1 de Octubre de 2024

La palestra

¡Tómala, Trump!

José Luis Pérez Negrón

Sin la estridencia del pendenciero Donald Trump, que hace cuatro días gobierna (porque el fin de semana descansó) la nación más poderosa del mundo, el presidente Peña Nieto finalmente toma una decisión, que es respaldada por todas las fuerzas políticas de este país y la gran mayoría de la sociedad. No se trata de una decisión fácil, ni de desafiar a un gobierno, y mucho menos de rechazo a los ciudadanos de un país con el que nos unen fuertes lazos, más allá de lo comercial y diplomático, se trata de una respuesta digna ante la intransigencia y la intolerancia.

En agosto del año pasado, el gobierno de la República, teniendo que afrontar la desaprobación de un gran sector de la población y habiendo pagado un costo político, decidió recibir como invitado al entonces candidato por el Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos. Esa decisión tampoco fue fácil, al grado que al autor intelectual y material Luis Videgaray le costó el cargo de secretario de Hacienda (misma razón que lo trajo de nuevo al gabinete como Secretario de Relaciones Exteriores).

Sin embargo, al menos se tendió un puente con quien a la postre se convertiría en el presidente norteamericano (aún más que contra todo pronóstico, en contra del deseo de muchos latinos), esa fue una muestra más que de cortesía, de buena voluntad, que el propio Trump interpretó como otra cosa, pero está muy equivocado.

Donald Trump hizo una excelente campaña, eso no se puede negar, su discurso despertó el ánimo de millones de electores norteamericanos (incluso de origen latino, mexicanos entre ellos) porque explotó muy bien el sentimiento nacionalista y de identidad, así como la promesa hacer cambios para beneficio interno (regresarles los empleos y las inversiones), eso no está a discusión. Pero no se puede hablar de aislacionismo cuando estamos en pleno siglo XXI, donde las grandes economías se mueven en un mundo globalizado, que los propios gobiernos estadunidenses promovieron y alentaron.

No obstante, el sufragio cuantitativo fue superior en favor de Hillary Clinton por más de 2 millones de votos de diferencia, lo que debiera ser para Trump una seria señal de alerta para estar atento a las millones de voces de una mayoría que no votó por él y que no está de acuerdo con una política que para muchos (incluido Obama) es un retroceso, ya que su discurso de rencor y de exclusión está fuera del contexto internacional.

Cuando Trump insiste en la construcción del muro, la deportación masiva de connacionales y la desaparición del Tratado de Libre Comercio, no está atacando al gobierno ni al presidente Peña, está ofendiendo a la totalidad de los mexicanos que no merecemos ese trato. Una cosa es que Trump dirija la nación más blindada si de armas sofisticadas se trata, así como de una economía y una moneda más sólida, y otra muy distinta, que se piense que eso le da derecho a menospreciarnos como nación.

Para México, tal como siempre ha ocurrido ante las peores adversidades, es la oportunidad de cerrar filas en torno a esta decisión gubernamental, no se trata de regatearnos la toma de decisiones por cuestiones de ideologías partidistas ni por procesos electorales en marcha. La respuesta de las diversas corrientes ideológicas hasta ahora ha sido sensata, de eso incluso Andrés Manuel López obrador ha sido el primero en señalar que si se trata de defender a México, él apoya a Peña Nieto.

La decisión fue la correcta, así como cuando el gobierno comete errores, es casi unánime la descalificación, en este caso es imperante cerrar filas, ya que los efectos se empiezan a sentir y el soberbio Trump ya empieza a recular, ahora de la Casa Blanca salen comentarios de que estarían buscando nueva fecha para la reunión de ambos presidentes, incluso el mandatario norteamericano estaría diciendo que la suspensión fue acordada, pero es evidente que miente y que también es vulnerable.

Esta es una causa a la que se deben sumar todas las voces y todas las voluntades, dejando a un lado la soberbia. En este propósito cabemos todos, políticos, empresarios, intelectuales, religiosos, ateos y todos los sectores de la sociedad, por minoritarios que sean. Es tiempo de demostrar al mundo, pero más que al mundo, a nosotros mismos, que cuando está en juego nuestra dignidad como nación, sabemos dejar a un lado nuestras diferencias para formar un bloque monolítico, si de responder se trata.

No es una respuesta al pueblo estadunidense, es una respuesta a la intransigencia de una persona que no se ha dado cuenta que ya es presidente de una gran nación y que debe oír las voces de todos y gobernar respetando a todos los países del planeta.

Esta situación también debe llevarnos a una profunda reflexión y autocrítica, en el sentido de lo que como gobierno y como gobernados estamos haciendo del país, de los estados y los municipios. No le demos la razón a Trump cuando señala que estamos con desempleo y pobreza por la profunda corrupción que expulsa mano de obra al país vecino. Es tiempo de gobernar para todos y no pensando en que los cargos de elección popular son para volverse millonarios, el erario no es parte de nuestro patrimonio familiar, ni el territorio nacional, estatal y municipal, son una extensión del patio de la casa de quienes nos gobiernan.