El presidente que quiso ser gobernador
Salvador Camarena
El gobierno que un día prometió mover a México hoy mueve a todo el gobierno hacia el Estado de México.
La predilección de un presidente por su terruño –manifiesta y manifestada en múltiples visitas y giras durante más de cuatro años– se ha convertido en las últimas semanas en plan de salvación para una clase política.
El gobernador que quiso, y logró, ser presidente, ahora busca ganar de nuevo una gubernatura. Mediante interpósita persona, para más señas a través de un pariente, Enrique Peña Nieto pretende colonizar un territorio en donde la palabra futuro signifique refugio.
Las elecciones en el Estado de México o el momento en que una presidencia de la República se olvidó de la nación.
México, como suma de ideologías y divergencias; la pluralidad, como valor ganado por los mexicanos; una República donde los programas de Estado sean apartidistas… Ese país existe en los discursos, más no en la realidad del peñanietismo.
El Edomex marca para el PRI la hora de la batalla sin máscaras. Para ellos es ganar o morir.
Y para mal, el presidente Peña Nieto ha elegido ser todo, menos una versión moderna de Ernesto Zedillo.
El gabinete ha sido puesto al servicio de la batalla del Edomex, al menos en tres dimensiones. La obvia, la obscena y la (aún) desconocida.
La primera tuvo su momento más claro cuando hubo de ser corregido el equipo de campaña del primo presidencial. El fuego no está como para dejar todo en manos de un general junior, por lo que a las primeras de cambio Enrique Jacob fue sustituido por Ernesto Nemer en la jefatura de la campaña. Gabinete para qué te quiero, sino para salir de apuros en el patio trasero. (Cabe decir que hay gente que dice que el Inadem está mejor sin Jacob, pero a la Profeco no le hacía falta otro cambio).
La segunda dimensión corre a cargo de Osorio, Rosario, Nuño, Meade, Narro, Ruiz Esparza y los que hagan falta para intentar fortalecer a Eruviel, el gobernador que nunca creció, que nunca estuvo a la altura. Porque eso fue y esto es el PRI: militancia que no se traduce en uso proselitista del puesto y del presupuesto, es pura falsedad.
Y la tercera dimensión la descubriremos pasada la borrachera electoral. ¿Cuánto cuesta una campaña? Todo es poco si de lo que se trata es de cumplir una voluntad presidencial. ¿Que qué horas son? Las horas de ganar a como dé lugar, señor presidente.
Lo que no se puede regatear es que en Los Pinos tienen correcto el diagnóstico. Más que una elección, en el Edomex se vivirá un referéndum. No habrá medias tintas: refrendo o rechazo de una forma de hacer política.
Y como quien se entrega feliz a su destino, los de Atlacomulco se jugarán el suyo de la única manera en que conciben el mundo: las voluntades no se ganan, se cooptan. Traiga su promesa de voto y llévese un tinaco, un monedero electrónico, una visita de la Sedesol o la Sedatu, una sonrisa del secretario Narro, un apretón del secretario Ruiz Esparza, muchos saludos de EPN.
Pongamos que ganan. Pongamos que la quermés de enseres y programas sociales obran el milagro y el PRI sobrevive a Peña y a Eruviel. Será una victoria pírrica. Una donde la primera baja será la de Enrique Peña Nieto frente a la historia, donde quedará anotado que pudo ser el líder de una nación, pero eligió ser el jefe máximo de un reducto, el Edomex, nada pequeño, pero necesariamente muy menor a todo México.