado Pontífice en 2013.
En Brasil, que con 130 millones de fieles es el país con más católicos del mundo, una pequeña iglesia del barrio pobre de Alagados, en Salvador de Bahía (noreste), fue la primera en adoptar el nombre “San Juan Pablo II”.
La iglesia, inaugurada en 1980 por el Papa polaco durante la primera de las tres visitas que realizó a Brasil, se llama ahora “Notre Dame de los Alagados y de San Juan Pablo II”.
En San José de Costa Rica, unas 35 mil personas se congregaron la noche del sábado en el Estadio Nacional para acompañar en pantalla gigante la canonización.
Una enorme estatua de Juan Pablo II fue inaugurada ayer en Santiago de Chile en una ceremonia para celebrar su canonización, pero cuya instalación había sido rechazada cinco años atrás debido a su tamaño.
La Plaza Juan Pablo II, ubicada en el barrio Bajos de Mena, uno de los más empobrecidos de Santiago, recibió finalmente la estatua de bronce de 13 metros de altura en presencia de mil fieles llegados al lugar.
Centenares de salvadoreños también participaron en una procesión antes de una vigilia a la espera de la canonización.
El obispo auxiliar de San Salvador, Gregorio Rosa Chávez, afirmó que en El Salvador continúan esperando “otro acontecimiento maravilloso”: la beatificación del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, asesinado en 1980.
También se reportaron celebraciones en Ecuador, Colombia, Nigaragua, Uruguay, Bolivia y Perú.
Jefes de Estado rompen el protocolo al pedir “selfies”
El protocolo del Vaticano, respetado rigurosamente ayer durante la ceremonia de canonización de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II, fue roto por los pedidos de “selfie con Francisco” de algunos jefes de Estado y jefes de delegaciones.
Al término de la ceremonia, durante el saludo oficial a las 98 delegaciones extranjeras presentes para la canonización, Francisco fue sorprendido por el “selfie” o autorretrato que le solicitaron algunos de los delegados.
En al menos dos ocasiones, representantes oficiales le pidieron al Papa que posara para un autoretrato, pese a que el fotógrafo oficial de la Santa Sede inmortaliza cada uno de esos momentos.
Otro pedido insólito fue cuando una pareja, la mujer vestida con traje hindú, le tomó la mano al papa Francisco y se la colocó en la cabeza para tomarse una foto.
Igualmente curioso resultó cuando la esposa del presidente de Polonia tomó la foto de su marido, Bronislaw Komorowski, mientras saludaba al Papa latinoamericano.
En todas Francisco no parecía incómodo y se veía disponible mientras los delegados le entregaban cartas, le pedían consejos, le hablaban más de la cuenta.
Francisco no suele negarse a los “selfies” y durante las audiencias generales se ha tomado fotos con parejas de novios recién casados y con estudiantes.
Además de las 98 delegaciones extranjeras, a la ceremonia de canonización asistieron alrededor de 800 mil personas, según cifras oficiales.
Según los cálculos, 500 mil personas abarrotan la inmensa Plaza de San Pedro y su avenida de acceso, la Vía de la Conciliación, mientras unas 300 mil siguieron el acontecimiento frente a 17 pantallas gigantes instaladas en lugares claves de Roma.
Esa avenida, que lleva al Vaticano, se convirtió en un bosque de banderas, sobre todo polacas, cuando faltaban pocas horas para el comienzo de la ceremonia de canonizacióin de los papas Juan XXIII y Juan Pablo II.
La policía dejaba pasar por etapas a miles de fieles, para que la ocupación de la Plaza San Pedro se llevase a cabo sin problemas. Había numerosos jóvenes. Los rostros de los creyentes mostraban el entusiasmo y la fatiga después de una noche sin dormir.