Todas las señales están ahí. La reacción de los estadounidenses en general y los demócratas en particular equivalen al mítico escrito en la pared, pero en vez de anunciar una victoria para Constantino el grande, más bien anunció una debacle para Joe Biden el viejo.
A casi una semana del debate del 27 de junio, la posibilidades de reelección de Biden parecen amenazadas, más por la desconfianza, la alarma y los temores, de los demócratas que por las actuación de un ex mandatario que todo el mundo sabe, menos sus seguidores por decisión propia, es un timador con pretensiones autoritarias y el mascarón de una derecha con orígenes que se remontan al Sur secesionista.
Cierto también que Biden tuvo una actuación terrible, tanto que jugó en favor de su adversario y las críticas en su contra por debilidad, edad y hasta capacidad. Puede afirmarse que no jugó bien sus catas y que mientras desaprovechó su argumento mas fuerte, el del aborto, permitió que Trump trompeteara constantemente el de la migración y sus constantes mentiras.
Los balbuceos, los titubeos y las señales de ancianidad de Biden causaron tanto ruido que las mentiras, las, las amenazas, las exageraciones de Donald Trump quedaron bajo un velo de disimulo y alimentaron la imagen de invulnerabilidad del presunto César estadounidense.
Pero hay mucho de absurdo. Las elecciones como tal son el cinco de noviembre, o sea dentro de cuatro meses. Y 120 días son una eternidad en política. En este mundo de comunicación, instantánea y satisfacción, la política en general y ciertamente la estadounidense en particular espera resultados al instante; si una medida no produce reacciones inmediatas o tiene efectos palpables, en cuestión de días, puede ser fácilmente juzgada y condenada por las famosas redes sociales.
Así, en el curso de una semana, Joe Biden pasó de ser la mejor esperanza frente a Trump a ser un posible tapete que allane el camino para el candidato republicano. Si eso es correcto o no está por verse, aunque quizás nunca lo sabremos: la presión para que Biden se retire el favor de un candidato indeterminado que tal vez, quizás, posiblemente, logre unificar a los demócratas, dar confianza a los estadounidenses y limitar y hasta derrotar el impacto del derechista en el país.
El hecho es que de los analistas electorales más sólidos a los comentaristas políticos más superficiales, las dudas respecto al futuro de Biden se retroalimentan a diario. Una campaña del presidente y sus leales para reafirmar la imagen del mandatario ante su partido y ante el público parece haber fallado, de acuerdo con la prensa política, aun cuando apenas comenzó.
Algunos creen que Biden debe retirarse, y por supuesto, es posible. Las tendencias de opinión pública parecen garantizar la victoria de Trump y una creciente inclinación estadounidense hacia la derecha. Pero en las elecciones estadounidenses de 2024, los candidatos son mucho menos importantes que lo que representan.
POR: JOSÉ CARREÑO FIGUERAS