El próximo jueves, queridos lectores, tendremos el primero de dos debates de los candidatos a la presidencia de los Estados Unidos. A diferencia de ocasiones anteriores, este no será organizado por la Comisión de Debates presidenciales, sino por una cadena de televisión por cable (CNN) mientras que el segundo, a realizarse en septiembre, estará a cargo de la cadena ABC. Ambos, por vez primera, incluirán cortes comerciales y serán responsabilidad completa de la respectiva televisora.
Sin público, con dos moderadores y con micrófonos silenciados, se busca que el de este jueves permita una confrontación de ideas (es un decir) sin demasiadas interrupciones ni teatralidad, lo cual en principio conviene al presidente Joe Biden, aunque conociendo al retador, es altamente probable que Donald Trump rompa las reglas y haga del evento una lucha campal.
Llegan los dos con expectativas muy distintas y también con retos disímiles: mientras que Trump solo necesita sacar de balance a Biden, el presidente tendrá que hacer un gran esfuerzo de concentración para evitar un tropiezo que confirme, a ojos de la audiencia, que no está bien física y/o mentalmente.
Los aliados de Trump y el mismo candidato no se cansan de repetir y amplificar cualquier falla de Biden, y muchas de ellas han sido exageradas y sacadas descaradamente de contexto con tomas cerradas o de plano editadas, pero más allá de la desinformación, lo cierto es que Biden es un hombre mayor cuya salud es un tema ineludible.
El panorama internacional tampoco le ayuda al presidente, que enfrenta el desafío que le plantea el Primer Ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien no oculta su desdén por Biden y su abierta preferencia por Trump. Y poco le ayuda a Biden el atasco en la guerra entre Rusia y Ucrania, que a pesar de la multimillonaria ayuda occidental no ha logrado expulsar a las fuerzas rusas de su territorio.
Así pues, Trump llega con la aparente ventaja del simplismo bravucón, con poco que perder porque sus partidarios están dispuestos a perdonarle prácticamente cualquier cosa, como ya hemos visto en el pasado.
México -y los mexicanos- serán también materia del debate y solo podemos preocuparnos ante la segura andanada de agravios y falsedades que soltará el expresidente. Con la doble bandera de la migración y el tráfico de estupefacientes, podemos ya imaginar lo que dirá, y debemos temer que Biden no le opondrá demasiada resistencia. Para el presidente solo queda el pobre recurso de tratar de desmentir lo más burdo que escupa Trump sin engancharse demasiado en un tema en el que siempre impera la emoción sobre la razón.
Vaya noche de jueves la que nos espera.
POR GABRIEL GUERRA CASTELLANOS