30 de Septiembre de 2024

Pobrecito Luis Miguel

Salvador Camarena

 

Una amiga que dirigió la revista Quién, definía con muy pocas palabras el hechizo que Luis Miguel ejerce en los mexicanos. “Si yo pongo en la portada de Quién un promo, pequeño, discreto, que diga “Luis Miguel no hizo nada. Pág 27”’, con seguridad esa revista venderá más que el promedio”.

Estoy descubriendo una obviedad: Luis Miguel le importa a los mexicanos. Pero no sólo a los mexicanos. Alguna vez llamaron de la redacción de El País en Madrid a la corresponsalía en México para pedir una nota de 800 palabras que se titulara algo así como “Hace mucho no sabemos nada de El Sol”. La editora que encargó eso sabía lo mismo que mi amiga de Quién: Luis Miguel es un magneto de lectores, incluso si lo que se da a leer sea la nada.

Como es sabido, en los últimos días un lío judicial en Estados Unidos –donde un juicio no es una broma te llames como te llames– llevó a Luis Miguel a la cárcel así haya sido por unas horas.

Al respecto y en pocas palabras, en distintos espacios mediáticos se ha informado que Luis Miguel fue víctima de sus abogados y de su mánager. Que al Sol lo dejaron solito. Que él nunca supo de las consecuencias económicas y legales de evadir compromisos. Que no lee periódicos ni portales ni WhatsApp para saber, como cualquier mortal sabe desde hace meses, que El Potrillo relincha de coraje porque Luismi lo dejó tirado en una gira.

O, dicho de otro modo, tenemos un señor de alta notoriedad social que a sus casi 50 años es, para eso de hacerse responsable de sus actos, todo un adolescente. Y en vez de criticarlo, noto que nos ponemos condescendientes. Pobrecito Luis Miguel.

Qué perfil más singular el de este cantante. Tiene la capacidad de romper récords de conciertos en el Auditorio Nacional; nadie como él para vender millones de copias (o descargas, como sea) de sus canciones; es único en eso de provocar un vendaval mediático por doquiera que va… pero no se muestra como alguien que entiende que si incumple obligaciones tendrá que vérselas con las cláusulas de castigo.

Claro que tampoco se puede descartar que todo lo que hemos escuchado en las últimas horas de su actual abogado, ese mensaje de que Luis Miguel es un ser desvalido al que han tenido que rescatar sus amigos, sea parte de una estrategia para lavarle un poco la cara haciéndolo pasar como víctima. Chafa estrategia pero no necesariamente estéril.

Porque esa estrategia de Luis Miguel pareciera, al mismo tiempo, un símbolo de nuestra relación con las obligaciones ciudadanas. Al final de cuentas el mensaje es algo así como: Mire, señor juez, yo no sabía que no se puede dejar tirada a la gente, ni de que había requerimientos judiciales en mi contra, ni de que si no cumplo me lo cobrarán. Le juro que a mí nadie me dijo nada. Me engañaron. Nunca me enteré. Por ésta que no me había dado cuenta. ¿No lo podemos arreglar de otra manera? Qué tanto es tantito. Ay, a poco se enojó Alejandro porque no llegué. No me acuerdo la verdad. Yo no me llamo Javier ni Luis Miguel. Es que mi mánager me falló. Perdónemela por esta ocasión. Es que en México no somos así, no sea malito… Lo que cualquiera diría pues.

Y es que en una de esas Luismi sale de este atolladero más querido que nunca: el gran ídolo con el que por fin tenemos algo en común: es un pésimo ciudadano.