En la mitología estadounidense, un poema de la escritora Emma Lazarus, grabado en una placa en la base de la Estatua de la Libertad, a la entrada de la bahía de Nueva York, tiene un lugar especial.
El fragmento más conocido dice: "Dame tu pobre, tu agotado, tus innumerables masas aspiran a vivir libres, el rechazo de tus orillas superpobladas, envíalos a mí, los desheredados, que la tormenta los traiga de vuelta ¡Estoy poniendo mi luz sobre la puerta de oro!".
Pero es otra época. La generosa idea de un país de migrantes ha sido tan debatida y cambiada que dos brutales preguntas del analista Howard Fineman, en su libro sobre debates estadounidenses inconclusos, vienen a la memoria: ¿Quién es un ser humano? ¿quién es un estadounidense?
Porque en alguna medida esas son las preguntas que están en el fondo de la que ya parece permanente crisis migratoria.
De hecho, el poema de Lazarus se escribió en los años de la migración europea, de anglosajones y mediterráneos, de nórdicos o centroeuropeos. El sentimiento de bienvenida podía ser mayor para algunos o menor para otros, pero no se extendía a aborígenes o chinos, a mexicanos o negros.
Es cierto que pueden encontrarse bases de realismo tanto entre los partidarios como entre los adversarios de una política migratoria abierta.
Para unos, el país se beneficia de la entrada de sangre nueva, de mano de obra y se enriquece con el talento de otras culturas. Para los otros, no hay forma de absorber a tantos que huyen de gobiernos dictatoriales o de crisis económicas y medioambientales, y no son pocos quienes temen la competencia de recién llegados.
Pero, según el mito, Estados Unidos sería la tierra prometida de la que habla el poema de Lazarus, el sitio donde una sociedad abierta da marco a la discusión de nuevas ideas y canaliza talentos en beneficio general.
Sin embargo, también es cierto que para muchos políticos de EU, la oposición a las puertas abiertas es una forma de disfrazar sentimientos raciales que la victoria del bando antiesclavista en la Guerra Civil permitió sobrevivir y prosperar.
El hecho real es que partidarios y adversarios de una reforma migratoria llevan ya casi 40 años enfrascados en un debate político legal y electoral y más de un siglo inmersos en el intento de definir el carácter de su país.
Lo cierto, en todo caso, es que esas consideraciones coinciden ahora con un cambio demográfico brutal, uno que en los próximos años pondrá a los blancos europeos ya no como la mayoría sino como la minoría más grande en un país de minorías.
En ese marco, se vale preguntar si el aparato político estadounidense deveras quiere resolver el problema migratorio.
La respuesta sigue en el aire mientras la Suprema Corte de Justicia estadounidense mantuvo el martes la validez del llamado Título 42, que a reserva de desafíos legales permite mantener cerrada la puerta a migrantes o peticionarios de asilo en sus fronteras.
POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS