29 de Noviembre de 2024

OPINIÓN

La mejor de las vías

RICARDO MONREAL

En el año 2000, José Luis López de Lacalle Arnal, periodista español, fue asesinado por el grupo separatista ETA. En 2015, doce periodistas del semanario satírico francés Charlie Hebdo fueron acribillados por fundamentalistas religiosos. En 2019, la periodista irlandesa Lyra McKee fue asesinada por integrantes del Nuevo Ejército Republicano Irlandés. En 2021, Peter Rudolf de Vries, periodista de crimen neerlandés fue asesinado con un tiro de arma de fuego en la cabeza.

Cada uno de estos casos, y todos los que componen la extensa lista de personas que han perdido la vida tratando de proteger y hacer saber la verdad, deben preocupar a cualquiera, independientemente de su nacionalidad. La resolución del Parlamento Europeo referente a la violencia contra quienes ejercen la comunicación y defienden los derechos humanos en México es un claro ejemplo de esta inquietud internacional, pero no deja de sorprender la manera en que fue realizada, ya que no agotó los canales institucionales.

En otros tiempos, la resolución del Parlamento Europeo hubiera podido pasar desapercibida, pero no en esta nueva etapa, en la que, lejos de imitar y conceder, el Gobierno de México busca hacer valer su soberanía y consolidar una auténtica y propia política sin interferencias y basada en el respeto mutuo. Por ello, la posición de las y los eurocongresistas se ha convertido en un tema central de la opinión pública.

Las numerosas calles mexicanas bautizadas con los nombres de personalidades europeas, así como los monumentos de personajes ilustres de esas latitudes son muestra de que a México y al Viejo Continente los unen siglos de historia y, también, no es osado decirlo, de imitación y aspiración.

Nuestra nación logró su independencia e inmediatamente después un grupo de personas intentaron fundar otro imperio. Lo mismo sucedió en tiempos del presidente Juárez, cuando la llegada de Maximiliano de Habsburgo fue uno de los últimos suspiros de quienes nostálgicamente querían que la dominación monárquica continuara en el país, lo cual no fue muy distinto durante el régimen de Porfirio Díaz.

En este sentido, la consolidación de nuestra identidad nacional, incluida la forma de estructurar y ejecutar la política exterior, había estado marcada por una fuerte influencia europea, que la hace sui géneris. Por eso no es de extrañar que durante la transición de régimen que inició en el país en 2018, el Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador haya iniciado una nueva etapa en política exterior, y tampoco debe sorprendernos que, ante la falta de pericia diplomática del Parlamento Europeo para emitir una resolución, la respuesta del Poder Ejecutivo federal mexicano haya sido enérgica y firme.

Sostengo que se pudo haber acudido a los mecanismos diplomáticos establecidos, como el Acuerdo de Asociación Económica, Concertación Política y Cooperación entre ambas partes, conocido como Acuerdo Global. Precisamente en este contexto se tendría que determinar si los pronunciamientos de cada uno de los participantes sobre asuntos internos de la contraparte son o no injerencistas.

Lejos de buscar esconder la realidad, las senadoras y los senadores de México somos los primeros interesados en conocer los puntos de vista de nuestros colegas europeos, siempre y cuando el intercambio se realice haciendo uso de la diplomacia parlamentaria, al ser ésta un instrumento de política exterior que permite a los congresos ejercer las facultades que les correspondan en materia internacional, lo cual la convierte en la vía idónea para que, de manera conjunta y respetando en todo momento la soberanía mexicana, se puedan escuchar sus planteamientos para solucionar el problema de la inseguridad pública en el país.

Por eso, como lo mencioné en la misiva que hice llegar a la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola Tedesco, resulta extraño que, en lugar de haber utilizado una instancia ya establecida dentro de la diplomacia parlamentaria para las comunicaciones entre el Europarlamento y el Congreso de los Estados Unidos Mexicanos, como lo es la Comisión Parlamentaria Mixta México-Unión Europea, se haya optado por una resolución que fue colocada fuera de los canales institucionales.

Se debe entender que la efervescencia suscitada en torno al tema es un proceso no de conflicto, sino de calibración en nuestras relaciones diplomáticas, y por eso he sostenido que el diálogo de alto nivel entre representantes del Parlamento Europeo y el Congreso Mexicano será la mejor vía para resolver las diferencias que pudieran existir entre las partes, pero también para dar paso a una nueva etapa de cooperación entre nuestro país y otras naciones.

No se debe olvidar que, como lo muestra la historia, nuestros problemas de hoy podrán ser los retos de mañana en otros territorios.