29 de Noviembre de 2024

EN TERCERA PERSONA

Cómo el gobierno de Cuauhtémoc Blanco protegió al Ray

HÉCTOR DE MAULEÓN

Raymundo Castro Salgado, El Ray, jefe de plaza del Cártel Jalisco Nueva Generación en Morelos, arribó al penal de Atlacholoaya el 8 de mayo de 2019.

Su ingreso fue atestiguado por el coordinador estatal del sistema penitenciario en Morelos, Israel Ponce de León, así como por Raúl Colín Martínez, director operativo de Atlacholoaya, así como por Miriam Mireles, directora de centros penitenciarios del estado.

A las 3:30 de la mañana se le dio entrada, se le tomaron las huellas dactilares. De acuerdo con personal administrativo y de seguridad y custodia, Ponce de León giró instrucciones para que el jefe de plaza recibiera un trato especial “y se le hiciera llegar todo lo que pidiera”. Los encargados de transmitir estas órdenes, según los custodios, fueron el director general operativo del Cereso, Raúl Colín Martínez, y el comandante Armando Carmona, jefe de seguridad de Atlacholoaya.

El Ray fue alojado en la zona conocida como El Paraíso. Algunos internos de esta sección llegaban a pagar hasta 25 mil pesos semanales para tener acceso a dicha zona de confort y privilegios.

Personal del sistema penitenciario, cuya identidad mantengo bajo reserva, revela que en el Cereso “todo es con el dinero por delante”.

En El Paraíso era posible tener teléfonos celulares, pantallas de alta definición, sillones reclinables, frigobar. Castro Salgado disfrutó de todos estos privilegios, y de algunos más: vino, entrada de mujeres, visita de amigos y colaboradores…

En el dormitorio en donde se encontraba, El Ray convivía únicamente con dos internos. Uno de ellos, José Fierro, el asesino del organizador y promotor de la feria de Cuernavaca, Juan Manuel García Bejarano.

Se hallaba totalmente separado del resto de la población. La orden de protegerlo, dicen, había llegado “desde arriba”: El Ray es, por cierto, uno de los personajes que aparece retratado al lado de Cuauhtémoc Blanco en la explosiva fotografía dada a conocer hace unas semanas.

Pronto, con el acuerdo del director operativo Raúl Colín Martínez (cuya clave era Ántrax), y a través de acuerdos con algunos de los internos más peligrosos (“El Cachetes, El Rayan, El Power…”), El Ray inició el control del penal.

Los custodios avisaron a sus superiores que el predominio de Castro Salgado en el cobro de piso, las extorsiones, la venta de alcohol y estupefacientes, estaba generando molestias y fricciones entre internos que formaban parte de otros grupos criminales. Hubo riñas y homicidios.

Finalmente, el martes 29 de octubre de 2019 ocurrió lo que el personal había pronosticado. Se desató el motín que dejó un muerto y diez heridos. Se trataba de un motín orquestado para llegar hasta El Ray.

Fracasó, sin embargo.

Al día siguiente, a primera hora de la mañana, estalló un segundo motín. Como relaté en una entrega anterior, había que pasar por varios filtros para llegar al Ray. “Los accesos son difíciles de cruzar, llegar al patio no es fácil y además en las torres hay gente armada: El motín fue articulado desde arriba”, relata uno de los testigos.

De acuerdo con personal administrativo, así como de seguridad y custodia, ese día, hacia las ocho de la mañana, se permitió el ingreso de siete sujetos (“No eran internos. Eran de fuera”). Los hombres se dirigieron al Paraíso.

Unos minutos más tarde comenzaron a oírse los ruidos del motín. Gritos, golpes. Algunos custodios fueron sometidos. Alguien vio desde una oficina que se llevaban al Ray hacia el patio. Iba sangrando de un costado, a la altura de la cintura: “No hay ninguna duda, lo mandaron quebrar”.

El jefe de plaza del Cártel Jalisco recibió decenas de heridas provocadas por instrumento punzocortante y decenas de golpes contusos. Lo mataron a golpes y luego quemaron su cuerpo.

El personal del Cereso fue concentrado en una oficina. Más tarde se les pidió que cambiaran sus informes y modificaran las horas en que los hechos se habían dado.

Un paro iniciado por los custodios, en protesta por los hechos de corrupción que desembocaron en el motín, logró que Colín Martínez y Miriam Mireles, entre otros funcionarios, fueron separados de sus cargos. A Ponce de León, sin embargo, no se le tocó.

Unas semanas después de los hechos, en una nueva riña dentro del penal, dos internos fueron asesinados. Les apodaban El Chisto y El Limón. Se afirma que fueron los asesinos materiales del Ray y que el primero era un jefe de plaza de Los Rojos.

El excomisionado de seguridad de Morelos, Alberto Capella, presentó una denuncia ante la FGR en contra del gobernador de Morelos y de un grupo de sus colaboradores, por los delitos de delincuencia organizada y contra la salud.

En Atlacholoaya, por lo menos, funcionarios del gobierno de Blanco protegieron a un jefe criminal… hasta que algo sucedió después.