18 de Junio de 2025

ENTRE OVNIS Y ALIENS / Israel vs Irán: Desde la Órbita de la Tristeza / POR: MARCIANO DOVALINA

19a

Desde nuestra plataforma de observación geoestacionaria, a 36,000 kilómetros sobre el Mediterráneo Oriental, registramos otro estallido, el mapa brilla de rojo otra vez, mis sensores no distinguen rezos de misiles, ni profecías de uranio enriquecido, pero los humanos abajo parecen convencidos de que matar al vecino es el camino hacia Dios.

Israel lanza, Irán responde, irán lanza, Israel responde, los unos, con el trauma tatuado en su ADN por siglos de persecución, los otros, con la rabia clavada en la memoria de imperios desmembrados. ¿Quién empezó? ¿Quién termina? ¿Quién se atreve a preguntar eso cuando la respuesta es una nube negra sobre un hospital?

Nosotros, que venimos de una civilización que superó las guerras hace mil ciclos tras perder nuestro planeta original por arrogancia y “razones sagradas”, los observamos con un silencio que duele, no porque se maten —los humanos tienen derecho a su libre albedrío violento—, sino porque parecen no aprender. Ni del dolor, ni del pasado, ni de sí mismos.

He visitado ambos territorios en mis misiones camufladas, en Israel vi madres que entierran a sus hijos con himnos y rabinos que citan el Talmud entre las ruinas, en Irán vi poetas detenidos por pedir paz y niños que dibujan misiles en lugar de cometas, no se odian porque se conocen, se odian porque no se han mirado.

Su historia común está escrita en el mismo desierto, Abraham es patriarca de ambos, pero en lugar de sentarse juntos a contar cómo los dioses se turnan para hablarles, se lanzan drones, como si en la sangre del otro pudieran borrar al suyo.

Aquí, en el Consejo de Observadores, lo llamamos el Síndrome del Polvo Sagrado: el trastorno que sufren las especies que creen que un pedazo de tierra es más valioso que una vida.

Desde nuestra perspectiva galáctica, no hay buenos ni malos. Hay dolor acumulado, manipulaciones de poder y una industria bélica que se alimenta de cadáveres adolescentes, la energía emocional que emiten estas guerras es tan densa que oscurece el campo cuántico de la región. ¿Y aún se preguntan por qué no aterrizamos?

No lo haremos, no hasta que construyan templos donde las bombas sean ilegales y los líderes lloren en lugar de vengar, no hasta que la palabra “enemigo” desaparezca de sus alfabetos.

Y si algún día se preguntan qué pensaban los dioses mientras ellos se aniquilaban en nombre de los dioses, les diremos la verdad:

Ningún dios estaba allí.

Solo el eco de su ego.

— Thar’kûn fuera.