La farsa de Ricardo Anaya
Roberto Rock L.
En sólo 24 horas, el dirigente nacional del PAN, Ricardo Anaya, orquestó al menos tres mentiras descomunales, cada una de las cuales debería ser suficiente para demoler su credibilidad pública y en particular sus ambiciones para buscar la candidatura presidencial de su partido.
El daño que generen estas mentiras no se reducirá a su ámbito personal, sino que se extenderá a la serie de personajes regionales y nacionales de su partido, que fueron presionados desde los cuarteles de Acción Nacional en la ciudad de México para hacer pronunciamientos públicos en defensa de un líder que los está engañando. Cuando la polvareda de este montaje se despeje, todos ellos deberán cargar con una cuota del desprestigio.
Como se detalla de inmediato, la magnitud del despliegue de recursos empleados por Anaya (conferencias de prensa, pago de desplegados periodísticos) para presentarse como víctima de un complot del que formaría parte un reportaje de El Universal sobre el sospechoso patrimonio de su familia, sólo parece obedecer al intento de desviar la atención sobre las crecientes evidencias de una fortuna personal y familiar que no corresponde con la lógica más elemental.
Apenas ahora se visibiliza la cauda de señalamientos de corrupción sobre Anaya, que se acumulan desde hace 20 años, cuando fue puesto al centro de una estrategia de corrupción con base en la especulación inmobiliaria, en el equipo de Francisco Garrido, primero alcalde de Querétaro (1997-2000) y luego gobernador del estado (2003-2009).
Las tres mentiras que construyen la farsa del señor Anaya son:
1.— Presentó la resolución de la Comisión Permanente del PAN la noche del martes 22 sobre el próximo fiscal general, como un tema clave de la reunión. La verdad es que el asunto ni siquiera estaba incluido en la agenda formal del encuentro; él personalmente lo introdujo en “asuntos generales”. Lo hizo horas después de que el reportero de este diario ofreció al vocero del partido, Fernando Rodríguez Doval, que el señor Anaya hiciera comentarios al reportaje que se publicaría al día siguiente. Fue un ardid para buscar cobertura ante la inminencia de la investigación periodística.
El asunto del fiscal general no era ya relevante porque las fracciones partidistas en el Senado acordaron desde hace semanas que se eliminará el transitorio constitucional que otorgaba “pase automático” para ser fiscal al actual procurador de la República, Raúl Cervantes.
Senado, PGR, académicos del CIDE y de Jurídicas de la UNAM trabajan desde hace semanas bajo el escenario de que no habrá ese “pase automático” en favor de Cervantes. Lo cual era políticamente inviable por los equilibrios vigentes en la cámara alta pero en particular, porque la imposición en favor de Cervantes provocaría su cese inmediato por parte del próximo presidente. La labor se orienta a diseñar la nueva ley orgánica que dará vida a la nueva fiscalía. De todo eso ha estado enterado puntualmente Anaya. No hay tal postura audaz del PAN. Anaya miente.
2.— El señor Ricardo Anaya rechaza que haya elementos para implicarlo junto con su familia en negocios inmobiliarios irregulares en Querétaro. El dirigente panista se halla al centro de múltiples historias en la materia. La más remota, cuando como secretario particular del entonces gobernador Garrido, se le encomendó el llamado Plan de Acción Comunitaria (PAC), que controlaba los permisos de nuevos desarrollos en la zona conurbada de Querétaro. La especulación urbana en ese estado es desde hace décadas el motor del poder político. Garrido, Anaya y varios alcaldes de la época fueron señalados de recibir predios a cambio de permisos en zonas tan exclusivas como las cercanías de Juriquilla y el periférico “Fray Junípero Serra”.
3.— Tras el anuncio de su “desafío” al gobierno en el tema del fiscal general y la denuncia de que recibió amenazas por ello, Anaya ha dicho que las mismas fueron expresadas en un mensaje al teléfono celular de su secretario particular; también ha expresado que fue mediante una llamada telefónica “de origen anónimo”. No ha ofrecido presentar pruebas ante la PGR u otra autoridad judicial. Con ese argumento, su equipo y él personalmente hablaron desde el martes y todo el miércoles —una vez publicado el reportaje en este periódico— con dirigentes estatales, gobernadores y otros personajes panistas, con una sola pregunta: “¿Estás con el PAN o con el gobierno?”, instándolos a manifestarse en contra de la “amenaza”. A ninguno se le informó que El Universal le había ofrecido oportunidad de dar su postura sobre el reportaje antes de su publicación.
Pero quizá la mayor falsedad sea que el señor Anaya haya decidido desafiar al gobierno, cuando hay una pequeña montaña de evidencias sobre su docilidad ante la administración Peña Nieto. ¿Por qué habría que amenazar telefónicamente a alguien al que se le somete con una palmada en la espalda?
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