3 de Julio de 2025

OPINIÓN / Sicilia se equivoca / RAUDEL ÁVILA

19a

Es uno de los libros más importantes que se ha publicado en México en la última década, uno de los que mejor han leído nuestra realidad y quizá, el más desesperanzador. Crisis o Apocalipsis de Javier Sicilia y Jacobo Dayán es una lectura angustiante pero necesaria. Digo más, imprescindible. Una radiografía clarísima de la descomposición del mundo y de México. Una reflexión genuinamente religiosa del desastre a nuestro alrededor. Se trata de un análisis descarnado de las insuficiencias del proyecto de Occidente, con énfasis en lo acontecido en México.

Además, un reconocimiento valiosísimo del fracaso de su generación, una autocrítica de sus contemporáneos que la intelectualidad liberal se rehúsa a hacer. Sicilia y Dayán se atreven al diagnóstico sincero de la transición democrática mexicana, lejana en la realidad del paraíso que pintan sus apologistas. Una transición que constituyó un completo fracaso en varios sentidos, pero sobre todo en el más elemental, en el deber primordial de todo estado.

Ese nuevo orden político (orden es un eufemismo generoso) fue todo menos ordenado. Dicho en jerga política, no hubo gobernabilidad, o en términos más humanos, la transición falló permanentemente en ofrecer seguridad personal y patrimonial a la población. Los intelectuales de esa generación lloran la muerte de un poder judicial que registraba tasas de impunidad superiores al 90%. Un sistema desprovisto de toda forma de reparación a las víctimas de la inenarrable violencia que azota México.

Desde luego, la reforma del poder judicial ejecutada por el gobierno solo empeora dramáticamente la situación, pero no debe oscurecer el hecho de que la transición democrática jamás fue capaz de construir un sistema de justicia digno de ese nombre al alcance de las mayorías. El concepto de separación de poderes le dice muy poco a los cientos de miles de familiares de desaparecidos, asesinados, secuestrados. Para subsanar ese vacío y recordarnos la realidad cotidiana de un aparato judicial inoperante, se alza la voz de la cólera cívica de Sicilia en diálogo con Dayán.

El valor del testimonio personalísimo de Sicilia, sumado a la fatiga honesta y el activismo desesperado de Dayán humanizan un debate frío como el mexicano. Crisis o apocalipsis es entonces una contribución valiosísima a la reconstrucción del pasado inmediato.

No obstante, tengo mis reparos al libro. Es muy difícil juzgar con imparcialidad lo escrito por un hombre tan marcado por el horror como Sicilia. Es muy complicado equilibrar la crítica con la sensibilidad al dolor inconcebible de quien pierde un hijo en las condiciones más aterradoras, pero el libro contiene aspectos cuestionables.

Primero, el fatalismo profético de Sicilia, inseparable de una convicción religiosa respetable, no necesariamente se sostiene en términos teóricos. Hay una visión de la historia muy marcada por el determinismo místico, como si fuera una serie de pronósticos infalibles por Gracia de Dios. Similar al fatalismo del materialismo histórico marxista, pero con otro signo ideológico. La acción del hombre no puede nada frente al destino. Una interpretación procedente de la lectura de la Biblia, aunque originalmente salida de las tragedias griegas, una obra religiosa invaluable, pero insuficiente como explicación para quienes no comparten su fe.

Segundo, la noción siciliana, extraída, según entiendo, de Ivan Ilich, de acuerdo con la cual, el cristianismo inventó la caridad, ejemplificada por la parábola del Buen Samaritano. Esa invención de la caridad, Sicilia la liga inexorablemente con el nacimiento de Occidente. Hay que estirar mucho la liga para asimilar esto. Existen otras interpretaciones donde Occidente nace cuando el individuo como tal irrumpe en la Historia, cuando una persona renuncia a someterse al yugo de la colectividad o, como decía Vargas Llosa, se niega a seguir “la llamada de la tribu.”

Es políticamente incorrecto, pero el egoísmo como motor de la historia, ¿No fue lo que permitió el desarrollo de la industria y la productividad a gran escala? Esa industria y productividad a gran escala son las que nos permiten abrigar la esperanza de acabar con el hambre, de proveer un mínimo bienestar material a toda la humanidad.

En términos exclusivamente de historia de las ideas, la compasión, la bondad, la generosidad, la empatía, ¿no existían en la tradición grecorromana clásica? ¿Es preciso esperar hasta la aparición del cristianismo para detectar huellas de humanidad en la trayectoria de nuestra especie? Dudoso. La caridad, por extendida que estuviese, no será nunca suficiente para proveer de sustento a la especie. Es un principio de bondad indispensable, pero un concepto muy limitado para gestionar las gigantescas necesidades de la humanidad. A manera de contrapunto, me atrevo a recomendar el libro La tradición cosmopolita: un noble e imperfecto ideal de Martha C. Nussbaum para rastrear los orígenes de Occidente.