Los nevus oculares se consideran los tumores benignos más frecuentes en esta zona. La Academia Estadounidense de Oftalmología (AAO, por sus siglas en inglés) los describe como lunares de color, por lo que suele
llamárseles ‘pecas del ojo’.
El Universal
CIUDAD DE MÉXICO
Los tumores pueden crecer en diferentes partes del cuerpo, pero rara vez se escucha sobre aquellos que aparecen en el ojo, la órbita o los párpados, los cuales son capaces de amenazar tanto la calidad de la visión como el órgano en sí.
"Se clasifican en dos tipos: benignos y malignos. Los primeros se caracterizan por tener un crecimiento lento, porque su tejido aumenta de manera encapsulada y, además, porque no se diseminan a otras zonas del organismo.
"Los malignos, por el contrario, presentan un crecimiento acelerado de células o tejido de cualquier parte del cuerpo, tienen la capacidad de invadir estructuras y logran esparcirse a distancia", señala en entrevista Antonio Nateras Pérez, director médico asociado de oncología para el laboratorio MSD.
Ambos pueden localizarse tanto dentro como fuera del ojo, pero los intraoculares son más difíciles de detectar y, por ende, no suelen descubrirse en fases tempranas. Entre los tumores más frecuentes están los nevus, el melanoma, el retinoblastoma y el hemangioma.
Ojo a cualquier señal
Los nevus oculares se consideran los tumores benignos más frecuentes en esta zona. La Academia Estadounidense de Oftalmología (AAO, por sus siglas en inglés) los describe como lunares de color, por lo que suele llamárseles ‘pecas del ojo’. Estos pueden ubicarse en la parte anterior del órgano, alrededor del iris o bajo la retina, en la cara posterior del ojo.
En ocasiones, dichas coloraciones están presentes desde el nacimiento sin causar ningún daño. No obstante, se recomienda examinarlos de manera periódica debido a que, al igual que sucede con los lunares de la piel, llegan a progresar y convertirse en cáncer.
"Cuando hablamos de nevus, ya sea en párpados o la conjuntiva, el tratamiento resulta muy eficaz. Éste consiste en llevar a cabo una microcirugía, mandar el tejido a patología y, así, conocer su origen para determinar si hay malignidad o no", indica el doctor Gabriel Antonio Ochoa Maynez, subdirector médico de la red de clínicas SalaUno.
Otros tumores oculares que no se clasifican como malignos son los hemangiomas, causados por el crecimiento anormal de los vasos sanguíneos. Pueden aparecer en diferentes partes del cuerpo, incluidos los ojos. "A pesar de ser considerados benignos, podrían provocar afectación a este órgano dada su naturaleza e, incluso, hacer que se pierda la visión", dice el representante médico del laboratorio MSD.
Entre las opciones para atenderlos se encuentran los esteroides (inyectados en el tumor o aplicados en la superficie), así como la terapia con láser, la cual contribuye a detener su crecimiento y a disminuir su tamaño. El tratamiento depende de la ubicación, tamaño y afectación de la lesión.
En peligro de muerte
El melanoma ocular es el tumor más común de naturaleza maligna. De acuerdo con la AAO, es un cáncer que se origina en las células responsables de producir el pigmento que da color a la piel, el cabello y los ojos (melanocitos). Se le suele nombrar también melanoma uveal porque, de manera frecuente, comienza en la parte del globo ocular llamada úvea.
"Se trata de un tumor oscuro que crece continuamente y tiene el potencial de matar al paciente. El melanoma se desarrolla dentro del ojo donde tenemos pigmento, es decir, en la coroides, el iris y el cuerpo ciliar.
"Una vez que empieza a aumentar de tamaño, se desencadenan síntomas como disminución de la visión o distorsión de las imágenes", explica Emiliano Fulda Graue, médico adjunto de retina y vítreo en el Instituto de Oftalmología Fundación Conde de Valenciana.
