2018: Las prisas de Videgaray
Raymundo Riva Palacio
El secretario de Comercio de Estados Unidos, Wilbur Ross, ha sido muy claro al hablar de los vericuetos políticos en la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, particularmente con México. En diferentes momentos ha mencionado la urgencia de aprobarlo para que no sea contaminado por las elecciones. No sólo las legislativas de medio término de Estados Unidos, en noviembre del próximo año, sino las presidenciales en México, el 3 de junio de 2018. Ross ha expresado indirectamente el factor que contamina el proceso: la urgencia del presidente Enrique Peña Nieto de que termine este mismo año la negociación, porque de su resultado decidirá el candidato del PRI a la presidencia. “Quisiera que hubiera resultados mañana, pero no es la manera como trabaja el mundo”, dijo en una entrevista con Bloomberg TV.
La premura de Peña Nieto la siente el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, jefe del equipo negociador. La presión del presidente sobre su canciller permite asumir que Peña Nieto está convencido de que las elecciones en el Estado de México, en junio, serán positivas para el PRI y no serán un obstáculo en la decisión para escoger sucesor. Los ladrillos que pavimenten la candidatura presidencial están colocados. En el campo político, la designación de Claudia Ruiz Massieu –a regañadientes por parte de ella– como secretaria general del PRI, cumple un objetivo estratégico, que es el de evitar que dentro del PRI intenten una asonada para arrebatarle al presidente el control, en este momento intocado, de decidir quién será su sucesor.
Hace seis años, el presidente del PRI, Humberto Moreira, manipuló la convocatoria, violando las normas del PRI, para impedir que el senador Manlio Fabio Beltrones desafiara a Peña Nieto por la candidatura. Esa acción, que allanó el camino de Peña Nieto a la presidencia, le ganó la protección jurídica y política que goza hasta hoy día, en agradecimiento. Hoy, Peña Nieto no quiere abrir ningún flanco. El otro ladrillo político es la elección en el Estado de México. Cada lunes hay una reunión en Los Pinos, donde se reúnen funcionarios federales con representantes del gobernador Eruviel Ávila y de la campaña del candidato Alfredo del Mazo, para analizar la estrategia. Aunque no participan miembros del gabinete, en ocasiones han asistido secretarios de Estado e incluso el presidente Peña Nieto.
El control de la campaña de Del Mazo no la tiene el candidato, sino el gobernador Ávila, que goza del respaldo del gobierno federal. Del Mazo se encuentra acotado en sus acciones y no está tomando las decisiones más importantes, o revierten iniciativas estratégicas que toma, como la designación de su equipo de prensa y propaganda. El manejo vertical de la campaña de Del Mazo es lo que le da espacios de tranquilidad al presidente Peña Nieto sobre lo que sucederá en el Estado de México, y lo ha llevado a presionar a Videgaray para que entregue la negociación a tiempo para que defina, en las últimas ocho semanas de este año, como máximo –por el requisito legal que obliga a que quien sea ungido no tenga un cargo cuando menos seis meses antes de la elección–, quién será el candidato del PRI.
El cronograma de la negociación, que Ross quería llevar hasta el próximo año, fue acortado por Videgaray durante sus reuniones bilaterales en Washington, con el propio secretario de Comercio, el consejero comercial del presidente Donald Trump, Peter Navarro, el secretario de Estado, Rex Tillerson, y el consejero especial del jefe de la Casa Blanca, su yerno Jared Kushner, con quienes, según personas en su entorno, ha construido la mejor relación. El cronograma plantea el inicio de las negociaciones en junio o julio –probablemente julio–, para que pueda ser ajustado y notificar al Congreso estadounidense en diciembre, que tiene un plazo de 90 días para iniciar el proceso legislativo, con lo que pudiera quedar aprobado, en el mejor de los casos del documento y los tiempos, para la elección presidencial en México.
Si bien la eventual firma del tratado renegociado se empalmaría con ella, el apremio no es su aprobación legislativa en los tres países, sino la firma de los ejecutivos. Los tiempos son muy apretados, aunque la consideración de Videgaray y del secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, es que al ser una modernización, es posible lograrlo. Videgaray está colocando piezas experimentadas que hagan expedita la negociación con los canadienses, por lo que nombrará a Dionisio Pérez Jácome, actual representante de México ante la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, en París, como embajador en Ottawa. Jácome, que será sustituido por la subsecretaria de Comunicaciones, Sofía Aspe, y relevará a Agustín García López, quien formó parte del equipo negociador en el tema agrícola del TLCAN en los 90, como embajador en Ottawa, por lo que no sólo conoce perfectamente el acuerdo, sino a muchos de los canadienses que lo negociaron y que aún trabajan en el gobierno de Justin Trudeau.
El problema que enfrenta Videgaray en este proceso está fuera de su control, e incluso de los propios estadounidenses. La actitud mercurial del presidente Trump introduce una variable que constantemente se mueve. En las últimas semanas el discurso de Washington se ha alineado en el contexto de los que favorecen el TLCAN, pero lo impredecible de Trump vuelve muy inestable el proceso, incrementa las presiones de Peña Nieto sobre Videgaray, y coloca la sucesión presidencial en los tiempos que marque la Casa Blanca o, mejor dicho, Trump.