1 de Diciembre de 2024

OPINIÓN

Qué implica denunciar la violencia de género

IRENE TELLO

A lo largo de mi vida he experimentado múltiples violencias de género: me han tocado sin mi consentimiento en el transporte público, fui acosada por compañeros de escuela y maestros en la universidad, he experimentado violencia emocional y sexual por parte de conocidos y una expareja. Cada una de estas vivencias me ha agarrado por sorpresa y desprevenida. Cada una de estas violencias me ha marcado de múltiples formas y me ha hecho más recelosa y cuidadosa, sin embargo, de las cosas que más me ha costado recuperar después de cada una de ellas es el creer en mi vivencia y en mi voz al momento de narrar lo que viví. Si escribo sobre esto no es en modo alguno para buscar lástima, es para sumar una denuncia más a las que venimos haciendo millones de mujeres en este país todos los días: las violencias que vivimos son múltiples, se dan por parte de conocidos y desconocidos, en todos los ámbitos y algo se tiene que hacer al respecto para que nos escuchen y nos crean. Pero, sobre todo, algo tenemos que hacer para reconocer que es insostenible que las mujeres vivamos así.            

Cada caso de violencia de género y cada víctima tienen detrás una serie de peticiones por hacer frente a estas violencias, por reparar los múltiples daños que generan. Sin embargo, después de reflexionar sobre lo que he vivido y de escuchar a muchas mujeres que las han padecido, considero que de las cosas que más se repiten es la necesidad por terminar estos ciclos de violencia, por reconocer la verdad de lo que nos pasó –que nos escuchen y nos crean– y la petición para que ninguna mujer más tenga que pasar por esto. Cuando una mujer decide hablar, reportar o denunciar la violencia que vivió, siempre hay detrás un proceso interno, muchas veces doloroso y complejo, que le permite entender qué es lo que vivió y cómo hacerle frente. La primera reacción suele ser de desconcierto e incredulidad ante lo vivido. No vamos por la vida esperando ser víctimas de estas violencias y cuando nos toca, no sabemos cómo nombrar lo que nos pasó, muchas veces minimizamos los hechos por seguir viviendo una vida normal y pretender que nada pasó. 

La culpa y el miedo casi siempre acompañan estos procesos. Muchas veces el primer mecanismo de reacción ante la violencia es el buscar en nosotras las causas de esta: si fue nuestra forma de vestir, o comportamiento, o el no cuidarnos lo suficiente lo que ocasionó en modo alguno lo vivido, cuando en realidad nunca somos las responsables. El miedo ante la reacción de las personas ante las que reportamos y denunciamos, sean autoridades, nuestro círculo social, y la reacción del agresor también están presentes en todo momento. No conozco qué mujer desearía ser reconocida por haber sido acosada por tal profesor o abusada por tal persona, si hablamos de estas violencias es para que se reconozcan y terminen y para que ninguna mujer más tenga que pasar por eso. 

Una de las reacciones que más violentan en estos casos es la de cuestionar a las víctimas y sobrevivientes por no reportar ante las autoridades correspondientes. Esta petición trae detrás un profundo desconocimiento de la violencia de género y de la manera en que funciona el sistema penal en nuestro país. Dados los niveles de impunidad y los múltiples estereotipos que aquejan a los operadores del sistema de justicia, muchas mujeres deciden no reportar o denunciar lo que viven. Las que lo hacen tienen que enfrentar discriminación, falta de capacidad para dar medidas de protección y un constante cuestionamiento sobre si lo que vivieron es cierto, además de una probable retaliación por parte del agresor. Esta semana volvimos a ver la petición por reportar ante autoridades los múltiples señalamientos de acoso por parte de un futuro embajador. A las autoridades que lean esto, dejen de usar el pretexto de la falta de denuncia para voltear a ver el grave problema de violencia de género que tenemos en este país, hay muchas cosas que hacer por prevenir y erradicar estas violencias y no puede recaer dicha responsabilidad en las propias víctimas. Y a todas las mujeres que lean esto, sepan que no están solas, que es posible recuperar la voz y el valor para hablar de las violencias que vivimos. Y, sobre todo, sepan que estas violencias no nos determinan ni fueron nunca nuestra culpa.