28 de Noviembre de 2024

El futuro

Fascinante como fenómeno periodístico, el triunfo Donald Trump convoca, y con razón, a los peores presagios.

Pero, en realidad, el único escenario seguro es la incertidumbre, si es que vale en estos momentos la figura retórica.

De entrada, porque el mundo nunca se preparó en serio para un escenario así, como no se preparó para que Reino Unido decidiera separarse de la Unión Europea, el anterior acontecimiento que cimbró al mundo, y que de alguna forma anticipó lo que atestiguamos anoche.

Podemos creer que conocemos a Donald Trump por varias razones. La primera, porque su propia condición de celebridad televisiva y protagonista de realities shows, hicieron visible los mejores y peores rasgos de su personalidad. Porque los medios de comunicación estadunidenses, que en su inmensa mayoría repudiaron su candidatura, rastrearon hasta sus momentos más repugnantes. Y, dicho sea de paso, quedará para el análisis durante muchos años si esa febril cruzada fue en realidad uno de los factores que catapultaron la personalidad del magnate para llevarlo al triunfo.

Pero, aunque conozcamos la personalidad rudimentaria de Trump, su ignorancia casi absoluta de cualquier materia que no sea lo que él concibe como negocios y su predisposición a contradecirse en prácticamente todo, en realidad no sabemos cómo actuará cuando tenga que atender los asuntos de los que el resto del mundo reclama.

Y no me refiero al manido e inútil argumento de qué hará este hombre con los códigos nucleares en su poder. Me resulta difícil imaginármelo, por ejemplo, en una reunión de países industrializados, ya no digamos encabezándola, sino en interacción con países a los que ha atacado en su elemental, pero incendiario discurso.

Podemos esperar, dada su tendencia a decir una cosa un día y otra cosa al día siguiente, que se pensará dos veces si realmente cumple sus más publicitadas promesas. Quizá la del muro que divida a México sí, envalentonado por su triunfo en estados en los que se pensaría que tendría algún peso el factor latino. Y ya pensará en algún recurso ingenioso para que nuestro país lo pague, quizá aumentando los costos de visas o alguna medida así.

Pero habrá otros temas, como el aislacionismo comercial, en el que no es seguro que tenga libertad para maniobrar, dados los inmensos compromisos de su país en el contexto de la globalización. Los mismos que, curiosamente, no han vuelto tan fácil la concreción del Brexit. Y es que una cosa es alardear y otra enfrentar el mundo real.

 

Ya habrá mucho por analizar y reflexionar sobre lo que será el futuro, sobre todo para México, que está en el centro de la animadversión del futuro Presidente. Pero lo que sí podemos hacer son breves apuntes sobre el porqué llegamos a este resultado.

Lo primero es reconocer que triunfó la estrategia de Trump de poner la elección en términos de un referéndum contra el establishment estadunidense, los factótums de poder que se aglutinaron en torno a Hillary Clinton, al grado de que un importante número de republicanos se adhirió a la demócrata. Su propia versión de populismo convenció más que la de una desgastada clase política en Washington, al grado de superar la imagen de payaso con la que inició su carrera, y las de misógino y evasor de impuestos que se fueron añadiendo en el camino.

Es, por supuesto, una estrepitosa derrota para el presidente Barack Obama, no sólo para las políticas que sembró y que constituyen un legado ahora en peligro. Perdió sobre todo la apuesta personal de ridiculizar a Trump y exhibirlo como un incompetente para sucederlo en su oficina. No me imagino a qué artilugio discursivo pueda acudir para que haya una transición tersa después de todas las invectivas que le lanzó durante la campaña.

Y nuevamente han quedado en entredicho las encuestas como ejercicios demoscópicos que predicen resultados electorales. Incluso, fracasaron estrepitosamente esfuerzos más complejos como el del analista de datos, Nate Silver, cuyo método estadístico de proyección parecía infalible. Ahora se empezará a hablar del voto oculto, ese fantasma que recorrió Gran Bretaña, Colombia y ahora Estados Unidos para dar su mayor susto. Una noche de brujas que se antoja larga.