Johnny y Debanhi
CLAUDIA VIVEROS
Dos casos de violencia que han detonado las opiniones a nivel nacional y mundial han sido el juicio que enfrenta el actor Johnny Deep por parte de su expareja Amber Heard y el esclarecimiento de la desaparición de la joven Debanhi Escobar, chica de 18 años oriunda del estado de Nuevo León.
Lo que ha vivido el ídolo hollywoodense, será definitivamente un parteaguas. Este hombre admirado por muchos, se ha distinguido por mantener relaciones con mujeres bastante complicadas, (recordemos su romance con Wynona Ryder en la década de los 90s) y tener la tendencia a querer desempeñar en la vida real, el personaje de protector y cuidador exacerbado, intentando a toda costa, salvar y cobijar a su princesa, a la que no quiere abandonar, aunque esto le cueste vivir un ambiente tormentoso y tóxico.
Johnny hace meses, fue señalado por su ex, y automáticamente lo perdió todo. Se le señaló como culpable sin juicio previo. Y aguantó olímpicamente, trabajando junto con sus abogados para rebatir, la situación. Lo cual después de un proceso legal y un juicio público, demostrar, que sí, que tal como burlonamente lo describió Amber, es un hombre blanco, víctima de violencia. Porque sí, los hombres también la sufren. También hay varones con daños emocionales tan severos en su construcción, que caen en este tipo de abismos. El caso de Deep, no lo debemos olvidar, sobre todo, porque tuvo el valor de mostrarse como un ser humano cualquiera: vulnerable, quitándose el traje de hombre-macho-fuerte. Aquí lo que hay que tener presente, es que violencia es violencia sin importar de quien venga, ni las formas. Y aquí me detengo como la feminista declarada que soy a aplaudir al actor, porque una mujer que busca la equidad debe saber reconocer cuando otra mujer no está actuando correctamente y eso, no es estar en contra del género, es solo ser coherente.
Ahora, el caso Debanhi Escobar, es largo, intenso, y se ha explotado terriblemente, donde los medios de comunicación (para variar) lo han exprimido por completo a su conveniencia. Pero lo más triste es que, todos, absolutamente todos, al subirse al tren, re victimizan y desacreditan, a alguien que ya no se puede defender ante un sistema marcadamente patriarcal, que forzosamente, quiere hacer ver algunas de sus acciones como detonantes de lo sucedido. La búsqueda del rating y de la monetización de la noticia, hace que los medios olviden que hablan de una chica en construcción, de una joven de 18 años, de una mujer con debilidades y defectos, dentro de una familia que obvio tampoco es perfecta, comandada, por un padre y una madre que tampoco lo son, y que como cualquiera pudieron tener errores, lo malo es que en esta era de la santa inquisición en las redes, donde todos nos volvemos expertos, pues nos encanta darnos baños de pureza y perfección y se nos olvida, que siguen habiendo monstruos afuera, con tentaciones para nuestros jóvenes, creando atmósferas donde éstos pueden ser víctimas fáciles de situaciones inesperadas y son éstos, a los que hay que atacar y a los que hay que dejar fuera de la jugada, para que no haya ninguna desaparición más.