29 de Noviembre de 2024

OPINIÓN

Tráfico en vidas humanas

ANDREW SELEE

Hace unos días se volcó un trailer en Chiapas y fallecieron 56 migrantes de Guatemala y otros países. Fue una sacudida a la conciencia nacional y un recordatorio del poder creciente de los traficantes de personas que intentan llevar a migrantes a su destino final, casi siempre en Estados Unidos.

El año termina con una tragedia que ilustra el papel creciente de los traficantes de personas, los polleros y sus redes criminales, pero así empezó el año también. En enero fueron asesinados 16 guatemaltecos en Tamaulipas por razones nunca completamente esclarecidas. Y si bien estos dos eventos —uno al inicio del año y el otro al final— subrayan la magnitud del problema, no son la totalidad de sus víctimas.

Hay decenas, si no más, que han desaparecido durante el viaje por México, y otros cientos que han perdido la vida del lado estadounidense en los desiertos, las montañas y el río que separan los dos países.

Según cálculos de mi colega Jessica Bolter, fueron más de un millón de personas (1.1 millones) las que intentaron cruzar la frontera entre México y Estados Unidos en los doce meses que terminaron en septiembre, y ese es sólo el número de los que las autoridades estadounidenses encontraron en la frontera. Hay muchos más que evadieron las autoridades y otros tantos que cruzaron a México y fueron devueltos a sus países de origen por las autoridades mexicanas, o que evadieron a las autoridades en México y luego se quedaron en el país. Así que estamos hablando de un número de personas mucho mayor de un millón, quizás entre 1.5 y 2 millones de personas que trataron de pasar por México en un año para llegar a Estados Unidos, con algunos quedándose en México.

Esas son muchas vidas. Y también es mucho negocio. Los polleros están cobrando entre 100 mil y 300 mil pesos por migrante desde Centroamérica, aunque algunos pagan más por servicios de transporte más exclusivos y otros pagan menos, tratando de hacer parte del viaje sin guía para evitar los costos. En un reporte reciente del Programa Mundial de Alimentos, MPI y MIT, mi colega Ariel Ruiz y sus coautores calcularon que había por lo menos 2.2 mil millones de dólares al año en el negocio de transportar migrantes desde Centroamérica, sin contar los de otros países.

En otros momentos, el tráfico de migrantes fue un negocio menor, y si bien los cárteles de drogas cobraban su tajada en la frontera para dejarlos cruzar “al otro lado”, veían con desdén ese negocio de vidas humanas que parecía ser mucho menos lucrativo que el tráfico de drogas. Ahora se está cambiando esa percepción. Con tanto dinero invertido en mover a personas de un país a otro, empieza a sofisticarse el negocio de tráfico de migrantes y los cárteles participan cada vez más en algunas de las operaciones de transporte y cruce. Y este negocio ilícito también empieza a penetrar en los negocios legales en México, como pasó con las drogas, y también generar una complicidad con algunas autoridades.

Sin embargo, hay remedios para quitarles el negocio a los grupos criminales, por lo menos en parte, y evitar que esto se vuelva otro elemento de la criminalidad que vivimos día a día. Pero para hacer frente al creciente control de las mafias del negocio de vidas humanas se requiere de un compromiso de los gobiernos de México y Estados Unidos de quitarles el negocio abriendo canales legales para la migración a ambos países, es decir, ofreciendo visas de trabajo temporal para los que quieren ganar algo fuera de su país, fortaleciendo el acceso al asilo para los perseguidos y generando opciones de movilidad que son perfectamente legales y no requieren de un pollero.

Hay indicios de que en la cumbre reciente entre los mandatarios de México, Estados Unidos y Canadá se abordó este tema y que lo estén tomando en serio. Sería vital que se haga antes de que se pierden más vidas y el crimen afiance su control de este negocio.