No lo dude, las principales víctimas de las guerras son los niños. Más de 460 millones de menores habitan en naciones afectadas por conflictos violentos; muchos viven bajo la zozobra, porque han sido desplazados –huérfanos o no acompañados– en busca de ponerse a salvo, pero desafortunadamente un gran número de ellos no lo logra y muere en el intento o por la metralla.
Según las autoridades palestinas, alrededor de 17 mil niños han sido asesinados en la guerra en curso que sostienen, en la Franja de Gaza, Israel y el movimiento palestino Hamás, la cual estalló el 7 de octubre de 2023. En otras palabras, 46.5 menores han muerto a diario durante un año.
En promedio, 25 mil 973 niños palestinos viven ahora en Gaza sin uno o ambos padres debido al conflicto en Medio Oriente, que se ha comenzado a extender de manera muy preocupante hacia el Líbano e Irán, lo que avizora un panorama más sombrío para los menores.
Las autoridades del Líbano informaron que, entre el 16 y 24 de septiembre, los enfrentamientos entre Israel y Hezbolácobraron la vida de 50 menores; sin contar que, al momento de escribir esta columna, había enfrentamientos en suelo libanés por la incursión terrestre israelí.
Un dato escalofriante de la Unicef revela que entre 2005 y 2022 se verificaron más de 120 mil casos de niños y niñas muertos o mutilados en conflictos y más de 105 mil casos de menores reclutados y utilizados por grupos beligerantes. Pero esos números van a crecer con el saldo de los dos últimos años.
La directora regional de la Unicef para Oriente Próximo y el Norte de África, Adele Jodr, dijo hace unos días que "el conflicto en la Franja de Gaza se ha convertido en una guerra contra los niños" y que la zona es ya un "cementerio de menores”. La pregunta es: ¿Cómo o qué autoridad puede reprochar esa postura?
Desde Europa, al menos mil 993 niños han muerto o han resultado heridos en Ucrania debido a la invasión de Rusia, que estalló el 22 de febrero de 2022, lo que supone dos víctimas infantiles al día.
Los ataques en Ucrania han afectado la salud mental y al bienestar de los niños: la mitad de los adolescentes afirman tener problemas para dormir, y uno de cada cinco afirma tener pensamientos intrusivos y recuerdos. Y en el hipotético caso de que la guerra termine en los próximos días, las secuelas serán permanentes.
Lo real es que los niños no fueron los que comenzaron los conflictos, pero siempre son las primeras víctimas por su vulnerabilidad y los gestores de las guerras no voltean ni por asomo a ver el daño que provocan al futuro de sus sociedades.
Los perpetradores de las graves violaciones contra la infancia, –asesinatos y mutilaciones, violencia sexual, secuestros, reclutamiento y uso de niños y niñas por grupos y fuerzas armadas, denegación del acceso humanitario y ataques contra escuelas y hospitales– rara vez rinden cuentas.
De por sí, el mundo ya sufre por los bajos índices de natalidad (la tasa de fecundidad global se redujo a, entre 2.1 y 2.2 por mujer, en 2023) y vivir en una zona de conflicto seguramente abonará para que esa brecha se extienda a niveles muy alarmantes, pero ¡eso no importa! Lo que realmente interesa a los involucrados en las guerras es imponer su razón, aunque no exista tal.