Los enemigos de la UNAM
ÁNGEL ÁLVARO
El verdadero enemigo de la UNAM está en la oposición. La educación ha sido un factor que estorba a los regímenes conservadores. Todavía debe estar fresco en la memoria de los mexicanos el rechazo del PAN a que los niños asistieran a clases presenciales, con la consigna de primero la educación, desprendida desde el gobierno federal.
La universidad exige que impere la ciencia en cada aula, en cada plan de estudios, en cada materia. También que sea una caja de resonancia del acontecer político, económico y social del país. Ningún estudiante puede ser ajeno a lo que sucede en su entorno ni resignarse a ir a las aulas sólo a estudiar, cuando su tarea fundamental es abrir los ojos.
En México nos han acostumbrado a que toda autocrítica es el inicio de la división. La disciplina autoritaria que heredamos desde el régimen de la revolución condenaba toda crítica a tal grado que criticar al partido, al gobierno o a una institución se consideraba una traición.
La uniformidad de criterios que llegó a extremos de exterminio masivo en la Unión Soviética influyó no sólo en México sino en Estados Unidos, donde la intolerancia primero contra los hombres y mujeres afroamericanos fue criminal, y luego llegó el macartismo anticomunista que tenía su lista negra de artistas, escritores, catedráticos, políticos, etc.
Así, en tiempos en que los regímenes neoliberales atentaban contra la UNAM, ni el PRI ni el PAN lo cuestionaban. En el estudiantado había cierta sensibilidad para reaccionar ante las injusticias, que ahora no existe. Debe resaltarse el hecho de que la Junta de Gobierno de la UNAM no es equitativa, la presencia y participación de los estudiantes todavía es escasa en el lugar donde se toman las decisiones más trascendentes de la Máxima Casa de Estudios.
Así, los estudiantes con una sensibilidad social a flor de piel, ante el intento de reducir la matrícula, desaparecer carreras, recortar materias, imponer criterios educativos extranjeros, en 1986, durante el sexenio del primer presidente de la república con postgrado en el extranjero -en Harvard, para ser precisos- inició la obediencia ciega a los bancos internacionales que, a cambio de créditos, exigían influir en la política económica de los países socios. Desde el sexenio de Miguel De la Madrid se discriminó a los egresados de la UNAM para ingresar a trabajar al gobierno, en cualquiera de sus tres niveles.
En ese año el rector de la UNAM era Jorge Carpizo, quien posteriormente fuera procurador General de Justicia en el oscurantismo del salinato.
En 1999, en el sexenio de Ernesto Zedillo, el rector era Francisco Barnés de Castro, quien trató de aumentar cuotas, precio de exámenes y proponía un proceso acelerado de privatización de la UNAM, tuvo como rechazo la creación del Consejo General de Huelga; el intento fue detenido, como premio, ese mismo presidente le dio la dirección del Instituto Mexicano del Petróleo y lo hizo comisionado en la Comisión Reguladora de Energía.
El presidente de la república sabe que cualquier declaración suya es tomada como nota periodística durante una semana, conoce la reacción visceral de la oposición respecto a lo que diga, y si es un comentario crítico más aún. Así como sucedió cuando se encontraron desvíos de fondos de 31 científicos, la oposición dijo que había cacería de brujas contra la comunidad científica. O sea que México con más de 50 mil científicos, calificados como tales, no podrían ser representados por 31 de ellos. En todo gremio hay de todo.
Ahora, cuando el Presidente asegura que la UNAM está derechizándose quiere decir que algunas teorías conservadoras imponen sus criterios a la hora de cambiar materias, cancelar planes de estudio, imponer criterios subjetivos. Los conservadores nunca han sido vanguardia en la historia del mundo, porque lo que intentan es que nada cambie, una muestra de ello la tenemos con algunos panistas que se inclinan todavía ante la corona española.