Nadie sabe lo que tiene
LEÓN KRAUZE
“No Mires Arriba”, la película de moda sobre un asteroide que se dirige a la Tierra en cuestión de meses, no es perfecta, pero tiene un momento espeluznante y notable.
La conclusión de la cinta de Adam McKay encuentra a la familia del científico protagonista y su grupo de amigos más cercanos alrededor de una mesa en la que es, a todas luces, su última cena. A pesar de estar a segundos de una muerte inexorable e inmediata, los comensales se esfuerzan por mantener la normalidad. Hablan del sabor del café. Brindan. Nadie hace drama ni se entrega a un acto final de hedonismo. Cuando ya no hay tiempo de nada, la cotidianidad es el lujo: la convivencia de una cena caliente con amigos y familia, hablar de cualquier cosa y de nada, reír un poco. “Realmente lo teníamos todo, ¿no?” dice de pronto el protagonista, interpretado por Leonardo Di Caprio. “Si lo piensas…". Y entonces la casa entera tiembla, las paredes colapsan y la onda expansiva del cometa arrasa con él, con ellos y con todo.
Es una escena sobrecogedora.
En su mejor versión, la película de McKay es una llamada de atención sobre lo que ocurre cuando, por ignorancia, cinismo o maldad, preferimos no mirar con claridad la amenaza que se cierne sobre nosotros. En la cinta, McKay no se anda con sutilezas, y eso es parte de lo que se le critica. “A diferencia de un asteroide, el cambio climático requiere un consenso intergeneracional sostenido y sostenible”, escribió en el Los Angeles Times Jonah Goldberg, criticando a McKay. “Regañar a las personas que están de acuerdo con él porque no llegan a su calibre de histeria y demonizar a todos los demás parece el tipo de autocomplacencia que se convierte precisamente en sátira”.
Es debatible.
Aunque el cambio climático en efecto no implica la inmediatez destructiva de un cometa sorpresivo dando tumbos hacia la Tierra, varios autores han sugerido que lo que hace falta para despertar la conciencia del mundo sobre el peligro del calentamiento global es precisamente algo de alarmismo. No será en seis meses, pero el planeta se nos va de las manos. Quizá si asumiéramos que nos quedan solo semanas, nos dedicaríamos a cuidarlo
Pero incluso si “No Mires Arriba” peca de alarmista y, en algunos momentos, de confusión y estridencia, la secuencia final justifica las fallas. La última cena de McKay ilustra la fragilidad de “todo” lo que tenemos y la facilidad con la que olvidamos nuestra fortuna. McKay se guarda esa última línea dicha por un ser humano en la Tierra en su película para recordarnos que, en efecto, uno no sabe lo que tiene sino hasta que lo ve perdido.
Es una reflexión urgente. La humanidad de la cinta de McKay transcurre los últimos meses deambulando en la bruma de la desinformación, la polarización y la calumnia de los poderosos. La voz de los expertos se pierde en la cacofonía. Vale lo mismo un científico que un charlatán. En “No Mires Arriba”, lo que se acaba al final es la vida en la Tierra. Estamos lejos de eso aún, pero no de una amenaza similar a las libertades y la democracia. En algunos países del mundo, las paredes de esa casa hipotética de McKay ya han comenzado a temblar. Más vale atenderlo antes de que no quede otra más que la resignación ante lo perdido. Uno no sabe lo que tiene.