30 de Noviembre de 2024

DESDE AFUERA / Integración: Tiempos interesantes / JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

Columnas Heraldo

 

 

La elección de una serie de gobiernos de izquierda en América Latina, especialmente tras la victoria del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, despertó al menos temporalmente esperanzas por un renovado impulso hacia la integración regional.

Puede ser que ocurra, dado que parece haber al menos voluntad retórica de los gobiernos en países como Argentina, Bolivia, Chile, Colombia y México, además de Brasil, formalmente a partir del domingo, cuando Lula da Silva tome posesión. Pero las cosas no son tan simples como la buena voluntad expresada.

Por un lado, Da Silva parece enfrentar una situación doméstica complicada, al menos de principio, con las protestas que protagonizan los partidarios de su predecesor, Jair Bolsonaro, que al más puro estilo del estadounidense Donald Trump denuncian fraude electoral y promueven de hecho un levantamiento militar. Y ese puede ser el menor de sus problemas.

Lula tiene prestigio dentro y fuera de Brasil, que entre 1990 y 2015 fue el principal promotor y beneficiario de impulsos integracionistas regionales, como la Unión de Naciones de América del Sur (Unasur), el Mercado Común Sudamericano (Mercosur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Ahora las condiciones parecen favorecer los principios de una integración, pero de entrada, hay temas tanto interregionales como domésticos que deberán ser resueltos.

Argentina y Brasil, por ahora políticamente aliados, son los mayores países del Mercosur, donde deberán resolver la situación con Uruguay, que descontento con el funcionamiento de un acuerdo considerado entre los menos eficaces del mundo, busca hacer sus propios tratados comerciales, incorporándose a  la integración transpacífica.

La imagen de dos naciones grandes con gobernantes de izquierda al ejercer presión sobre un país pequeño con un gobierno derechista es desusada en la región, pero no es necesariamente agradable. Argentina es por otra parte, el país de la crisis permanente y actualmente enfrenta una.

La Alianza del Pacífico, que inició el año con un giro a la izquierda, está ahora dividida en torno a la situación del Perú, que debería ocupar la presidencia rotativa, pero mantiene un diferendo con Colombia y México, que no aceptan el cambio de gobierno, tras la remoción del presidente Pedro Castillo.

El colombiano Gustavo Petro y el mexicano Andrés Manuel López Obrador tienen sus propios problemas; el reiterado silencio del mexicano sobre las situaciones en Venezuela y Nicaragua, gobiernos dictatoriales de izquierda, no es el más grande, pero tampoco el menor de ellos.

De hecho, México y Brasil parecen en rutas paralelas. Según aliados de Da Silva, en el Grupo de Puebla, como Celso Amorim y Carlos Ominami, UNASUR puede ser el eje y motor de la integración regional, mientras que AMLO promueve a la CELAC amén de que la situación de México está determinada por su enorme relación con Estados Unidos.

Tiempos interesantes.