La noche del martes los candidatos a la vicepresidencia, J.D. Vance y Tim Walz debatieron por vez primera -y única- en la campaña de 2024
Pedro Ángel Palou
La noche del martes los candidatos a la vicepresidencia, J.D. Vance y Tim Walz debatieron por vez primera -y única- en la campaña de 2024. Muchos analistas políticos piensan que los debates de los compañeros de fórmula de los presidentes en Estados Unidos no tienen gran importancia, pero en una contienda tan cerrada todo acto político cobra relevancia y cada voto cuenta, particularmente por el anquilosado Colegio Electoral que hace que unos cuantos electores de Erie, Pensilvania, decidan el futuro de la democracia estadounidense y mundial.
Estoy de acuerdo que el debate del martes no mueve la aguja hacia ningún lado y que Walz perdió la oportunidad de atacar más las mentiras de su oponente, pero esa no era la estrategia y cuando tuvo que hacerlo, a pesar de su nerviosismo, sí conectó golpes certeros.
J.D. Vance tenía más que perder, al tratarse del candidato más odiado de los últimos tiempos, cuya retórica divisiva y peligrosa ha tenido costes grandes en la comunidad haitiana y en los migrantes. Al tratarse de un cínico camaleón político decidió disfrazarse de moderado, apostar por el votante del centro, particularmente las mujeres. Su papel no fue otro que el de hacer eso que hemos comentado aquí mismo en El Heraldo, sanewashing, blanquear la locura de sus propuestas.
¡Qué caradura!, dirían los españoles al proferir mentira tras mentira, algunas realmente atroces. Dijo, por ejemplo, que Trump había salvado el ACA (Affordable Care Act, llamado popularmente Obamacare) cuando su jefe intentó ¡60 veces! destruirlo y todavía hace un mes afirmó que solo tenía “conceptos de un plan” para sustituirlo.
Pero Vance incluso mintió sobre una de las razones por la que está acompañando a Trump, su dura visión sobre los derechos reproductivos. No solo sí ha apoyado públicamente una prohibición nacional del aborto, sino que votó en el senado una y otra vez en contra de la libertad de las mujeres de decidir sobre su cuerpo.
Mintió el martes sobre la ley en Minnesota pasada por Walz justo después de que la suprema corte de Trump tirara el precedente llamado Roe versus Wade regresando anacrónicamente cincuenta años atrás. Vance sabe que este es el tema más impopular en este momento y que los republicanos han perdido elecciones una y otra vez debido a sus políticas en la materia y decidió mentir cínicamente sobre su postura y la de su partido, suavizando nuevamente la locura de Trump.
Igual lo hizo en materia migratoria. Una y otra vez la línea de golpeteo que aprendió con singular disciplina en el entrenamiento para el debate: todo es culpa de Harris (no mencionó ni una vez a Biden, como si lo hace obsesivamente Trump). El ataque de Irán, los migrantes ilegales, el fentanilo, la separación de niños en la frontera, la violencia doméstica relacionada con la portación de armas y la segunda enmienda.
Me extraña que en todos los análisis de los comentaristas televisivos no se dijera que además de Harris el otro gran culpable es México. Son, según Vance y su retórica peligrosísima, los mexicanos quienes meten niños mula con drogas en su cuerpo, son los mexicanos los que venden a los estadounidenses armas ilegales para que sus hijos disparen en las escuelas, son los mexicanos los que dejan pasar en su territorio a los miles de migrantes que piden asilo. Harris ha estado tres años y medio y no ha resuelto nada. Walz contestó bien: “Trump estuvo cuatro años”.
El problema del coach Walz es que optó por ser en el debate “Minnesota Nice” (el amable vecino) y ayudó a Vance con su estrategia de aparecer un político normal y no un impredecible camaleón político que alguna vez dijo que él era un político “Nunca Trump” y ahora lo acompaña en su intento de recuperar la Casa Blanca. Sin embargo, Walz, con amabilidad si contraatacó una y otra vez cuando Vance mentía. Estamos tan acostumbrados a que ese tipo de ataque sea vitriólico que pareció débil.
Tan no lo fue que este debate sí importó y será recordado por cómo Tim Walz, el tío nervioso en la fiesta finalmente acorraló a su oponente y le preguntó si creía que Trump había ganado la elección de 2020. Vance evadió con un: “Mira, Tim, estoy enfocado en el futuro” que no solo lo desnudó en su complacencia por Trump, sino que dejó claro para los estadounidenses que Vance salvaría primero a Trump que al país, porque los narcisistas necesitan a un Vance, alguien tan dúctil que es capaz de doblarse solo por su beneficio personal. Walz mostró que es un ser humano, Vance que es solo otro político oportunista más.
POR PEDRO ÁNGEL PALOU