Las últimas reflexiones de Peña
Enrique Quintana
¿Ha tomado ya su decisión el presidente Peña respecto a quién designará candidato del PRI a la presidencia de la República?
Corrijo, a quien sugerirá comedidamente a su partido que postule como precandidato a la presidencia.
Obviamente no lo sé. Y creo que quizá muy pocos o incluso nadie, salvo el propio Peña, lo sepa.
Varias ocasiones le he comentado el texto de referencia para este proceso: La Herencia, de Jorge Castañeda, publicado en los últimos años del siglo pasado.
Aunque los “destapes” previos a la alternancia tuvieron otro significado, la inclinación del presidente Peña por la “liturgia” priista permite rescatar por lo menos elementos formales de aquellos procesos.
De acuerdo con lo que Castañeda reseña en su texto, ningún presidente priista resolvió quién sería el candidato del PRI y entonces su sucesor, hasta la última hora.
Ya había idea de “el probable” desde muchos meses –o en ocasiones años– antes. Y los últimos días y semanas sólo acababan de definir su opción.
Hay una diferencia fundamental entre la decisión que habrá de tomar Peña y la que tomaron todos los anteriores presidentes priistas.
Todos ellos eligieron al candidato pensando en quién habría de ser su sucesor.
No había necesidad de ponderar las cualidades de la persona en tanto candidato, sino básicamente su potencial como jefe del Ejecutivo.
La decisión de Peña es más compleja que cualquiera que los presidentes priistas hayan tomado antes, pues se requiere que el elegido pueda ser un candidato ganador, al tiempo que un presidente que tenga las cualidades que el antecesor vea como indispensables.
Quienes no conocemos –salvo de manera parcial y limitada– la vida interna del gobierno, tenemos algunas opiniones respecto a los potenciales candidatos.
Sin embargo, permanecen en la oscuridad diversos aspectos de comportamiento, así como de relación con el presidente, que sólo conoce de manera amplia el propio Peña.
Algunos intentan descifrar en el estado de ánimo de Peña la respuesta a si tomó ya su decisión o la sigue pensando.
Creo que es muy poco realmente lo que sabemos.
Conocemos que ha acomodado las cosas en el orden reglamentario para que José Antonio Meade pueda ser el candidato; también sabemos que ha mandado signos que parecen señalar que lo es.
Pero algunos ven indicios que muestran que otros más no están descartados.
Imagino –no puedo hacer otra cosa– que Peña tiene ya su plan A perfectamente definido.
Pero como no tiene el control de todas las circunstancias que rodean a este proceso, tiene también un plan B.
¿Optar ya por lo que ha definido desde hace semanas o meses? ¿Esperar algunos días más para asegurarse de que no hay ningún elemento relevante del entorno que no esté considerando?
En esta “liturgia” que parece de otros tiempos –y que disgusta a muchos– es probable que Peña esté viendo en estos momentos el día a día con otros ojos.
Y también es probable que por las noches siga valorando lo que el día ha significado para la decisión que vendrá.
En cualquier caso, la conclusión no puede ir más allá de los primeros días de diciembre. Ya la historia juzgará si acertó o hizo la jugada equivocada.
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