CONFRONTACIONES RENCOROSAS
VÍCTOR CORCOBA
No hay mejor propósito de continuidad existencial que salir de uno mismo, de esos callejones oscuros de intransigencia y odio, que a veces coleccionamos sin darnos cuenta, para verse en los demás y comprendernos. Realmente no es fácil captar la dificultad de ser dueño de uno mismo para poder entendernos. Son tantas las manipulaciones perversas y las crueldades vertidas, que reconozco nos cueste levantarnos, ya no digo ponernos en camino. La desorientación, además, nos vuelve cobardes. Sin duda, ante este cúmulo de sin razones que nos envuelven, sólo cabe que prevalezca la prudencia para resolver las intranquilidades. En todo caso, dejemos de tensar cuerdas inútiles, que nos ahorcan a todos como linaje.
Establezcamos un espíritu de luces confluentes e instituyamos el ingenio de la inspiración, para reconstruir lenguajes que nos hermanen. Tal vez sea nuestro primer deber. Luego, después, quizás deberíamos hacer memoria, pasar revista a tantos horrores franqueados, tomar conciencia del absurdo de las contiendas, que jamás conducen a ninguna parte, nada más que al brío destructivo del caos. La mayor desdicha es que no aprendamos la lección, que continuemos martirizándonos, normalizando incluso la confrontación alimentada de rencor. Despojémonos de todo resentimiento, arranquemos una nueva época, seamos libres y responsables para volver a empezar de nuevo. Fuera armas e intervenciones militares. Tomemos el espíritu de la concordia, con talante de mano extendida, para resolver los problemas. Innovemos con diplomacia, dejémonos querer, seguramente entonces descubriremos el poco amor que nos tenemos, que es lo que verdaderamente nos hace crecer como personas, armonizándonos con la creación.
De nada sirven los progresos, ya sean científicos o tecnológicos, si luego somos incapaces de simpatizar entre nosotros, a la hora de jugar en el estadio de la vida, la hazaña del reencuentro entre diversos. Desde luego, esto requiere dar lo mejor de sí y evitar la contraposición vengativa. Pienso que esta es la línea de marcaje, el respeto al análogo, que puede ser adversario nuestro, pero que ha de conjugarse en equipo con las fuerzas cooperantes y colaborativas hacia ese bien colectivo que tenemos que avivar entre todos, como se nos indica en el derecho internacional humanitario.
Por desgracia, son millones de personas inocentes las que sufren, de algún modo, multitud de conflictos, con secuelas graves de discapacidades de por vida y traumas psicológicos. Indudablemente, no hay mejor avance que sembrar quietud. Este es el camino de la coherencia, de la generosa contemplación que nos cambia hasta los andares, arrancándonos toda contrariedad y hasta la actitud de los lamentos. Tenemos que dejarnos acompañar de otros sones conciliadores; puesto que, aunque los Estados deban demostrar la voluntad política de investigar y enjuiciar en la mayor medida posible las invasiones y pugnas, el ser humano está llamado a dejarse respirar por un espíritu positivo de esperanza y clemencia.
Apunto mi receta, la de caminar entre los latidos puros del verso, para regenerarnos. Sin duda, es el bálsamo que nos restablece las entretelas, haciéndonos más auténticos; y, por ende, mejores personas. Sea como fuere, tenemos necesidad de ganar confianza en nosotros; porque, ante todo, la paz en los corazones se restituye deponiendo los artefactos de la enemistad, de la revancha y de toda forma de egocentrismo e ingratitud.
Precisamente, en 2022, el tema que guía la memoria y la educación de las Naciones Unidas sobre el Holocausto es: Memoria, Dignidad y Justicia. Nos parece una conmemoración justa, porque el mismo acto de recordar, nos aporta dignidad y justicia a quienes los autores del Holocausto pretendían aniquilar. En consecuencia, tanto proteger el registro histórico como recordar a las víctimas, son aspectos vitales para reclamar entereza después de los atroces crímenes. Dicho esto, también conviene inmortalizar, que absolviendo y enmendando es como se sana nuestro interior y se reaviva el buen ánimo.
En el fondo, pues, todos tenemos la responsabilidad de hacer lo humanamente posible para desmontar al bravucón y crear las condiciones de una paz justa y duradera. Evidentemente, necesitamos unidad, precisamos ir hacia adelante, fusionados y dándonos aliento unos a otros. Por otra parte, detesto que nos acostumbremos a las confrontaciones irreconciliables y aprecio a esas gentes que lo dan todo, para no volver a ceder jamás a la tentación de la selva y del salvajismo entre humanos.