Pocos son los grupos no institucionalizados que de manera estable trabajan en la consolidación y evolución de un proyecto artístico. Podríamos pensar que esta es una de las cualidades que hacen único el proyecto del Grupo Teatral Tehuantepec, que nació hace 35 años, sorprendiendo a propios y extraños, y se mantiene como una agrupación de corte independiente, de vocación comunitaria y con una filosofía del teatro que busca la verdad escénica como objetivo fundamental de su quehacer.
A nuestro pensamiento centralista podría extrañar, en pleno siglo XXI, que un proyecto artístico, con una identidad de la periferia, que alcanza niveles de altos vuelos en su proposición artística, se haya desarrollado en Oaxaca, una de las entidades de mayor pobreza y marginadas históricamente por los gobiernos que ha tenido México; pero es un hecho, en Tehuantepec, en donde todavía se habla zapoteco, ha crecido este teatro que enorgullece a los mexicanos por saber entender y convertir en materia de creación a la tradición y desde la acción contemporánea hablar de los problemas humanos que atañen a la humanidad toda.
El Grupo Teatral Tehuantepec (GTT), dirigido por Marco Petriz, ha trabajado de manera incesante en la consolidación de un teatro con formas de representación que se ciñen a las necesidades de expresión de los temas que surgen de lo más profundo del tejido social; de ahí su belleza poética y la actualización de la tragedia como la manera más plena de desnudar a la naturaleza y a la condición humana.
El director de escena Marco Petriz fue de la periferia al centro solo para dar a conocer su propuesta artística. Pero no ha dejado su lugar de origen, porque el entorno, es decir, aquella geografía y cultura de Tehuantepec le dan sentido a su quehacer escénico.
Que no se mal entienda. No hablamos de un teatro “folklórico” sino de un quehacer escénico que surge a partir de una identidad que se manifiesta ante el mundo de manera clara y fuerte, logrando descolonizar el pensamiento para ejercer la creación sin tener que ceñirse a los criterios de las modas o del teatro como un dogma de occidente.
En estos 35 años, el trabajo escénico realizado por el GTT logró que la intelectualidad y las élites teatrales, subyugadas por la poética de aquel teatro “del entorno” o comunitario, dejaran la comodidad y la complacencia de los teatros convencionales, para viajar hasta Tehuantepec y mirar sentados en una silla, en una banca, o parados apenas recargados en una pared, ese “otro teatro” que se ganó un lugar en la escena nacional e internacional.
“Curandero de dios”, “Ayer pasé por Tehuantepec”, “La llorona”, En el cuarto del fondo”, “Otro día de fiesta”, y la reciente “Hablando con ellas”, son algunas de las 27 obras que ha producido el grupo. Cada obra dice algo doloroso sobre la realidad y desvela aspectos en relación con el deterioro espiritual del ser humano en la época actual. En el teatro de Petriz los secretos que se callan son revelados.
El director de escena (que crea directamente en la escena) se ha rodeado de hombres y de mujeres de la comunidad, que tras arduas horas de ejercicio de reflexión entienden el sentido de la gran búsqueda del director: ir al encuentro de la verdad escénica sin exceso de artificios, con el aparato emocional suficientemente entrenado para colocarse en la piel de esos personajes que duelen y conmocionan al espectador.
Con Petriz los actores son los personajes, no los representan, no los imitan, no buscan “darle vida” a un libreto o a un texto dramático, trabajan con una técnica que les permite ser, y manifestarse como verdad en sentido filosófico: el instante que se diluye en cada respiración como expresión de vida.
En estos días, el Grupo Teatral Tehuantepec celebra 35 años de hacer un teatro comunitario de excepción en el corazón del México profundo. Con Petriz están figuras como Gabriela Martínez, actriz consolidada y alma de las obras del grupo; también Hugo Buyo Ramírez, Azucena Desales, sin olvidar a Sergio Ruiz (uno de los fundadores), entre otros que han participado en la agrupación en épocas distintas.
Queda la asignatura pendiente de hacer la investigación y el análisis riguroso del patrimonio que el GTT ha construido, enriqueciendo la historia del arte mexicano. En 35 años de vida, el grupo ha demostrado que el poder del arte radica en la verdad del discurso, en la descolocación de los dogmas y el gran valor que se requiere para mirar sin filtros el estado puro del alma humana.
POR JUAN HERNÁNDEZ