Otras probables señales, advierten los especialistas de Mayo Clinic, son presentar sensación de destellos, observar una mancha oscura creciente en el iris o, bien, un cambio en la forma de la pupila, así como sufrir pérdida de la visión periférica. Por ello, ante el menor indicio, es fundamental acudir con el oftalmólogo a una revisión detallada.
"El melanoma uveal comprende alrededor del 70% de los casos malignos de tumores oculares. Suele desarrollarse por la exposición a la radiación solar, así como por errores de alteración de los melanocitos. Cabe mencionar que no es tan fácil de detectar, por lo que se vuelve complejo de tratar", puntualiza el doctor Antonio Nateras Pérez.
De hecho, su fatalidad es considerable. Por ejemplo, el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido estima que, después de su diagnóstico, vivirán al menos cinco años 80% de las personas con un melanoma pequeño de ojo; 70% de quienes tienen un tumor de tamaño mediano; y solo la mitad de aquellos afectados por un melanoma grande.
Pequeños en riesgo
Los tumores oculares no solo aparecen en adultos, sino también en niños. "El retinoblastoma es el más registrado durante la infancia. En el 50% de los casos, se transmite de una generación a otra, lo que nos indica un alto componente genético. Hay de tipo unilateral, es decir, que afecta a un solo ojo; así como bilateral y trilateral, que es cuando hay metástasis en el sistema nervioso central", detalla el subdirector médico de la red de clínicas SalaUno.
Éste se caracteriza por un crecimiento en tamaño y cantidad de las células nerviosas en la retina, las cuales pueden diseminarse a todo el ojo y alrededor de éste, así como a otras partes del cuerpo; entre ellas, el cerebro y la columna vertebral, de acuerdo con datos de la Academia Estadounidense de Oftalmología.
"Por lo general, los pacientes con retinoblastoma pierden el reflejo normal del fondo del ojo. Que la pupila se vea blanca para nada es algo natural, pues puede tratarse desde una catarata hasta un problema más grave como éste. Cuando es bilateral se suele detectar, en promedio, a los dos años. Sin embargo, en los casos unilaterales, ocurre hasta los cuatro", dice el médico cirujano oftalmólogo Fulda Graue.
En cuanto al tratamiento, en la actualidad hay varias alternativas: láser de diodo, radioterapia, terapia fotodinámica o, para abordar los casos más graves, se determina la extirpación quirúrgica del órgano.
Especialistas advierten que, ante cualquier alteración como ojo chueco o que se ponga blanco, es crucial acudir de inmediato con el médico para una valoración.
Un verdadero desafío
La detección temprana de los diferentes tumores oculares es uno de los grandes retos para los profesionales de la salud visual ya que, en muchas ocasiones, no manifiestan síntomas ni signos que pudieran alertar sobre su presencia. Por ende, las revisiones periódicas se convierten en el mejor instrumento de detección.
"El porcentaje más grande de alteraciones oculares se concentra en pacientes de entre 50 y 70 años, en concordancia con la aparición de tumores en otras partes del cuerpo", resalta el doctor Gabriel Ochoa Maynez.
En tanto, el director médico asociado de oncología para MSD recomienda "hacerse una revisión oftalmológica de manera anual y a partir de los 40 años, con énfasis en el fondo de ojo. Esto con el objetivo no solo de detectar cualquier tipo de tumor, sino también otros defectos de la visión".
Mientras que, con los pequeños, hay que estar atentos a que, desde los dos meses de edad, fijen la mirada, es decir, que sus dos ojos estén derechos. Si transcurren tres o cuatro meses de su nacimiento y aún no puede conseguirlo, el menor debe ser revisado de inmediato.
"Que el niño no capte bien las imágenes o no vea las profundidades son señales de alarma que no deben pasarse por alto de ninguna manera", sentencia el médico adjunto del Instituto de Oftalmología Conde de Valenciana.