1 de Octubre de 2024

Sobre la violencia de los últimos días

Margarita Zavala

 

Mucho se ha dicho en estos días sobre la agresión que sufrió Ana Gabriela Guevara. Indignante, cobarde, brutal, misógino, violento, inhumano. Los adjetivos no alcanzan para describir un ataque de esa manera a cualquier mujer. A esto se unió la denuncia en redes sociales por parte de la joven cantante María Barracuda, quien fue agredida al salir de una posada en la Ciudad de México.

Me es imposible dejar a un lado lo que siguió después: la revictimización de ambas mujeres por parte de personas —muchas de ellas escondidas en el anonimato— que en redes sociales se ensañaron y se soltaron a concluir “se lo merecen”, “eso pasa por manejar una moto”, “por ser mujeres que están solas”, o porque son famosas o “por estar en la política”.

De acuerdo a una encuesta de Parametría a la pregunta: ¿quién piensa usted que es el principal responsable de que en México haya mujeres que sufren violencia? El 49% dijo que “la sociedad”, pero un alarmante 27% de los encuestados respondió que son “las propias mujeres”. Dentro de ese 27 por ciento seguramente hay un gran porcentaje que piensa que ellas “se lo merecen”.

Afortunadamente, Ana Gabriela Guevara denunció. Es de agradecerse porque pudo haberse quedado callada como muchas personas. No lo hizo porque se enfrentó al deber de denunciar. Seguramente tomó en cuenta que precisamente su fama le permitiría tener instrumentos que no tiene cualquier ciudadano para defenderse de posibles venganzas ante la denuncia. El hecho de que “no pase nada legalmente” ha metido un miedo especial en la sociedad. Es el miedo que vive cualquier mujer y cualquier ciudadano que es agredido: que sus agresores cobren venganza por haberlos denunciado.

Esta agresión se une a las muchas agresiones que han sufrido jóvenes en lugares comunes como por ejemplo, en un estadio de futbol. Leemos y escuchamos con asombro pero estamos a punto de que se nos haga costumbre el que después de un partido de futbol se dé cuenta de los lesionados que hubo.

Lo cierto es que la violencia se presenta sin importar la ventaja que se lleva. ¿Por qué tanta violencia?, ¿por qué la intolerancia está a flor de piel? Este mal tiene muchas causas. Tenemos que entender y frenar la intolerancia cuya causa está en la impunidad que permite golpear a cualquiera, corromper, abusar y amenazar, porque al final no pasa nada. Entonces el diálogo es sustituido por la violencia verbal del constante insulto y la descalificación al otro. Los límites están desapareciendo en las reacciones de enojo, frustración, egoísmo y odio. Lo estamos leyendo en las redes sociales y lo estamos viendo y sintiendo en las calles.

Lo cierto es que esta violencia que sentimos, que vemos, que leemos y que escuchamos tiene de telón de fondo la falta de Estado de derecho, que es la realidad de todos los días y que no tenemos que esperar a unas elecciones para darnos cuenta que tenemos mucho por hacer.

Quiero terminar con lo que significan estos días de diciembre para casi todos los mexicanos (incluyo a todos, también a los amigos del insulto y la difamación). Son días de reencuentro con nuestras familias, con las personas que nos quieren y que queremos, con la reflexión de los valores de nuestra existencia y nuestra trascendencia.

Yo celebro la Navidad y les deseo felicidad especial en estos días. También a quienes sin celebrarla participan de la alegría de sus propias fiestas religiosas llenas de luz, o de las fiestas de fin de año que no dejan de ser momentos de amistad, de reflexión y amor.

Los invito a que entre nuestras tradiciones familiares, entre los momentos de reencuentro pongamos en el centro a México: nuestra gente, nuestra tierra, nuestros valores, nuestras diferencias, nuestras alegrías y nuestras esperanzas.