Alejandro Hopa
Plata o Plomo
En la crisis de los sismos, el premio al político más ausente se lo lleva Miguel Ángel Osorio Chong. El secretario de Gobernación no estuvo en la emergencia y no está en la reconstrucción. No ha estado con las víctimas, no ha estado con los rescatistas. Casi no se le ha visto en los escombros y casi no se le ve en las decisiones. No dice nada, no se le oye, no pinta.
Y no sólo no pinta Osorio. Gobernación está igualmente desaparecida. Su voz en la crisis la ha llevado un funcionario menor (el coordinador general de Protección Civil, Luis Felipe Puente). En las decisiones sobre la reconstrucción, Hacienda ha llevado la voz cantante. En la atención a las víctimas, la SEP o la Sedatu o la misma Presidencia traen mano.
En parte, esto es una peculiaridad de Osorio Chong, de su estilo personal, de su incomodidad con los reflectores. Pero también es un problema institucional: la Secretaría de Gobernación abarca cada vez más y aprieta cada vez menos. Tiene tantas agendas que no puede cubrir ninguna bien.
La Segob tiene ocho subsecretarías o similares, tres organismos descentralizados y 16 organismos desconcentrados. Caen en su cancha la interlocución política, la seguridad pública, la protección civil, la relación con las iglesias, la política migratoria, los derechos humanos, la prevención del delito y la inteligencia civil, entre muchas otras cosas. Es cabeza de sector lo mismo de la Policía Federal que del Consejo Nacional de Población o el Archivo General de la Nación.
Todo parece caber allí, todo se quiere hacer allí. Y muy poco se hace bien.
Alguna vez comenté en este espacio sobre el desastre que significó la fusión de la Secretaría de Seguridad Pública y la Secretaría de Gobernación. El aparato de seguridad se quedó sin gobierno, sin responsable político, supuestamente bajo la responsabilidad de un funcionario (el comisionado Nacional de Seguridad) desprovisto de facultades para hacer frente a esa responsabilidad.
Hoy parece que el gigantismo de la Segob ha tenido costos también para la prevención de desastres y la protección civil. Esos asuntos están a cargo de funcionarios de tercer nivel, sin peso administrativo, sin relevancia política, sin acceso a tomadores de decisiones. Podría casi apostar que Luis Felipe Puente puede contar con los dedos de dos manos el número de reuniones que ha tenido con el secretario Osorio desde el inicio del sexenio (o al menos, hasta los sismos de septiembre). No es casualidad por tanto que en el proyecto de Presupuesto de Egresos 2018, haya recortes programados tanto para la Coordinación General de Protección Civil y el Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred).
La corrupción mata. El mal diseño institucional también. Tras las catástrofes del último mes, se vuelve indispensable repensar la manera de organizar el gobierno y, particularmente, las áreas dedicadas a responder a desastres. La Segob se ahoga en su tamaño, se paraliza ante la emergencia, se borra cuando surgen condiciones excepcionales, se traba al intentar organizar una respuesta.
Entonces, la reconstrucción del país debe incluir la reconstrucción del gobierno. Y eso requiere crucialmente rehacer ese edificio dañado y repleto de cuarteaduras llamado Secretaría de Gobernación.
Ese edificio institucional ya no aguanta. O lo apuntalamos y le quitamos lastre, o se nos va a venir encima.
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