En Líbano, Israel sigue bombardeando indiscriminadamente el sur, la Bekaa y los suburbios sureños de Beirut, empujando al éxodo a más de un millón de personas, principalmente chiítas, que se han aglomerado en otras regiones libanesas de mayoría sunita, drusa o cristiana.
El Ejército israelí ha comenzado a atacar hospitales y, el fin de semana, un misil disparado por el Hezbolá casi destruye la lujosa residencia del primer ministro Benjamin Netanyahu, si no lo hubiese interceptado la defensa antiaérea israelí. Por si no bastara, Washington parece adoptar la posición israelí según la cual la Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU (2006), que prevé que sólo el Ejército libanés puede desplegarse al sur del río Litani, ya no es suficiente.
Siria también ha sido atacada casi cotidianamente desde 7 de octubre de 2023 por Israel, quien acusa al régimen en Damasco de facilitar el tránsito de armas a Hezbolá desde territorio sirio.
Además, oficiales israelíes dicen temer que Teherán considere la posibilidad de llevar a cabo ataques contra Israel desde el Golán con combatientes y mercenarios llegados a Siria desde Irak y Yemen, y que sólo esperan la luz verde de Hezbolá. ¿Se hace acaso más plausible para los israelíes transitar el camino de Damasco, en su delirio de transformar a Medio Oriente con la ayuda incondicional de Estados Unidos?
Es improbable que Tel Aviv busque ahora llevar a cabo una operación militar terrestre en Siria, cuando aún no ha logrado sus objetivos en Líbano. Improbable, sí, más no imposible. El recrudecimiento de los ataques del Ejército israelí contra objetivos iraníes en Siria se produce justo después de que se retirara una fuerza de vigilancia rusa en la región, al parecer para evitar el enfrentamiento directo de tropas rusas con el Ejército israelí.
Sobre todo, nada hace suponer que los locos de Jehová, que son miembros del Gobierno de Netanyahu, contendrán por siempre sus ambiciones ante Siria. Para esos supremacistas racistas el objetivo nunca es alcanzar una solución, viable y justa políticamente en Gaza (donde está ocurriendo una exterminación metódica en el sentido pleno del término) ni en Líbano; su fervor es negar la historia y desconocer la memoria de árabes y palestinos; su pasión es amedrentar a todo actor que se resiste a su expansión territorial; su gozo es atizar la violencia de los colonos en Cisjordania.
Nada ni nadie está a salvo. Ni siquiera Israel: la metamorfosis interna a la que lo han llevado tanto gobiernos de derecha, del Likud, como los gobiernos laboristas, promete ser muy difícil de revertir.
POR MARTA TAWIL