25 de Noviembre de 2024

OPINIÓN

Henry Kissinger, voz de profeta

MIGUEL ALEMÁN

Una de las mentes más valiosas de nuestro tiempo es la de Henry Kissinger a sus casi 100 años de edad; su lucidez y certeza siguen siendo sorprendentes. He tenido el gusto de compartir con él invaluables conversaciones en diversos capítulos de la historia de nuestro tiempo.

Es siempre aleccionadora y sorprendente la capacidad de análisis de Kissinger en las largas sobremesas que hemos compartido en los atardeceres de Acapulco o las activas sesiones de líderes en Davos o Washington.

Henry Kissinger es un incansable estudioso de las realidades geopolíticas, con un diagnóstico certero que a algunos les incomoda y otros admiramos.

Rescato de esas conversaciones y de otras de sus intervenciones, su visión a todas luces decisiva de las relaciones políticas económicas y militares entre las potencias resultantes de la Segunda Guerra Mundial.

En un artículo publicado en 2014 dijo que en su vida “ha visto cuatro guerras que inician con gran entusiasmo y soporte público, de las cuales no se supo cómo terminar y en tres los Estados Unidos se retiraron unilateralmente. La prueba de una política exitosa es cómo termina, no cómo se inicia”.

Kissinger ha planteado las particularidades de los nuevos equilibrios geoestratégicos resultantes de la conclusión de la Guerra Fría y del desmembramiento de la Unión Soviética.

Él ha reiterado en los últimos veinte años la importancia de prevenir la expansión hacia el Este por parte de la alianza militar que representa la Organización del Tratado el Atlántico Norte (OTAN) en los países que anteriormente pertenecieron a esas naciones de la Unión Soviética. Para Rusia, Ucrania fue parte de su territorio 400 años. En su certera opinión, Ucrania debería ser una zona de amortiguamiento e imparcialidad en términos militares entre la OTAN y la federación rusa, como Austria o Finlandia.

Kissinger es quizá uno de los pensadores de nuestro tiempo que más conversaciones ha tenido con Vladimir Putin, y ha estudiado a fondo sus fórmulas de gobierno y estrategias políticas.

En 2008 expresó abiertamente su oposición a la integración de Georgia y Ucrania en la OTAN, reiterada en el año 2014 en el artículo titulado “Como termina la crisis de Ucrania”, publicado en el Washington Post, donde definió que Ucrania “deberá tener el derecho de elegir libremente sus asociaciones política y económicas …pero, no debe ingresar a la OTAN”.

Conocedor profundo de la historia de Rusia, reconoce el alto grado de sensibilidad de Rusia por la noción de vulnerabilidad militar que, a menos de 500 kilómetros de Moscú y a sólo 300 kilómetros de Volgogrado (la legendaria Stalingrado) pudiera haber instalaciones militares de la OTAN en tierras ucranianas.

Hoy, la sociedad ucraniana tiene abierta una herida profunda. Entre sus habitantes hay sentimientos divididos, unos pro europeos, otros a favor de Rusia; unos católicos, otros ortodoxos y otras diferencias de carácter lingüístico, histórico o cultural. La realidad es que una nación con una población tan dividida es difícil de gobernar, como difícil será lograr una paz sin concesiones en ambos sentidos.

Grave es la huella que deja la muerte y la destrucción en los gobernantes que, a sabiendas de las advertencias y de sus consecuencias, llegaron al extremo de iniciar una guerra que bien se pudo evitar.

Rúbrica. Lo que no lava la historia. Pilatos se lavó las manos ante el juicio de Jesús, él pensó que quedaron limpias, para la historia siempre estarán manchadas de sangre.