1 de Octubre de 2024

Entender nuestro tiempo

Jesús Reyes Heroles

 

Este año llega a su fin, y se agolpan las reflexiones pendientes. Una de éstas se refiere al proceso por el cual los individuos y las sociedades pasan de la curiosidad al entendimiento. Pienso que hay elementos que perduran, pero también modificaciones de fondo que se dan con el transcurso del tiempo.

Considérese el estado que guarda el pensamiento aristotélico, y su migración al Positivismo. Por contra, enfrenta cada vez más una antítesis sólida, que cada persona ve las cosas de manera diferente, del Relativismo, del Posmodernismo. La primera pregunta es si todavía existe una verdad preponderante, y en su caso, si todavía debe buscarse. De ser el caso, emergen diversas dificultades, viejas y nuevas, que deben resolverse para entender nuestro tiempo.

Entre éstas está el añejo problema de cómo obtener la información. Esto implica que hay un deseo intrínseco de utilizar esa información para entender el estado de las cosas, aunque parecería que muchas personas no tienen esa necesidad o deseo. Parece que muchos gobernantes no entienden. En todo caso, surge un problema: el exceso de información. La hay disponible sobre todo lo que se ocurra, al alcance, obtenible de manera expedita. Entonces ¿cómo discriminarla?, ¿cómo determinar que sea fidedigna y que responda a nuestro interés? En sí mismo eso representa un gran tema.

Otro aspecto central se refiere al lenguaje. No puede haber razonamiento sin lenguaje. De las imágenes rupestres, a los códices, a los relatos, a los escritos, a los libros, a la información digital, y a la transmisión por internet se describe la historia de la humanidad. Hoy, las redes sociales, último código de lenguaje y comunicación, todavía están en pleno desarrollo, con todas las complicaciones que esto conlleva.

¿Cómo buscar un entendimiento verdadero en un mundo donde prolifera la mentira? Algunos mienten por ignorancia, otros por mala fe. Se miente en la vida cotidiana, en la familiar, en la academia, en los negocios, en la política, en el gobierno. Ahí vamos muchos haciendo un esfuerzo por distinguir verdades y mentiras, enfrentando frustraciones que derivan de que con frecuencia tienen más éxito quienes mienten que quienes no. Entonces, además de recuperar el valor del entendimiento, es necesario hacerlo con el de la verdad.

Este año, en particular sus últimos meses, han derribado diversos paradigmas e ideas que funcionaron durante décadas para encauzar las ideas de muchos. Esto exige una nueva actitud cognoscitiva y un ánimo de renovación para los tiempos que vienen.

En primer lugar, habrá que seguir absorbiendo un cambio tecnológico cada vez más acelerado. Todo indica que las “tecnologías sociales” se han rezagado ante las tecnologías de las “ciencias físicas”. Mientras se avanza en nanotecnología, se retrocede en las sociedades, donde coexisten la democracia, con regímenes autoritarios o filoautoritarios, donde operan Putin, Kim Jong-un, Rodrigo Duterte, Xi Jinping, y ya se verá de Trump.

Segundo, habrá que intentar entender nuestro tiempo en medio de un cuestionamiento incipiente de la economía de mercado. Poner en duda el comercio internacional toca en el corazón el concepto de economía de mercado. Quizá esto es una de las acechanzas más peligrosas que habrá que enfrentar.

Tercero, el multiculturalismo se profundizará, poniendo a prueba estructuras sociales y su tolerancia, incluyendo los Estados-nación. Para 2050, el número de cristianos y musulmanes será prácticamente igual, este último grupo multiplicándose más rápido que todos los demás. No es razonable ignorar esto, que deberá incidir directamente en el entendimiento de los asuntos globales, que abarcan los de México.

Cuarto, habrá que enfrentar el creciente vacío que están dejando los medios de comunicación. La gente ya no les cree, a pesar de sus noticieros novelados y con música de fondo, a pesar de su evidente manipulación a su audiencia objetivo. Hoy, los medios no bastan; es indispensable recolectar la información de múltiples fuentes y sitios.

Quinto, por último, para entender nuestro tiempo se exige recuperar la capacidad para escuchar. Es paradójico que la fragmentación informativa exija ahora retomar la práctica de escuchar, de darle a cada individuo su peso y su espacio, de contener los afanes protagónicos de especialistas y comentócratas, a fin de escuchar de los interlocutores reales, no a los que confiamos o queremos escuchar, sino a los que verdaderamente dicen. Ése es un buen propósito de fin de año, para entender nuestro tiempo.